Amistad fugaz
Publicado: Mar, 14 Abr 2015 1:23
Amistad fugaz
Mi recuerdo se pierde en la hojarasca del camino, aunque a cada tanto, detalles de aquella noche inolvidable, irrumpen, como deuda antigua, para impedir la prescripción. Algunos ecos regresan amplificados por la añoranza.
Una inesperada y copiosa lluvia sigue oliendo a pasto de calle y ozono.
El autobús se ha perdido en la esquina del tiempo pero no el áspero sonido de su claxon.
Cual diosa generosa, la luna sigue derrochando su claridad eléctrica.
Los árboles gotean sus murmullos de vida natural.
Gracias al convite de una vieja amiga, esa noche fue un descanso en el tráfago de la vida. A poco de ser presentados, congeniamos y disfrutamos la mera existencia y la amistad. Casi no recuerdo su rostro, pero sí su risa sonora y franca. Y su nombre. Se llamaba Benjamín.
Aquella fue la única visita. Pasaron más de treinta años. Las imágenes del recuerdo repiten sus idénticas escenas con variaciones casi imperceptibles.
Siempre me mira con la misma edad. Todos hemos envejecido, pero mi amigo Benjamín persiste sentado en su cómoda poltrona, vital, dicharachero, sonriente, soñador, en su reino de etérea inmortalidad en mi memoria.
Mi recuerdo se pierde en la hojarasca del camino, aunque a cada tanto, detalles de aquella noche inolvidable, irrumpen, como deuda antigua, para impedir la prescripción. Algunos ecos regresan amplificados por la añoranza.
Una inesperada y copiosa lluvia sigue oliendo a pasto de calle y ozono.
El autobús se ha perdido en la esquina del tiempo pero no el áspero sonido de su claxon.
Cual diosa generosa, la luna sigue derrochando su claridad eléctrica.
Los árboles gotean sus murmullos de vida natural.
Gracias al convite de una vieja amiga, esa noche fue un descanso en el tráfago de la vida. A poco de ser presentados, congeniamos y disfrutamos la mera existencia y la amistad. Casi no recuerdo su rostro, pero sí su risa sonora y franca. Y su nombre. Se llamaba Benjamín.
Aquella fue la única visita. Pasaron más de treinta años. Las imágenes del recuerdo repiten sus idénticas escenas con variaciones casi imperceptibles.
Siempre me mira con la misma edad. Todos hemos envejecido, pero mi amigo Benjamín persiste sentado en su cómoda poltrona, vital, dicharachero, sonriente, soñador, en su reino de etérea inmortalidad en mi memoria.