Editorial Alaire

Ya he digerido la ternera dura,
con sabor a agua y pienso.
Una china preciosa, con una frente enorme,
los ojos muy juntos,
la nariz de cerdo,
el torso plano.
Una china a la que amaría para siempre.
Somos dignos de adoración,
del etnocentrismo,
de hacer el amor
con las dueñas de los locutorios
en la cabina cuatro.
Elijo a mi esposa
en la sala de espera
de la Seguridad Social.
Comemos yuca y arepas
mientras mi cuñado
toca las maracas.
Mi novia albina
frie salchichas
y hace chistes referentes
al tamaño de mi sexo.
Bebemos cerveza caliente
al sol
de la capital de España.

Joder, tío. Qué casualidad que esté ahora escribiendo esto desde un locutorio que tiene también internet, y la tía que está en el mostrador me está poniendo un poco burrosqui (aunque yo estoy lejos de la cabina 4).

Buen poema. Gran hallazgo el de elegir a nuestra esposa en la Seguridad Social. Me apunto.

Hasta pronto.