Un cielo para amar
Publicado: Mar, 19 May 2015 7:56
El pintor de esencias, que esculpe levedades
y rozando la verdad de un instante, compone el equilibrio,
la existencia que se abraza al miedo, a la ira o a una trampa,
a aquello que emite pureza y descubre entre el color y la expresión de una nube,
es estadio confuso de las almas o el palpito de la ternura.
Ese cielo que constantemente se crea y multiplica la frecuencia de los honores,
alineando la comunión convexa de los sueños que sin salir de sí mismos,
aproximan a los hombres al patio de sus delirios.
Esa pausa que la felicidad dejó atada y se expresa en un beso que por único
conforma el algoritmo de un retrato que yace en sus camas vacías
y explica cómo perdura aquello que intimida al alma seduciendo.
Un cielo que hereda de los ríos las muertes agónicas que se deslizan
y recoge entumecido y anonadado las lagrimas, en el pulcro espejo del dolor
y en la dureza que vemos o imaginamos en la resurrección de un pájaro, del bien o de la vida.
O esa brisa inventada que renueva, que eleva el color de mil miradas
y persigue los restos de de los honores que en la alfombra que clarea tiemblan
y encuentra en el adentro del mismo yo, ese principio o la precisión
o el instinto de sus causas o el motivo que impide el hundimiento,
y aunque torcido y desecho revive, para volver a soñar ese beso
o el amor que solo se esconde en un cuento
o la palidez de las miradas
o la hierba entre las plantas
que exalta la fuerza, de esta vida que evita lasciva sus definiciones
para concluir en cada uno de sus días.