CUANDO MUERE UNA ESPERANZA
Publicado: Mié, 11 Mar 2015 18:52
CUANDO MUERE UNA ESPERANZA
Pasaba por allí. Había gente, policías.
Llegaban ambulancias. Y me quedé mirando.
Era extraño.
Aquel hombre -a pesar de sus heridas-
tenía una expresión dulce en el rostro (según algunos
por la paz que sucede a un sufrimiento). De todas formas
puede que sean otros los factores
que causen el enigma.
Aquellos que, por suerte o por desgracia, sobrevivieron
a un percance terrible como ese, aseguran
que al paso atormentado por los primeros pisos
es cuando un cuerpo alcanza la máxima aceleración posible
debido al peso horrible de la angustia. Comentan, que después,
se percibe algo así como un estado de gracia inexplicable
al dejarse llevar por el vértigo de algún recuerdo
hermoso en esta vida: el de un amor, el de un amigo, o el de un pensamiento
muy dulce y positivo: la imagen de una madre, un padre o un hijo
que se abrazan de pronto a nuestro espíritu.
Cercanas ya las lonjas y portales,
sentimientos aún más intensos dicen que retienen, frenan,
amortiguan un tanto la caída. Y a un palmo del asfalto,
afirman que se siente algo humano y comprensible:
una duda, un querer volver atrás, como un arrepentimiento
fugaz y transitivo, que nos incita asirnos a un momento
crucial en nuestra vida (y que imprime en nuestro rostro
ese gesto de paz y de abandono).
Pasaba por allí.
Por eso, desde aquella tarde,
acostumbro a llevar en los bolsillos alguna carta
de amor o de familia, el apunte de una fecha
feliz e inolvidable y una cruz
que llevo desde niño, y además,
en la cartera, varias fotos de amigos y de sitios
a los que alguna vez juré llamar
o prometí volver, es decir, algo a lo que agarrarme
por si la vida un día me coloca al borde de una cornisa
y con los pies, a un paso del abismo.
--oOo--
Pasaba por allí. Había gente, policías.
Llegaban ambulancias. Y me quedé mirando.
Era extraño.
Aquel hombre -a pesar de sus heridas-
tenía una expresión dulce en el rostro (según algunos
por la paz que sucede a un sufrimiento). De todas formas
puede que sean otros los factores
que causen el enigma.
Aquellos que, por suerte o por desgracia, sobrevivieron
a un percance terrible como ese, aseguran
que al paso atormentado por los primeros pisos
es cuando un cuerpo alcanza la máxima aceleración posible
debido al peso horrible de la angustia. Comentan, que después,
se percibe algo así como un estado de gracia inexplicable
al dejarse llevar por el vértigo de algún recuerdo
hermoso en esta vida: el de un amor, el de un amigo, o el de un pensamiento
muy dulce y positivo: la imagen de una madre, un padre o un hijo
que se abrazan de pronto a nuestro espíritu.
Cercanas ya las lonjas y portales,
sentimientos aún más intensos dicen que retienen, frenan,
amortiguan un tanto la caída. Y a un palmo del asfalto,
afirman que se siente algo humano y comprensible:
una duda, un querer volver atrás, como un arrepentimiento
fugaz y transitivo, que nos incita asirnos a un momento
crucial en nuestra vida (y que imprime en nuestro rostro
ese gesto de paz y de abandono).
Pasaba por allí.
Por eso, desde aquella tarde,
acostumbro a llevar en los bolsillos alguna carta
de amor o de familia, el apunte de una fecha
feliz e inolvidable y una cruz
que llevo desde niño, y además,
en la cartera, varias fotos de amigos y de sitios
a los que alguna vez juré llamar
o prometí volver, es decir, algo a lo que agarrarme
por si la vida un día me coloca al borde de una cornisa
y con los pies, a un paso del abismo.
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