Flores de tilo
Publicado: Dom, 08 Feb 2015 17:01
A la hora cuando los aviones hacían temblar tus senos
y el termómetro de la nada subía a tres grados de muerte por encima del beso
y la fragancia de los ahogados invadía la habitación con la última luz del día
como una falda de bruja, oh, como un diáfano cristal de la profanación,
a la hora del éxtasis de vidrio que consumía la tarde
recibí cuatro llamadas de la sombra perdida en el bosque.
Decía, ven, a tu alma la espera el lagarto de las lágrimas
dilatado sobre piedras de crepúsculo ven
amor mío que hay varios calvarios de cera
que persiguen la sonrisa de los elefantes
ven que se vuelve insoportable
el rezo de gnomos de las ventanas.
Pero yo soy el termómetro de la nieve, Louie
y no contesto sino a los sueños de lobo,
al olor de parafina que emanan las bocas de geisha.
Hiciste bien al subirte a mis hombros
ya que desde allí la obscenidad de las ardillas
que se acercan a los suicidas parece un eclipse de la rutina.
A la hora cuando los aviones hacían temblar tus senos
y los puentes del fracaso crujían bajo los pies de la gente
yo te pintaba los ojos de carmín y
envolvía la cicatriz de vampiro que mostraba tu iris
en una mortalidad densa como la de las flores de tilo.
y el termómetro de la nada subía a tres grados de muerte por encima del beso
y la fragancia de los ahogados invadía la habitación con la última luz del día
como una falda de bruja, oh, como un diáfano cristal de la profanación,
a la hora del éxtasis de vidrio que consumía la tarde
recibí cuatro llamadas de la sombra perdida en el bosque.
Decía, ven, a tu alma la espera el lagarto de las lágrimas
dilatado sobre piedras de crepúsculo ven
amor mío que hay varios calvarios de cera
que persiguen la sonrisa de los elefantes
ven que se vuelve insoportable
el rezo de gnomos de las ventanas.
Pero yo soy el termómetro de la nieve, Louie
y no contesto sino a los sueños de lobo,
al olor de parafina que emanan las bocas de geisha.
Hiciste bien al subirte a mis hombros
ya que desde allí la obscenidad de las ardillas
que se acercan a los suicidas parece un eclipse de la rutina.
A la hora cuando los aviones hacían temblar tus senos
y los puentes del fracaso crujían bajo los pies de la gente
yo te pintaba los ojos de carmín y
envolvía la cicatriz de vampiro que mostraba tu iris
en una mortalidad densa como la de las flores de tilo.