Al final del viaje
Publicado: Lun, 25 May 2015 1:40
Cuando hasta el aire tiembla a mi alrededor
y los ancianos muestran los rostros hundidos
en la fisura que quiebra el blanco silencio;
cuando se pudre la yema del huevo en la espuma
y una cruz secciona la sonrisa laureada de un padre...
... Cuando se parte el mineral de las arterias violáceas,
diseccionando la pétrea radiactividad de la sangre…
… Entonces... Siento la zozobra del vientre amortajado,
derramándose en el cuenco de una mirada sin fondo;
veo las cúpulas de las catedrales de vidrio soterradas,
y las extremidades, desarticuladas, recomponiendo rostros
-sujetos al cordón de acero de un ombligo maternal,
que ilumina los huesos incoloros de la carne sepultada
y macerada en la ciénaga de los plateados hipocampos-.
Cuando truena desde su pulpa el recuerdo
e irrumpe la alborada sonrojada en los ojos,
horriblemente descosidos y mutilados;
cuando el escalofrío de la mañana baña los paladares
e ilumina un salón repleto de esqueletos apagados...
... Cuando la escarcha tibia del miedo se deshace en los labios,
besando la nieve pura del húmedo sueño eterno...
... Entonces... Entonces, sólo puedo balbucear mi propia redención,
pronunciando las palabras blancas e inmaculadas:
Piedad y compasión.
y los ancianos muestran los rostros hundidos
en la fisura que quiebra el blanco silencio;
cuando se pudre la yema del huevo en la espuma
y una cruz secciona la sonrisa laureada de un padre...
... Cuando se parte el mineral de las arterias violáceas,
diseccionando la pétrea radiactividad de la sangre…
… Entonces... Siento la zozobra del vientre amortajado,
derramándose en el cuenco de una mirada sin fondo;
veo las cúpulas de las catedrales de vidrio soterradas,
y las extremidades, desarticuladas, recomponiendo rostros
-sujetos al cordón de acero de un ombligo maternal,
que ilumina los huesos incoloros de la carne sepultada
y macerada en la ciénaga de los plateados hipocampos-.
Cuando truena desde su pulpa el recuerdo
e irrumpe la alborada sonrojada en los ojos,
horriblemente descosidos y mutilados;
cuando el escalofrío de la mañana baña los paladares
e ilumina un salón repleto de esqueletos apagados...
... Cuando la escarcha tibia del miedo se deshace en los labios,
besando la nieve pura del húmedo sueño eterno...
... Entonces... Entonces, sólo puedo balbucear mi propia redención,
pronunciando las palabras blancas e inmaculadas:
Piedad y compasión.