Editorial Alaire

Él tenía un párpado desnudo, y ella un botón en el ombligo. Él tenía un labio andariego, y ella una ceja nefelibata. Él llevaba lápices de colores en los bolsillos, y ella una goma mágica para borrar las cicatrices de las medias. Él le descosía los veranos a las faldas, y ella pintaba mandalas con sus labios de ibis rojo. Él deshojaba los pétalos de su rubor, y ella le escanciaba gotas de rocío. Él se hacía un nudo en la corbata, y ella se anudaba a su cuello de garza. Él tenía una nuez moscada en la garganta, y ella un fular malva. Él tenía ojos verde berilo, y ella en la frente un florín. Él se abrazaba al regazo de las rocas, y ella lamía carámbanos y gominolas con forma de corazón. Él contaba sus vértebras con el arco de la nariz, y ella le pedía un cuento para dormir. Él era el ruido de la ciudad, y ella la música de la naturaleza. Él dibujaba nidos en las ramas más altas de los árboles, y ella pintaba ases de picas en escayolas –siempre le gustó el arte efímero; los castillos ambulantes y el hielo derretido–. Él le decía “¿no es verdad?”, y ella terminaba cada frase con un “¿a que sí?”. Él hacía molinillos de viento con páginas arrancadas de revistas, y ella acariciaba su foto en la pantalla del ordenador. Él doblaba las rayas de las camisas, y ella hacía magia en la piel. Él cartografiaba los corazones, y ella le esperaba con su diario en la cueva de los nadadores. Él era un turista en su ciudad, y ella era extranjera en todas partes. Él era un náufrago de las horas, y ella era una luz a la deriva. Él era un autoestopista de veranos, y ella un ave de paso. Él era un viajero solitario, y ella un viaje sin destino. Él era el silencio de los números, y ella la geometría del helecho. Él pendía de un mástil, y ella le miraba desde el faro. Él entendía el amor como una gaviota –blanca escultura del mar–, y ella amaba las cerezas y los arándanos. Separados eran un cuadrado y un triángulo, dos figuras geométricas yuxtapuestas; juntos eran el sobre y la carta, la grafía ilegible del beso, una novela epistolar. (¿Sabrías dibujar un sobre abierto sin levantar el lápiz del papel?) Caminaban cogidos de la mano en noches solitarias; caminaban como sombras o funámbulos por los interminables paisajes de la voz. A veces también se sentaban en un banco junto al puente de Brooklyn a contemplar el suicidio del crepúsculo en las aguas negras del río Hudson o el idilio de la luna con la marea. Él era el Amor, y ella la Poesía. Él tenía un párpado desnudo, y ella le cerraba los ojos con un soplo de mar.

Él era el Amor, y ella la Poesía

Ella y Él, qué preciosidad, Óscar. Todo el poema es una belleza.
Mi enhorabuena y un fuerte abrazo.

Precioso oscar
gracias
Mil besos

Un despliegue de hermosas imágenes para describirnos esos paisajes de la voz. Me ha encantado, Oscar. Un abrazo.

Se aceleran las voces en la lectura. Como el tic-tac de un reloj, parecen no tener fin esos mares de semejanzas y encuentros, esa complementariedad y su reflejo en un espejo, creando una imagen que se multiplicara hasta el infinito y su eco.
Es un placer leerte Óscar. Un fuerte abrazo amigo

Deslumbrante, con una belleza que embriaga, Óscar.
Inseparables, juntos, prometidos para una eternidad que renueva votos en cada instante, en cada poema.
Por razones personales la mención del puente de Brooklyn y el Hudson me han tocado el corazón.

De pie para la ovación, amigo nuestro.

Abrazos.

Presente en tus letras, compañero. Con una carga de sutil ironía, le disparas a la prosa
a matar... jeje... besos, poeta apreciado.

Mitsy

Miguel Ángel Martínez Góm escribió:

Él era el Amor, y ella la Poesía

Ella y Él, qué preciosidad, Óscar. Todo el poema es una belleza.
Mi enhorabuena y un fuerte abrazo.

Gracias. Celebro que te haya gustado.

Un abrazo, Miguel Ángel.

curra anguiano escribió:Precioso oscar
gracias
Mil besos

Gracias a ti por comentar.

Un abrazo, Curra.

Rosa Marzal escribió:Un despliegue de hermosas imágenes para describirnos esos paisajes de la voz. Me ha encantado, Oscar. Un abrazo.

Me alegro de que hayas disfrutado del bancal de imágenes de estos paisajes.

Un abrazo, Rosa.

Las cosas que aparentan ser contrarias, en realidad se complementan, igual que el guante es el revés de la mano. Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Pepa

Ventura Ramos López escribió:Se aceleran las voces en la lectura. Como el tic-tac de un reloj, parecen no tener fin esos mares de semejanzas y encuentros, esa complementariedad y su reflejo en un espejo, creando una imagen que se multiplicara hasta el infinito y su eco.
Es un placer leerte Óscar. Un fuerte abrazo amigo

Este poema (que en realidad es un extracto de una obra mayor) es, como bien dices, un juego de espejos, un binomio o una dicotomía donde incluso los términos antagónicos se complementan.

Siempre es un placer recibir tus comentarios. Un fuerte abrazo, Ventura.

Hallie Hernández Alfaro escribió:Deslumbrante, con una belleza que embriaga, Óscar.
Inseparables, juntos, prometidos para una eternidad que renueva votos en cada instante, en cada poema.
Por razones personales la mención del puente de Brooklyn y el Hudson me han tocado el corazón.

De pie para la ovación, amigo nuestro.

Abrazos.

Al hilo de lo que dices, es curioso cómo el lector reinterpreta la obra y la hace suya creando nuevos significados a través de su mirada y de su trayectoria vital. Me gusta cuando eso ocurre y cuando me lo hacen saber.

Un fuerte abrazo, Hallie.

Mitsy Grey escribió:Presente en tus letras, compañero. Con una carga de sutil ironía, le disparas a la prosa
a matar... jeje... besos, poeta apreciado.

Mitsy

Bueno, no diría que es irónico, aunque aquí sí que me alejo todo lo posible de los convencionalismos y de lo que se entiende comúnmente por poesía, al menos en cuanto a su forma de presentación más canónica.

Un abrazo, Mitsy.

Josefa A. Sánchez escribió:Las cosas que aparentan ser contrarias, en realidad se complementan, igual que el guante es el revés de la mano. Me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Pepa

Así es. Aquí hay más complementariedad que antítesis. De todos modos, son términos indisolubles.

Un abrazo, Pepa.