La gruta
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
- Óscar Distéfano
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La gruta
En aquella remota tarde, tras harto tiempo de vivir en las grutas y cerca de los ríos, mi curiosidad despertada por la vastedad de la tierra y la urgencia de dioses, me incitaron a errar por la región, acudir al llamado de las infinitas llanuras, de las montañas imponentes, de los follajes secretos y oscuros donde viven las bestias solitarias. Una melodía de los vientos persiste en mis oídos. Me guiaba.
El invierno había caído súbitamente sobre quienes no aprendimos aún las leyes cíclicas de las estaciones. El frío traspasaba mi áspera piel y el ya escaso vello de mi cuerpo. Coincidentemente, el hambre empezaba a inquietarme, a impedir el ocio. La búsqueda se volvió, entonces, doble necesidad de búsqueda.
La tarde tenía un color plomizo, el ámbito pareció eternizarse entre los árboles, sobre las ramas secas, como si el invierno hubiera llegado para siempre y nunca más lograsen regresar los pájaros.
Con mi torva figura caminé leguas de sombrías soledades, de bosques vírgenes, perdido de cualquier depredador. Mi corazón palpitaba con las ramas quietas. Me movía entre los árboles enormes, ajeno a la obsesión de un rumbo, de un itinerario, a una nítida idea de mi búsqueda. Como la lava en la ladera, sólo sentía el impulso de seguir.
De pronto, frente a la barrera de una montaña azul, donde la tempestad dormitaba con sus rayos, oí un coro de extraña disonancia, como si familiares seres estuvieran pugnando en cofradía.
Me agazapé, aceché y agucé los oídos. No alcanzaba a descifrar las voces que me llegaban. Me acerqué cauteloso y creció el vocerío. Empecé a distinguir: carcajadas divinas, quejas humanas, gritos demenciales, llantos, alegrías: extraño aquelarre de sonidos. Observé temeroso detrás de los arbustos y mis ojos se sorprendieron de ver tal espectáculo: tendidos en un grisáceo escampado, frente a una enorme gruta abierta en la montaña azul, se solazaban los espectros de mi espíritu, los duendes de mis sueños, los monstruos de mis pesadillas. Algunos de rara belleza, otros horribles y multiformes, parecían retozar en la intemperie, entregados a disfrutar del tibio sol del crepúsculo.
El espanto me nubló la débil conciencia. Sufrí en un éter de memoria exhumada. Mis instintos se enardecieron. Mi bestialidad afloró. No entendía si había llegado a los infiernos. Levanté mi torpe estatura, enceguecido por la posibilidad de la estampida, desconfiando de los extraños rostros que me miraban, y me dirigí agresivo y feroz hacia ellos. Habitantes de la gruta, las ignotas criaturas habían salido, burlando el cautiverio, para encender el caos de mi condición humana. Sabían que sentía frío y que el hambre retorcía mis tripas. Sabían que por siglos de los siglos seguiré encadenado a las necesidades naturales. Sabían de mi condición mortal y me lanzaban sus mofas inmortales.
Miré el interior de la gruta; y a pesar de la tentación del abrigo y de las delicias eternas que en ella entrevía, agradecí el miedo a su oscuridad misteriosa, a la turbación que me hizo consciente del peligro. Entonces, los rodeé con gritos tronantes, con gruñidos bestiales —uh, uh, uh— con las cruces de mis brazos, arreándolos nuevamente hacia la gruta. Aunque rebeldes, ellos obedecieron. A empellones sometí a los últimos engendros de mi libre albedrío. ¡Vi sus imágenes danzar en la sombra! Cerré la entrada con grandes piedras, di por suspendida mi búsqueda, deseando encontrarme solo con mi cuerpo, con mi materia, y volví jadeante sobre mis pasos.
Hoy, cientos de milenios después, en la fría mañana de invierno, frente a una acogedora chimenea, luego de haber comido y dormido bien durante la jornada, no me atrevo aún a reemprender mi búsqueda, y menos a desalojar la entrada.
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Me ha gustado pasar parte de la prima noche leyendo "La gruta".
Analiza, por ponerte un ejemplo, la construcción de inicio: "mi curiosidad despertada por la vastedad de la tierra". Parece un verso de San Juan de la Cruz: "salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada etc". Coño Óscar que estamos en el siglo XXI.
Creo que te has quedado a mitad de camino entre la prosa poética no intencionada y la narración realista, concepto amplio que daría para dos páginas de comentario, y creo que no es lugar para ello.
En fin, mi estimado, que me ha gustado la idea que pretendías exponer pero no la forma de hacerlo.
Con todo mis respeto y aprecio te mando un cordial saludo.
elPrior
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- Óscar Distéfano
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E. R. Aristy escribió:Muy interesante narrativa, Oscar El simbolo de la gruta es poderoso. Me gusto, me enredo a veces, pero me gusto mucho. Me gusta mucho el tema de la búsqueda del yo supremo(? ) Me parecio muy bueno darle tanto poder cerebral, cognitivo al hombre de las cavernas. Ese simio-hombre o hombre-simio. Darle toda esa capacidad de presentir la interminable capacidad de las regiones de su cerebro donde está el hombre humano escondido ( y se yo que es realmente el hombre-divino). JEJEJE. Que vengan mas escritos , Oscar, debo resaltar también que el hombre que describes en su viaje evolutivo(? ), ya satisfecho sus necesidades elementales, sigue siendo el mismo hombre de la caverna por temor a enfrentarse con quien es el, en todo su misterio.
