El Verdadero Cuervo
Publicado: Lun, 26 May 2008 17:35
El Verdadero Cuervo
A Melville
El mar es un pájaro, un cuervo con un ojo cerrado, la momia de un jazmín persa
El mar es clarividente, huele a mimbre tibio, a bolsa de sombra, a clavel bajo la rueda, huele a mosca sobre el terciopelo, a agua sin rosas
Huele a manos, a cuevas abiertas, a silencio de la luz fría
Lo veo maniatado, haciendo equilibrio como un oso sobre un paraguas, lo veo brillante como el asta, afilando la brisa contra una daga china
Lo veo a través de la uva de la lluvia, y lo toco
El mar es una panza, un mono que pela la luna, el color pesado de la noche cuando cae arrodillada
Tengo un mar en la sortija, guardado como un pelo de conejo, peinado, movedizo como un invento, electrocutado, dulce
Cuando ando en bicicleta entre las piedras altas y blancas, lo llevo colgado del bolsillo como un dije egipcio, lo escucho silbar un vals, lo quiero
Sobre todo lo quiero
Mi cuerpo es la lengua contenida entre los labios de los dos mares que cierran la boca de América, soy la palabra del indio que el mar va a decir en el crepúsculo, soy olor a menta y a nube blanca, la huella del ala en la curva
Por eso te regalo una varilla de olor de mar envuelta, un pavo de mar en una caja de zapatos, uñas del mar
Te regalo el beso del sapo de mar dado en un embudo negro
Te regalo el sexo del mar que es de hueso, de elementos de hierro rascados a la estrella muerta
Mientras vivo voy buscando el aliento del mar, el manojo modular, el retroceso del pie, la madera apacible de la ola horadada, voy en procura del fuego del agua, del azufre púrpura de la baba del mar
El mar es un guinche, el paso del tren por Viena, la ocupación, el vino lujurioso de la literatura
El mar es una carta, un guiño del pecho, un escarabajo que trepa una mazorca, la mejilla de la reina del hielo
No hay amor sin el mar a cuatro pasos, ni jardines sin picadillo de mar en la cresta
No hay vidrios sin células de mar en la piel, ni gargantas sin mar
El mar es el lenguaje del tiempo, un reloj de fiesta, el trino de la frutilla emplumada
El mar es la visita de la brújula al algodón, un ataúd de aspas
Rafael Teicher
A Melville
El mar es un pájaro, un cuervo con un ojo cerrado, la momia de un jazmín persa
El mar es clarividente, huele a mimbre tibio, a bolsa de sombra, a clavel bajo la rueda, huele a mosca sobre el terciopelo, a agua sin rosas
Huele a manos, a cuevas abiertas, a silencio de la luz fría
Lo veo maniatado, haciendo equilibrio como un oso sobre un paraguas, lo veo brillante como el asta, afilando la brisa contra una daga china
Lo veo a través de la uva de la lluvia, y lo toco
El mar es una panza, un mono que pela la luna, el color pesado de la noche cuando cae arrodillada
Tengo un mar en la sortija, guardado como un pelo de conejo, peinado, movedizo como un invento, electrocutado, dulce
Cuando ando en bicicleta entre las piedras altas y blancas, lo llevo colgado del bolsillo como un dije egipcio, lo escucho silbar un vals, lo quiero
Sobre todo lo quiero
Mi cuerpo es la lengua contenida entre los labios de los dos mares que cierran la boca de América, soy la palabra del indio que el mar va a decir en el crepúsculo, soy olor a menta y a nube blanca, la huella del ala en la curva
Por eso te regalo una varilla de olor de mar envuelta, un pavo de mar en una caja de zapatos, uñas del mar
Te regalo el beso del sapo de mar dado en un embudo negro
Te regalo el sexo del mar que es de hueso, de elementos de hierro rascados a la estrella muerta
Mientras vivo voy buscando el aliento del mar, el manojo modular, el retroceso del pie, la madera apacible de la ola horadada, voy en procura del fuego del agua, del azufre púrpura de la baba del mar
El mar es un guinche, el paso del tren por Viena, la ocupación, el vino lujurioso de la literatura
El mar es una carta, un guiño del pecho, un escarabajo que trepa una mazorca, la mejilla de la reina del hielo
No hay amor sin el mar a cuatro pasos, ni jardines sin picadillo de mar en la cresta
No hay vidrios sin células de mar en la piel, ni gargantas sin mar
El mar es el lenguaje del tiempo, un reloj de fiesta, el trino de la frutilla emplumada
El mar es la visita de la brújula al algodón, un ataúd de aspas
Rafael Teicher