Adagio para cuerdas

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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Óscar Bartolomé Poy
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Re: re: Adagio para cuerdas

Mensaje sin leer por Óscar Bartolomé Poy »

Óscar Distéfano escribió:Celebro este poema exquisito como celebro tu regreso, estimado tocayo. Es un mundo el que nos trasmites en este texto depuradísimo, de gran riqueza lingüistica y emocional. Es una vida de poderosa pasión la que nos cuentas. Es una elegía durísima y, al mismo tiempo, sublime. Me imagino lo que has sufrido, amigo. Hay una enorme catarsis que se derrama de este poema. Demos gracias a la vida que nos devuelve la posibilidad de reencontrarnos, cuando todo parece que lo hemos perdido. Este trabajo tuyo es un testimonio gigante sobre el espíritu de un ser humano duramente golpeado por el destino que, sin embargo, regresa de su infinita tristeza cantando. Te deseo paz y poesía, lo mejor para lo que vendrá, Óscar.

Un abrazo enorme.
Óscar

Te estoy muy agradecido por tu comentario, que traspasa lo meramente literario. Sé de tu grandeza humana y poética. Te recuerdo, cómo no, de mi anterior paso por aquí, y ha sido una alegría reencontrarme con tus letras.

Un abrazo, estimado Óscar.
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Óscar Bartolomé Poy
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Re: Adagio para cuerdas

Mensaje sin leer por Óscar Bartolomé Poy »

Luna de Nos escribió:
Óscar Bartolomé Poy escribió:

Dedicado a Sara Álvarez (In memoriam)

Recuerdo aquellas infinitas noches de febrero iridiscentes como púlsares.
Tú me sonreías con esos ojos de ágata donde hizo su palacio la luna,
y yo me sonrojaba como la víspera de un solsticio de verano, tímido,
enclavado en la distancia, mientras en mis oídos ovillaba el hilo ausente
de tu voz. Por entonces aún no sabía del orfeón de tu tristeza
ni del acueducto de tu infancia, huérfana y solitaria, pero algo en tu mirada
–un destello irisado, un reflejo opalino del beso en clandestinidad–
me decía que eras Mía, y esa certeza hacía que me estremeciera de belleza,
como siempre que escucho el Adagio para cuerdas de Barber.
No he olvidado cómo a tu lado los colores parecían más vivos, musicales,
y todo, incluso la lluvia sobre la hierba, sonaba diferente, más límpido,
más veraz, como ese sol propincuo que caracolea en el limo de los estanques
a la llegada del ocaso y espolea nenúfares en mis ojos ver-de-mar,
o las gaviotas que cantan al unísono como rubicundos tulipanes de Delft,
o la alborada que bisela gotas de rocío en el regazo de las hayas.
Cuando te necesitaba no tenía que silbarte, pues tu voz de lluvia
galopaba vagarosa desde la playa de San Lorenzo a mi Torre de Tubinga
con el muecín de las olas, y yo naufragaba en tu galerna de besos
como un recoleto Hiperión. Juntos escribimos la historia de dos ciudades,
dos ciudades con el mismo nombre, permutadas, siamesas,
extrañamente umbilicales: Tokyo y Kyoto; las sílabas de tu nombre
están contenidas en el mío, aunque no sean palíndromo. ¿Fue por eso,
tal vez, que dijiste que habías nacido para mí, aun cuando nadie te esperaba?
Pero yo sí te esperaba, sólo que aún no lo sabía.
Al anochecer, todas las estrellas de todas las galaxias brillan en tu frente
coriolana, y el fuego de Prometeo arde en mi boca dehiscente,
chisporroteando promesas de amor. Tú me soplabas y yo me dejaba mecer
por tu viento racheado de nostalgia, frágil como un cálamo.
¿Me dirás ahora que aún crees en las rosas cíngaras y en los males de ojo?
La música me ha enseñado que no hay muerte más atroz que tu silencio,
pues has de saber que este grito estrangulado que arpa la cadencia
del verso crece, como el musgo, en la gangrena de la soledad.
Cada vez que pienso en ti oigo a Debussy tocar el piano en un claro de luna,
los arpegios se ensortijan en fractales mientras acaricio tus cabellos de lino,
las nubes sestean como un fauno en una clave de sol, y nosotros,
atemperados, nibelungos, nos anillamos como esos lunes que no proyectan
sueños sobre la almohada porque yacen enterrados en una cárcava de amor.
Qué no daría yo por saberte feliz, como cuando te leí Llamas de Eróstrato
y tú pensaste en la lubricidad de los percebes. Pero ya no me enoja
que me llames grandilocuente. No pretendo ocultarlo. Es lo que soy.
Dios te hizo carne y Tú le diste poesía;
Dios te dio el Verbo y Tú predicaste su palabra en mi desierto.
Era otro tiempo, un tiempo en el que la música de Mozart era de un rosa palo,
los espejo-s-adulaban tu sencilla pose, pose de poetisa de Pompeya
–sin bucles ni redecilla en el pelo, pero con estilo
que busca con glauca mirada a Erato en el monte Helicón,
y en el cielo wagneriano, cerca de la comisura de tus labios,
esplendía un flavo lunar, tan pequeño y coqueto como aquella falda
de plátanos con la que Joséphine Baker bailaba el charlestón
en las noches impresionistas del Folies Bergère.

