Aurora (Microrrelato XXVIII)
Publicado: Mié, 08 Abr 2015 17:12
XXVIII
Infinitamente tú, infinitamente mía; así te quise desde la primera vez en que te vi. Llevabas un vestido azul turquesa y tu cabellera la coronaba una cinta de oro que encendiese aún más el presuroso sol. Gozabas del albor en tus mejillas y atesorabas entre las manos flores que habías recogido de los prados. Aquel día en que te conocí pregunté titubeante:
-¿Cómo te llamas, muchacha?
-Aurora-respondiste tú.
Y una fragancia de lirios lo envolvió todo con su candidez.
-Aurora-repitieron mis labios sin querer. Y aquel murmullo festejó nuestro encuentro.-¡Hermoso nombre!
¡Hermoso nombre! ¡Y cuánto me conduelo, ahora que no te tengo, de haberlo pronunciado! Todavía conservo el anillo que te compré, uno con una amatista sobre plata labrada, ese que jamás llegué a introducir en tu dedo.
Apenas dieciséis años tenía tu donoso talle que se erguía igual a un junco en el arroyo. Apenas dieciséis años para amarte, para adorarte. Apenas dieciséis años para buscar en ti un ideal irrealizable, ese ideal que la pena sepulta.
Infinitamente tú, infinitamente mía; así te quise desde la primera vez en que te vi. Llevabas un vestido azul turquesa y tu cabellera la coronaba una cinta de oro que encendiese aún más el presuroso sol. Gozabas del albor en tus mejillas y atesorabas entre las manos flores que habías recogido de los prados. Aquel día en que te conocí pregunté titubeante:
-¿Cómo te llamas, muchacha?
-Aurora-respondiste tú.
Y una fragancia de lirios lo envolvió todo con su candidez.
-Aurora-repitieron mis labios sin querer. Y aquel murmullo festejó nuestro encuentro.-¡Hermoso nombre!
¡Hermoso nombre! ¡Y cuánto me conduelo, ahora que no te tengo, de haberlo pronunciado! Todavía conservo el anillo que te compré, uno con una amatista sobre plata labrada, ese que jamás llegué a introducir en tu dedo.
Apenas dieciséis años tenía tu donoso talle que se erguía igual a un junco en el arroyo. Apenas dieciséis años para amarte, para adorarte. Apenas dieciséis años para buscar en ti un ideal irrealizable, ese ideal que la pena sepulta.