Pandémica y celeste ( Gil de Biedma )

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M. Sánchez
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Pandémica y celeste ( Gil de Biedma )

Mensaje sin leer por M. Sánchez »

Me da un poco de pudor dejar en este foro un poema tan importante y, en muchos ámbito, tan conocido como es Pandémica y celeste, pero creo que para aquellas personas que no lo conozcan y no hayan tenido por tanto la ocasión de leerlo, será una suerte poder hacerlo aquí. Este poema es a juicio de importantes poetas contemporáneos uno de los mejores poemas que se han escrito en los últimos cien años. Y yo, que siempre he opinado de la misma manera, me sumo a ese parecer.



Pandémica y celeste


Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector -mon semblable,-mon frère!


Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo a otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir -aunque sea nada más que un momento-
igual deslumbramiento que a los veinte años !
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
-con cuatrocientos cuerpos diferentes-
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.


Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones…
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma -en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la langueur goûtée à ce mal d’être deux.
Sin despreciar
-alegres como fiesta entre semana-
las experiencias de promiscuidad.


Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.


Su juventud, la mía,
-música de mi fondo-
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.


Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.


Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.
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Ventura Morón
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Mensaje sin leer por Ventura Morón »

Gracias por traer este poema Manuel, atraviesa leerlo, indagar en las debilidades, que son tambien y al mismo tiempo, los más grandes disfrutes, y reconocer el sabor de la vida que pasa, las oportunidades de conocerse a través de los otros, el valor del cuerpo, y muchas más cosas, no quiero extenderme porque me quedaría en cualquier caso corto.
Es un placer pasar por aquí, en esta biblioteca virtual escogida. Gracias por campartir esta maravilla
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Óscar Distéfano
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re: Pandémica y celeste ( Gil de Biedma )

Mensaje sin leer por Óscar Distéfano »

A propósito de este post de Manuel, creo que este análisis que traigo del poema en cuestión, aclarará muchas dudas, y hará que resulte mucho más agradable de aprehender. En él se explican ciertas cuestiones que pueden pasar desapercibidas para un lector que desconozca este fenomenal trabajo de Gil de Biedma.


"Pandémica y celeste", intenso poema de amor de JAIME GIL DE BIEDMA

http://blogs.periodistadigital.com/


Prometimos incluir algunos versos del vate barcelonés. ¿Y qué mejor título que uno de los más bellos poemas de erotismo y amor que se han escrito en castellano? Como es largo (hemos contado casi 100 versos) lo trocearemos, con pequeñas introducciones.

En imagen, la diosa griega del amor Afrodita. A ella alude Gil de Biedma en el título de hoy, "Pandémica y celeste". Se refiere el poeta catalán, siguiendo a Platón en "El convite", a las dos modalidades de Eros que representa la divinidad griega (que se llamará Venus en Roma):

Afrodita Pandemos (Vulgar o Común, en castellano). Seduce desde lo corporal, el deseo, la pasión... Amor puramente erótico, al que se accede a través de múltiples y diversas experiencias. Es la más joven de las dos.

Afrodita Celeste (hija de Urano, dios del cielo). Seduce desde el alma y, ¿porqué no?, también desde el cuerpo. Favorece la fidelidad a un único amor, espiritualizado. Es la más antigua de las dos divinidades.

Como veremos a lo largo del poema, integra Gil de Biedma ambas energías como ideal a vivir.



"PANDÉMICA Y CELESTE"


Inicia sus versos Jaime seduciendo, sugestionando al lector. "Imagínate..." "que tú y yo..." "Imagínatelo..." "en una de esas noches memorables / de rara comunión..." Difícil escaparse a los mágicos pases del poeta, que nos está robando la atención y el afecto. Pero súbitamente nos golpea el autor con una indecente propuesta: te voy a enseñar mi corazón "desnudo de cintura para abajo..." Y para remate un insulto: "Hipócrita lector..." (Algún sobresaltado oyente acaso haya adivinado ya que sólo está citando versos de Baudelaire.) No temas: tú y yo nos parecemos en esto del sexo, somos como hermanos...:

Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector “–mon semblable”, “–mon frère”!