Óscar ante todo, me alegra leerte luego de todo este tiempo, tanto ya, según se vea claro está.
Es éste un poema inmenso, dicho esto desde lo que es el poema en sí, para quien desconoce la historia, tu historia, el amor de ustedes e inmensa para quienes, desde fuera y desde lejos, la leímos en los poemas que se dedicaron.
El poema brilla, como la luz de ese faro que tanto estuvo presente.
Todo lo que pueda decir es poco y no hace honor ni al poema, ni a lo que el mismo encierra, ni a ese amor que los encontró.
Un abrazo para ti, con el emocionado recuerdo a Sara, Luna.-


Ha sido mucho tiempo alejado de éste y de todos los foros poéticos. Tú conociste a Sara y su poesía y, hasta cierto punto, la relación que nos unía, así que puedes interpretar mejor que un lector neutral o no avisado la dimensión de esta obra.

La luz de su Faro siempre brillará, sí.

Un fuerte abrazo, Luna, y un placer volver a leerte. Que estés bien.
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Rafel Calle
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Mensaje sin leer por Rafel Calle »

Entraré de nuevo a comentar este bellísimo poema que le dedicas a Sara, tu queridísima Sara, con la que tuvimos la afortunada oportunidad de interrelacionarnos en Alaire. De momento, transmitirte que en un gran placer tenerte de vuelta en nuestro foro.
Abrazos.
M. Sánchez
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Mensaje sin leer por M. Sánchez »

Ha sido un placer este escrito, en el que el lenguaje y su manera de presentarse ante el lector invitan a la lectura. A esto se puede añadir la parte emocional, con referencias a una biografía que desconozco pero que, por lo que leo, es conocida dentro del foro.

Un fuerte abrazo.
E. R. Aristy
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Re: Adagio para cuerdas

Mensaje sin leer por E. R. Aristy »

Óscar Bartolomé Poy escribió:
Dedicado a Sara Álvarez (In memoriam)

