Del mar
Publicado: Sab, 15 Dic 2007 17:25
“Rumor del mar, que más allá de ti
el no nombrado amor, te engendra siempre”
J. A. Valente
El áspero vaivén del mar sobre las olas, el rápido enfriar del día y la pausada noche casi hiriente, casi piedra o porcelana sobre el mundo. Tú acostumbrabas a asomarte hasta mi pecho para saber qué soledad te acompañaba en el temor, yo te aguardaba ante la bruma, ante la forma a veces cruz o a veces frío de las horas, que lentas se exiliaban de la luz. Era fugaz el tiempo, era neblina o testimonio del amor, del casi amor que nos mordía entre los labios y al borde de la lengua.
Los edificios de la zona levantaban su recia arquitectura, los árboles poblaban sus ausencias de pájaros de escaso vuelo y atolondradas alas. Yo te escribía un cuento de ficción y de locuras. Te dibujaba el tiempo en las raíces de las manos, y tú me pronunciabas en el sueño.
Queda la noche. Ya todo lo creado se disuelve en el color oscuro del silencio, y queda la noche. Queda el sonido azul de la palabra y de las olas, de los crujidos y del musgo, que a veces nos llamó. Queda la despoblada sombra de tu cuerpo debajo de mi cuerpo, queriendo ser condena que buscara a cada instante. Quedan las manos y el rocío. El frío casi número infinito contándose en los días que se escriben, para partir o desecharnos del olor en la memoria.
No puede el mar sino ser un recuerdo. No puede su indomable desazón, sino ser laberinto que nos pierda. Que abrevie poco a poco en el vaivén los hijos del amor siempre exiliado. Que duela como un pájaro en el grito. Que nombre tu silencio algunas veces en mi nomBre.
el no nombrado amor, te engendra siempre”
J. A. Valente
El áspero vaivén del mar sobre las olas, el rápido enfriar del día y la pausada noche casi hiriente, casi piedra o porcelana sobre el mundo. Tú acostumbrabas a asomarte hasta mi pecho para saber qué soledad te acompañaba en el temor, yo te aguardaba ante la bruma, ante la forma a veces cruz o a veces frío de las horas, que lentas se exiliaban de la luz. Era fugaz el tiempo, era neblina o testimonio del amor, del casi amor que nos mordía entre los labios y al borde de la lengua.
Los edificios de la zona levantaban su recia arquitectura, los árboles poblaban sus ausencias de pájaros de escaso vuelo y atolondradas alas. Yo te escribía un cuento de ficción y de locuras. Te dibujaba el tiempo en las raíces de las manos, y tú me pronunciabas en el sueño.
Queda la noche. Ya todo lo creado se disuelve en el color oscuro del silencio, y queda la noche. Queda el sonido azul de la palabra y de las olas, de los crujidos y del musgo, que a veces nos llamó. Queda la despoblada sombra de tu cuerpo debajo de mi cuerpo, queriendo ser condena que buscara a cada instante. Quedan las manos y el rocío. El frío casi número infinito contándose en los días que se escriben, para partir o desecharnos del olor en la memoria.
No puede el mar sino ser un recuerdo. No puede su indomable desazón, sino ser laberinto que nos pierda. Que abrevie poco a poco en el vaivén los hijos del amor siempre exiliado. Que duela como un pájaro en el grito. Que nombre tu silencio algunas veces en mi nomBre.