Devoto de Afrodita Pandémica, sueña y resueña con la Venus Celeste que le otorgue, más allá del desahogo hormonal, el dulce, tierno, desinteresado amor que tanto necesita su corazón. Se confiesa resbalando del uno al otro confín de la experiencia amorosa: desde la fría soledad de la cama vacía al fatigoso maratón de diferentes cuerpos noche a noche. Pero esos cuerpos son libros que leer en braille de erotismo (aquí parafrasea versos de John Donne):

Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
¡Si yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir –aunque sea nada más que un momento–
igual deslumbramiento que a los veinte años!

Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
–con cuatrocientos cuerpos diferentes–
haber hecho el amor. Que sus misterios,
como dijo el poeta, son del alma,
pero un cuerpo es el libro en que se leen.



Y enumera golosamente, como quien revisa un album de fotos familiares, abundantes ocasiones de encuentro erótico. El tono es exaltado, como un himno, y se van entreverando situaciones festivas, como "aquel atardecer cerca del río / desnudos y riéndonos, de yedra coronados", con otras más vulgares, como "definitivas noches en pensiones sórdidas" y recuerdos "de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos..." El amor mercenario se cita como de paso. En el increíble poema "Contra Jaime Gil de Biedma" escribirá con saña contra su yo maldito: "Si no fueras tan puta!".

Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma –en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la “langueur goûtée à ce mal d'être deux”.
Sin despreciar
–alegres como fiesta entre semana–
las experiencias de promiscuidad.



Desde la seguridad de un amor dulce, continuado, libre, recíproco, no teme Gil de Biedma la vejez ni la muerte. Aunque ya no son jóvenes, los entregados adoradores de Afrodita Celeste, recuerdan otros tiempos de pasión y fiebre amorosa. Y en cada roce, en cada beso, en cada mirada, evocan un pasado de juventud y fuego. Posiblemente se refería a "Pandémica y celeste" el poeta empresario cuando, respondiendo a F. Campbell explicaba: "Sólo he escrito un poema de amor en toda mi carrera literaria. Los demás son poemas sobre la experiencia amorosa."

Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.

Su juventud, la mía,
–música de mi fondo–
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.

Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
–mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.



Los últimos versos reflejan con emocionada lucidez todo lo anteriormente escrito. Sobre la piel reseca del ser amado, borrosa al pie de las cataratas, se posarán los labios dulces del poeta, "invocando la imagen de su cuerpo / y de todos los cuerpos que una vez amé." Y suplica a la diosa del amor fuerza "para poder vivir / sin belleza, sin fuerza y sin deseo...", para morir en paz, juntos los dos... Se le adelantó el final antes de la vejez (falleció con sólo 60 años). Pero llegó a alcanzar la luz definitiva en los cálidos brazos del fiel amante, como refleja hermosamente la película de Monleón.

Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.
Nuestro destino no es llegar a la última estación, sino ser arrojado del tren.



http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
M. Sánchez
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Mensaje sin leer por M. Sánchez »

Ventura Morón escribió:Gracias por traer este poema Manuel, atraviesa leerlo, indagar en las debilidades, que son tambien y al mismo tiempo, los más grandes disfrutes, y reconocer el sabor de la vida que pasa, las oportunidades de conocerse a través de los otros, el valor del cuerpo, y muchas más cosas, no quiero extenderme porque me quedaría en cualquier caso corto.
Es un placer pasar por aquí, en esta biblioteca virtual escogida. Gracias por campartir esta maravilla

Ventura, me alegra mucho que hayas disfrutado de este poema, como lo hago yo cada vez que lo leo.

Un fuerte abrazo.
M. Sánchez
Mensajes: 4458
Registrado: Sab, 10 Dic 2011 16:21
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Mensaje sin leer por M. Sánchez »

Óscar, qué buen análisis nos dejas, amigo. Ha sido un acierto hacernoslo llegar , y un gusto su lectura.

Un fuerte abrazo,
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Javier Dicenzo
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Registrado: Mié, 12 Mar 2008 1:19
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Mensaje sin leer por Javier Dicenzo »

Manuel, gran trabajo, me parece que es una búsqueda de un universo de amor, por momentos ardiente por momentos la búsqueda o el encuentro del amor, pero todo el poema me parece una indagación de lo humano y la pareja, un placer pasar por este gran poema.
javier
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