Recuerdo aquellas infinitas noches de febrero iridiscentes como púlsares.
Tú me sonreías con esos ojos de ágata donde hizo su palacio la luna,
y yo me sonrojaba como la víspera de un solsticio de verano, tímido,
enclavado en la distancia, mientras en mis oídos ovillaba el hilo ausente
de tu voz. Por entonces aún no sabía del orfeón de tu tristeza
ni del acueducto de tu infancia, huérfana y solitaria, pero algo en tu mirada
–un destello irisado, un reflejo opalino del beso en clandestinidad–
me decía que eras Mía, y esa certeza hacía que me estremeciera de belleza,
como siempre que escucho el Adagio para cuerdas de Barber.
No he olvidado cómo a tu lado los colores parecían más vivos, musicales,
y todo, incluso la lluvia sobre la hierba, sonaba diferente, más límpido,
más veraz, como ese sol propincuo que caracolea en el limo de los estanques
a la llegada del ocaso y espolea nenúfares en mis ojos ver-de-mar,
o las gaviotas que cantan al unísono como rubicundos tulipanes de Delft,
o la alborada que bisela gotas de rocío en el regazo de las hayas.
Cuando te necesitaba no tenía que silbarte, pues tu voz de lluvia
galopaba vagarosa desde la playa de San Lorenzo a mi Torre de Tubinga
con el muecín de las olas, y yo naufragaba en tu galerna de besos
como un recoleto Hiperión. Juntos escribimos la historia de dos ciudades,
dos ciudades con el mismo nombre, permutadas, siamesas,
extrañamente umbilicales: Tokyo y Kyoto; las sílabas de tu nombre
están contenidas en el mío, aunque no sean palíndromo. ¿Fue por eso,
tal vez, que dijiste que habías nacido para mí, aun cuando nadie te esperaba?
Pero yo sí te esperaba, sólo que aún no lo sabía.
Al anochecer, todas las estrellas de todas las galaxias brillan en tu frente
coriolana, y el fuego de Prometeo arde en mi boca dehiscente,
chisporroteando promesas de amor. Tú me soplabas y yo me dejaba mecer
por tu viento racheado de nostalgia, frágil como un cálamo.
¿Me dirás ahora que aún crees en las rosas cíngaras y en los males de ojo?
La música me ha enseñado que no hay muerte más atroz que tu silencio,
pues has de saber que este grito estrangulado que arpa la cadencia
del verso crece, como el musgo, en la gangrena de la soledad.
Cada vez que pienso en ti oigo a Debussy tocar el piano en un claro de luna,
los arpegios se ensortijan en fractales mientras acaricio tus cabellos de lino,
las nubes sestean como un fauno en una clave de sol, y nosotros,
atemperados, nibelungos, nos anillamos como esos lunes que no proyectan
sueños sobre la almohada porque yacen enterrados en una cárcava de amor.
Qué no daría yo por saberte feliz, como cuando te leí Llamas de Eróstrato
y tú pensaste en la lubricidad de los percebes. Pero ya no me enoja
que me llames grandilocuente. No pretendo ocultarlo. Es lo que soy.
Dios te hizo carne y Tú le diste poesía;
Dios te dio el Verbo y Tú predicaste su palabra en mi desierto.
Era otro tiempo, un tiempo en el que la música de Mozart era de un rosa palo,
los espejo-s-adulaban tu sencilla pose, pose de poetisa de Pompeya
–sin bucles ni redecilla en el pelo, pero con estilo
que busca con glauca mirada a Erato en el monte Helicón,
y en el cielo wagneriano, cerca de la comisura de tus labios,
esplendía un flavo lunar, tan pequeño y coqueto como aquella falda
de plátanos con la que Joséphine Baker bailaba el charlestón
en las noches impresionistas del Folies Bergère.



Me llevó de este mundo. Se abrió ante mi una historia de amor sublime. Y la escuché en su música y en el recuerdo de otras piezas. Se recreó la vida en sus anchas con danza, buenos libros, colores y sabores que crecían en el huerto de su amor. Y lloré de alegría por todo ese caudal de intensas y gratas vivencias. La dedicatoria es que nos dice que toda esta maravilla es una realidad. Te felicito, Poy. ERA
Última edición por E. R. Aristy el Dom, 01 Feb 2015 22:50, editado 1 vez en total.
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Ramón Carballal
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Es un poema muy emotivo. Tuve la suerte de conocer la poesía de Sara y lamenté, aún sin conocerla, su perdida por su juventud y su talento. Me alegra tu vuelta y más si es con este brillante homenaje a una persona que dejó huella. Un abrazo.
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"El poema eres tú recomponiendo el espejo que cada día rompes".

"Comprender es unificar lo invisible".