Me ha gustado pasar parte de la prima noche leyendo "La gruta".
Tu comentario es para mí un inestimable honor, Roxane. Bien sabes que todo lo que escribimos no cobran vida hasta que llegan a las manos del lector. Y siempre tenemos dudas sobre la calidad de lo que escribimos. Lo que tu comentario me dio es la certeza de que el relato no fue escrito en vano. Si a ti, una de las personas más sólidas en estas cuestiones, opinas que el relato es interesante, me quedo conforme. Te agradezco tu predisposición, tu tiempo y tu calidez.
Un abrazo grande.
Óscar
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- Óscar Distéfano
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Armilo Bretón escribió:Mi estimado Óscar, el concepto/eje de la narración es muy interesante. Una mezcla de Platón y prozac; donde partiendo de la yugular de Atapuerca se intuye la idea de Don Pedro Calderón de la Barca en su obra La vida es sueño. Pero le falta concreción en la mirada. Cuando se dispara la flecha hay que cerrar un ojo y concentrarse en el centro de la diana para impactar al lector. La narración no deja de ser literatura, divertimento en todas sus formas posibles. No podemos aburrir a las dos frases. Estamos en un relato corto y me ha dado la sensación de una novela de cincuenta páginas.
Analiza, por ponerte un ejemplo, la construcción de inicio: "mi curiosidad despertada por la vastedad de la tierra". Parece un verso de San Juan de la Cruz: "salí sin ser notada estando ya mi casa sosegada etc". Coño Óscar que estamos en el siglo XXI.
Creo que te has quedado a mitad de camino entre la prosa poética no intencionada y la narración realista, concepto amplio que daría para dos páginas de comentario, y creo que no es lugar para ello.
En fin, mi estimado, que me ha gustado la idea que pretendías exponer pero no la forma de hacerlo.
Con todo mis respeto y aprecio te mando un cordial saludo.
elPrior
Tomaré nota de esta crítica con toda seriedad, dado el respeto con que ha sido expuesta, y dado en que creo en tus honestas intenciones, compañero Armilo. Trataremos de ver en qué forma pueda ayudarme para seguir aprendiendo el arte de escribir. No puedo responder puntualmente porque yo no defiendo mis obras.
Saludos.
Óscar
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Re: La gruta
Óscar Distéfano escribió:La gruta
En aquella remota tarde, tras harto tiempo de vivir en las grutas y cerca de los ríos, mi curiosidad despertada por la vastedad de la tierra y la urgencia de dioses, me incitaron a errar por la región, acudir al llamado de las infinitas llanuras, de las montañas imponentes, de los follajes secretos y oscuros donde viven las bestias solitarias. Una melodía de los vientos persiste en mis oídos. Me guiaba.
El invierno había caído súbitamente sobre quienes no aprendimos aún las leyes cíclicas de las estaciones. El frío traspasaba mi áspera piel y el ya escaso vello de mi cuerpo. Coincidentemente, el hambre empezaba a inquietarme, a impedir el ocio. La búsqueda se volvió, entonces, doble necesidad de búsqueda.
La tarde tenía un color plomizo, el ámbito pareció eternizarse entre los árboles, sobre las ramas secas, como si el invierno hubiera llegado para siempre y nunca más lograsen regresar los pájaros.
Con mi torva figura caminé leguas de sombrías soledades, de bosques vírgenes, perdido de cualquier depredador. Mi corazón palpitaba con las ramas quietas. Me movía entre los árboles enormes, ajeno a la obsesión de un rumbo, de un itinerario, a una nítida idea de mi búsqueda. Como la lava en la ladera, sólo sentía el impulso de seguir.
De pronto, frente a la barrera de una montaña azul, donde la tempestad dormitaba con sus rayos, oí un coro de extraña disonancia, como si familiares seres estuvieran pugnando en cofradía.
Me agazapé, aceché y agucé los oídos. No alcanzaba a descifrar las voces que me llegaban. Me acerqué cauteloso y creció el vocerío. Empecé a distinguir: carcajadas divinas, quejas humanas, gritos demenciales, llantos, alegrías: extraño aquelarre de sonidos. Observé temeroso detrás de los arbustos y mis ojos se sorprendieron de ver tal espectáculo: tendidos en un grisáceo escampado, frente a una enorme gruta abierta en la montaña azul, se solazaban los espectros de mi espíritu, los duendes de mis sueños, los monstruos de mis pesadillas. Algunos de rara belleza, otros horribles y multiformes, parecían retozar en la intemperie, entregados a disfrutar del tibio sol del crepúsculo.
