Editorial Alaire

Ni una luz cautivadora que recuerde el nombre.
Ni la imagen de una forma que adopte los pasos.
Aquellos que un día fueron más que sombras.
La piel es un desván que conserva los recuerdos,
y hoy, no me pertenece. Giro entre sus dunas sin sol,
mientras los ojos embrionarios buscan la salida,
deshilando el cordón umbilical que me retiene,
el mismo que antaño me devolvió a la vida.
Vuelve a sonreír, tú que habitas en el ajenjo,
entre las famélicas ramas del olvido.
Un pozo hueco por donde escapan las risas
que hicieron vibrar el prisma hoy descolorido.
Como la desnudez de una verdad que desaparece
entre las manos, también yo huyo de mi sombra.

Sombras que a días oscurecen hasta los recuerdos. Muy hermoso este poema de extrema melancolía. Me ha gustado mucho. Un abrazo, Miguel Ángel.

Miguel Ángel Martínez Góm escribió:
Vuelve a sonreír, tú que habitas en el ajenjo,
entre las famélicas ramas del olvido.
.

Me quedo con el, tal vez, único retazo de optimismo de este poema cargado de introspección y desaliento.
Salud.

Preciosa en su melancolía, esa sombra de la ausencia que hilvana el poema. Me gustó mucho, Miguel Ángel.

Un abrazo, amigo.

Miguel Ángel Martínez Góm, Leo tristeza y belleza en armónica simbiosis que hace muy grata la lectura. Mi aprecio, siempre!

Belleza y melancolía se dan la mano en estos versos. Un placer la lectura.
Un abrazo.
Pepa