La Dragona...La entrevista
Publicado: Jue, 28 May 2015 15:34
“ Mi cama es el castillo de mis virtudes,
mi cuerpo es demasiado glorioso
que maliciosos no pueden tocarlo,
sus puertas encierran mi belleza
y sobre el fondo,
se ilumina la novia sentada en una
fuente de oro
reflejo del espejo de mi alma.”
Ricardo Serna Gutiérrez
LA ENTREVISTA
A: “La Dragona” (la decana de
las damiselas—un oficio
sin horario- de un barrio
de mala nota, con 64 años
de edad)
Lleva el pelo y las cejas en un rojo encendido,
dentadura postiza alineada color nacarado,
tez ambarina enmarcada con los surcos de la edad;
ropa discreta, al descubierto su humilde y rica potestad;
su habitación estrecha, cama, mesa, silla
y estantes empotrados en la pared.
“Aquí como ven, tan señora grande,
tengo mis clientes... me buscan,
no los atiendo por menos de doscientos pesos...
Estoy vieja, pero vienen,
¿será porque sigo sabrosa?”
Libre como el aire, respira su dignidad,
mira al frente, sin sentir al mundo,
que sólo rueda entre el bien y el mal:
“allí, las damiselas en lancería provocativa
se resguardan tras vitrinas, marchitas,
de vocabulario florido y enfundadas
en ropa que de milagros no cede
al volumen de sus carnosidades,
permanecen a la entrada de sus aposentos,
esperando el vuelo frágil del mejor postor”;
y a la distancia, todo sigue su marcha
con cadenas, años de espera,
fruto de marañas de oro y tierra,
horizontes sin ruidos,
noches de miradas sin sueños,
praderas, ojos cerrados de las estrellas,
cristales de los pensamientos jugando
en el aire frío con el azul paisaje extendido.
Después el silencio, el recuerdo: un sueño,
un hijo, los amantes, sus compañías,
el trabajo, su recorrido, vida en su entrega,
minutos, trances, la soledad y el olvido.
Medio siglo de desfiles: camas envueltas de humo:
de hastío, de manchas negras con
[lámparas de invierno,
de animales invisibles, reprimidos y pasajeros,
de lágrimas sin lágrimas;
de pesado acero en olas de encajes,
de nubes indiferentes y ajenas,
de movimientos apagados,
alas al borde del final del camino.
Distancia, verdadera distancia,
misteriosas raíces, el principio de otro viaje,
rostros de profundidad del derramado sol,
de muchos soles, la verdadera caricia perdida
atraviesa el tiempo sin derramar una sola gota;
ya empieza la huída: todo lo vuelve a vivir,
todo lo vuelve a borrar:
“si sola vine al mundo, porqué no habría de irme
[de la misma manera”.
mi cuerpo es demasiado glorioso
que maliciosos no pueden tocarlo,
sus puertas encierran mi belleza
y sobre el fondo,
se ilumina la novia sentada en una
fuente de oro
reflejo del espejo de mi alma.”
Ricardo Serna Gutiérrez
LA ENTREVISTA
A: “La Dragona” (la decana de
las damiselas—un oficio
sin horario- de un barrio
de mala nota, con 64 años
de edad)
Lleva el pelo y las cejas en un rojo encendido,
dentadura postiza alineada color nacarado,
tez ambarina enmarcada con los surcos de la edad;
ropa discreta, al descubierto su humilde y rica potestad;
su habitación estrecha, cama, mesa, silla
y estantes empotrados en la pared.
“Aquí como ven, tan señora grande,
tengo mis clientes... me buscan,
no los atiendo por menos de doscientos pesos...
Estoy vieja, pero vienen,
¿será porque sigo sabrosa?”
Libre como el aire, respira su dignidad,
mira al frente, sin sentir al mundo,
que sólo rueda entre el bien y el mal:
“allí, las damiselas en lancería provocativa
se resguardan tras vitrinas, marchitas,
de vocabulario florido y enfundadas
en ropa que de milagros no cede
al volumen de sus carnosidades,
permanecen a la entrada de sus aposentos,
esperando el vuelo frágil del mejor postor”;
y a la distancia, todo sigue su marcha
con cadenas, años de espera,
fruto de marañas de oro y tierra,
horizontes sin ruidos,
noches de miradas sin sueños,
praderas, ojos cerrados de las estrellas,
cristales de los pensamientos jugando
en el aire frío con el azul paisaje extendido.
Después el silencio, el recuerdo: un sueño,
un hijo, los amantes, sus compañías,
el trabajo, su recorrido, vida en su entrega,
minutos, trances, la soledad y el olvido.
Medio siglo de desfiles: camas envueltas de humo:
de hastío, de manchas negras con
[lámparas de invierno,
de animales invisibles, reprimidos y pasajeros,
de lágrimas sin lágrimas;
de pesado acero en olas de encajes,
de nubes indiferentes y ajenas,
de movimientos apagados,
alas al borde del final del camino.
Distancia, verdadera distancia,
misteriosas raíces, el principio de otro viaje,
rostros de profundidad del derramado sol,
de muchos soles, la verdadera caricia perdida
atraviesa el tiempo sin derramar una sola gota;
ya empieza la huída: todo lo vuelve a vivir,
todo lo vuelve a borrar:
“si sola vine al mundo, porqué no habría de irme
[de la misma manera”.