El espanto me nubló la débil conciencia. Sufrí en un éter de memoria exhumada. Mis instintos se enardecieron. Mi bestialidad afloró. No entendía si había llegado a los infiernos. Levanté mi torpe estatura, enceguecido por la posibilidad de la estampida, desconfiando de los extraños rostros que me miraban, y me dirigí agresivo y feroz hacia ellos. Habitantes de la gruta, las ignotas criaturas habían salido, burlando el cautiverio, para encender el caos de mi condición humana. Sabían que sentía frío y que el hambre retorcía mis tripas. Sabían que por siglos de los siglos seguiré encadenado a las necesidades naturales. Sabían de mi condición mortal y me lanzaban sus mofas inmortales.
Miré el interior de la gruta; y a pesar de la tentación del abrigo y de las delicias eternas que en ella entrevía, agradecí el miedo a su oscuridad misteriosa, a la turbación que me hizo consciente del peligro. Entonces, los rodeé con gritos tronantes, con gruñidos bestiales —uh, uh, uh— con las cruces de mis brazos, arreándolos nuevamente hacia la gruta. Aunque rebeldes, ellos obedecieron. A empellones sometí a los últimos engendros de mi libre albedrío. ¡Vi sus imágenes danzar en la sombra! Cerré la entrada con grandes piedras, di por suspendida mi búsqueda, deseando encontrarme solo con mi cuerpo, con mi materia, y volví jadeante sobre mis pasos.
Hoy, cientos de milenios después, en la fría mañana de invierno, frente a una acogedora chimenea, luego de haber comido y dormido bien durante la jornada, no me atrevo aún a reemprender mi búsqueda, y menos a desalojar la entrada.
Me ha gustado mucho la voz del Origen, el simbolismo de la gruta (vagina-madre, inconsciente salvaje) y ese viaje interior adentro que preconizas con las emociones más primarias. Yo no veo demasiado realismo aunque se nombren las vísceras y el remolino de las pulsiones. Hay más bien onirismo incondicional, monstruos tercos, afines, desgarrados. Podría ser hasta la psique enferma de un filósofo brillante o la superficie rugosa de un entendimiento limítrofe. Por lo tanto la riqueza se amplia, se introduce en la mente lectora para suscitar, para impelir.
El texto no pretende ser absolutamente contemporáneo, por lo tanto cada siglo cuenta; de hecho, estoy convencida, que nuestro imaginario soporta una carga de infinitas vidas.
Sí que hay poesía, pero bienvenida sea ésta siempre en las narraciones humanas.
Mientras leía recordaba La piel Fría, novela de Alberto Sanchez Piñol de la cual escribí una pequeña reseña personal en este mismo foro de prosa (septiembre, 2014). La realidad allí, también era una sombra magnetizada por la consciencia, por la pureza del miedo, por la interioridad más desnuda.
Felicitaciones, querido Óscar y gracias por compartir.
Abrazos.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
- Ventura Morón
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Las imágenes son de gran fuerza, y transmiten toda esa introspección y ese onirismo que parece apoderarse de un consciente que camina desnudo, frágil y a la vez, titánico.
Un fuerte abrazo
- Óscar Distéfano
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Re:
Maria Pilar Gonzalo escribió:Es una maravilla encontrar tanta belleza al narrar, tanta hermosura en cada frase. Realmente se agradece encontrar un lenguaje tan armónico y con tanto significado.
Un placer de lectura.
Abrazos.
Luego de un tiempo, vuelvo por estos lares, y aprovecho para agradecerte de corazón tu comentario. Tu aprobación incondicional me llena de satisfacción porque, bien sabes, apreciada compañera, lo difícil que es escribir un relato más o menos coherente, y lo fácil que es sentirse descorazonado ante una crítica destructiva.
Un abrazo fraterno.
Óscar
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- Arturo Rodríguez Milliet
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Re: La gruta
Por otro lado, concuerdo con Hallie, esa narración puede contener construcciones y estilos de todas las épocas, porque representa la conciencia evolutiva de la especie y, en esta dimensión, también nos propones el concepto del pensamiento atemporal. Es poco lo que se narra en relación con el universo caleidoscópico que abres en la imaginería del lector, quien podría proponerse múltiples alternativas sobre los posibles significados que ese hombre primitivo podría atribuir a las escenas que presencia; en este punto, tu "traductor automático" detiene la descripción del pensamiento y pasa, directamente, a la descripción de sus acciones impulsivas y primarias dominadas por el miedo... Brillante!
Hay mucha más punta que sacarle al análisis de intención-resultados de este excepcional micro relato que, si bien podría desarrollarse como una deliciosa novela, cumple maravillosamente bien con los múltiples propósitos de un buen microrrelato: atrapa, embeleza, entretiene, sorprende, te hace reflexionar y te deja con esa sensación de querer un poco más.
Un último comentario, para mí, el relato termina antes de las dos últimas líneas que, si bién no están nada mal como cierre, limita al lector a una sola conclusión, muy válida pero limitante al fin.
Te felicito Óscar, con un sentido y fuerte abrazo.
Si los sumas y divides entre dos, obtendrás su promedio...
ese soy yo. Mucho gusto!