Dioses
Publicado: Jue, 22 May 2008 12:06
Ya cierta pluma me dijo que vendría un ave de otro mundo a posar suavemente su garra en mi ojo,
ya cierta pluma como un viso de vuelo en que pugnaron ángeles y dragones,
y hasta los oscuros bardos que abandonan los puentes para ascender como buitres hambrientos del fragor,
no de los restos.
(eso me lo confesaron.)
Y luego supe del parecido entre una pluma y una escama,
entre el réptil y el pájaro,
y asocié a ese par la muerte del maniqueo lápiz que dibuja siempre las cruces detenidas,
no girando,
no cruces.
Del albor que el niño aserta sin esbozo, nace la madre y la hija y la medalla sin reverso,
donde mi boca se deja pintar por el dorado trazo de un ala que acuesta cielo y charco en una estrella,
como párpado que se cierra
dócil bajo la mano promisoria de la mujer revelada y que digo mía
para saberme en la diosa.
Y diosa
es un arañazo en la lágrima,
una palabra exhumando la voz adoratriz que muerde al ídolo del ídolo,
como un labio desplomado en el espejo;
diosa es la condición humana hurtada al cetro,
a la joya deíctica,
al yo
que se sabe tú sin tolerarse,
sin otra sumisión que el darse gajo a gajo
para completar lo indivisible.
Diosa, el amor que me hace un hombre.
Diosa, el dolor que me hace un dios.
ya cierta pluma como un viso de vuelo en que pugnaron ángeles y dragones,
y hasta los oscuros bardos que abandonan los puentes para ascender como buitres hambrientos del fragor,
no de los restos.
(eso me lo confesaron.)
Y luego supe del parecido entre una pluma y una escama,
entre el réptil y el pájaro,
y asocié a ese par la muerte del maniqueo lápiz que dibuja siempre las cruces detenidas,
no girando,
no cruces.
Del albor que el niño aserta sin esbozo, nace la madre y la hija y la medalla sin reverso,
donde mi boca se deja pintar por el dorado trazo de un ala que acuesta cielo y charco en una estrella,
como párpado que se cierra
dócil bajo la mano promisoria de la mujer revelada y que digo mía
para saberme en la diosa.
Y diosa
es un arañazo en la lágrima,
una palabra exhumando la voz adoratriz que muerde al ídolo del ídolo,
como un labio desplomado en el espejo;
diosa es la condición humana hurtada al cetro,
a la joya deíctica,
al yo
que se sabe tú sin tolerarse,
sin otra sumisión que el darse gajo a gajo
para completar lo indivisible.
Diosa, el amor que me hace un hombre.
Diosa, el dolor que me hace un dios.