Editorial Alaire

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El pino de la Corona


Dondequiera que paro, Platero, me parece que paro bajo el pino de la Corona. Adondequiera que llego—ciudad, amor, gloria—me parece que llego a su plenitud verde y derramada bajo el gran cielo azul de nubes blancas. Él es faro rotundo y claro en los mares difíciles de mi sueño, como lo es de los marineros de Moguer en las tormentas de la barra; segura cima de mis días difíciles, en lo alto de su cuesta roja y agria, que toman los mendigos, camino de Sanlúcar.

¡Qué fuerte me siento siempre que reposo bajo su recuerdo! Es lo único que no ha dejado, al crecer yo, de ser grande, lo único que ha sido mayor cada vez. Cuando le cortaron aquella rama que el huracán le tronchó, me pareció que me habían arrancado un miembro; y, a veces, cuando cualquier dolor me coge de improviso, me parece que le duele al pino de la Corona.

La palabra magno le cuadra como al mar, como al cielo y como a mi corazón. A su sombra, mirando las nubes, han descansado razas y razas por siglos, como sobre el agua, bajo el cielo y en la nostalgia de mi corazón. Cuando, en el descuido de mis pensamientos, las imágenes arbitrarias se colocan donde quieren, o en esos instantes en que hay cosas que se ven cual en una visión segunda y a un lado de lo distinto, el pino de la Corona, transfigurado en no sé qué cuadro de eternidad, se me presenta, más rumoroso y más gigante aún, en la duda, llamándome a descansar a su paz, como el término verdadero y eterno de mi viaje por la vida.

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Espléndida la belleza de Platero y yo.

Gracias por traerla, Ventura.

Un abrazo

Si Pablo, amigo. Es un libro que sobrecoge, a mi a veces me emociona leerlo. Es difícil llegar a esa apropiación de la belleza, como él lo hace.
Lo voy leyendo a mis hijos todas las noches, un par de capítulos o tres antes de pasar a otro un poco más ligero. Les explico, cada significado que queda entre las palabras, y es un acontecimiento ir desentrañándolo.
Recuerdo que cuando leí este libro de pequeño, no entendía toda su belleza, quizás porque se me escapaban cosas. Hoy, leerlo a los pequeños, a través de su mirada, me permite escarbar en esa ternura inmensa, en ese paisaje único que pinta con una maravillosa naturalidad y belleza.
Un abrazo Pablo

Bellísimo "Platero y yo". Uno de esos libros que jamás pasarán de moda por su entrañable hermosura, su prosa poética majestuosa, su condición de ser libro para niños y adultos a la vez.

Es, desde luego, Ventura, un gran libro para leer a tus hijos.

Yo lo leí por primera vez a los ocho años de edad, con una amiga.

Luego resultó que era uno de los libros favoritos de Eduardo Apodaca (mi compañero poeta que murió en 2006).

Gracias por traer este fragmento aquí...

Un beso
Ana