"Elijo la lluvia, porque al derramarse, muere".
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Óscar Bartolomé Poy
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Manuel Alonso escribió:Hola Óscar, no se si te he leído algún poema, pero con éste lo dices todo, es grandioso, de léxico culto, de versos bellísimos, algunos ya destacados por compañeros, y luego el adagio in memoriam de Sara, como el poema, me han gustado mucho, amigo, un abrazo muy fuerte.

Creo que no he tenido el placer de coincidir contigo en ningún foro, así que dudo que hubieras leído algún poema mío con anterioridad a éste, a no ser que alguno de mis poemas publicados hace años fuera rescatado, claro está. Sea como fuere, te agradezco tu comentario y me siento halagado.

Un fuerte abrazo, Manuel.
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Macedonio Tracel escribió:el que es mirado aquí es el ser humano. un tejido hecho de abalorios y retazos, de recuerdos y ansias, de música, brillos y oquedades. lo disfruté.

Gracias por dejarme tu opinión, Macedonio. En efecto, todos los recuerdos son tejidos y retazos zurcidos por la aguja trémula de la pasión.

Saludos.
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Rafel Calle escribió:Entraré de nuevo a comentar este bellísimo poema que le dedicas a Sara, tu queridísima Sara, con la que tuvimos la afortunada oportunidad de interrelacionarnos en Alaire. De momento, transmitirte que en un gran placer tenerte de vuelta en nuestro foro.
Abrazos.

Tus comentarios, prolijos y minuciosos, amén de didácticos, siempre son bien recibidos, Rafel.

Gracias por darme la re-bienvenida al foro.

Un abrazo.
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Manuel Sánchez escribió:Ha sido un placer este escrito, en el que el lenguaje y su manera de presentarse ante el lector invitan a la lectura. A esto se puede añadir la parte emocional, con referencias a una biografía que desconozco pero que, por lo que leo, es conocida dentro del foro.

Un fuerte abrazo.

Así es. Llevo mucho tiempo sin entrar en el foro, pero hay algunas personas que ya estaban entonces y que conocen a grandes pinceladas el trasfondo que late detrás del poema.

Un abrazo, Manuel.
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Marisa Peral
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Re: Adagio para cuerdas

Mensaje sin leer por Marisa Peral »

[quote="Óscar Bartolomé Poy"]

Óscar, a mí como a muchos de los compañeros me ha pasado que la sorpresa ha inundado el corazón
La dedicatoria ya nos advierte que esto no es sólo poesía y sobrecoge el testimonio que este amor tan inmenso.
A pesar de que en un primer momento me quedé sin palabras, vuelvo a leer y una y otra vez veo que hay un gran poeta que vuelve y nos transmite, casi nos dibuja sus sentimientos.
Me alegro de este regreso -yo no estaba cuando ocurrio esto- y espero seguir leyéndote.
Un verdadero placer.
—-
Marisa Peral Sánchez
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Óscar Bartolomé Poy
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Re: Adagio para cuerdas

Mensaje sin leer por Óscar Bartolomé Poy »

E. R. Aristy escribió:
Óscar Bartolomé Poy escribió:
Dedicado a Sara Álvarez (In memoriam)

Recuerdo aquellas infinitas noches de febrero iridiscentes como púlsares.
Tú me sonreías con esos ojos de ágata donde hizo su palacio la luna,
y yo me sonrojaba como la víspera de un solsticio de verano, tímido,
enclavado en la distancia, mientras en mis oídos ovillaba el hilo ausente
de tu voz. Por entonces aún no sabía del orfeón de tu tristeza
ni del acueducto de tu infancia, huérfana y solitaria, pero algo en tu mirada
–un destello irisado, un reflejo opalino del beso en clandestinidad–
me decía que eras Mía, y esa certeza hacía que me estremeciera de belleza,
como siempre que escucho el Adagio para cuerdas de Barber.
No he olvidado cómo a tu lado los colores parecían más vivos, musicales,
y todo, incluso la lluvia sobre la hierba, sonaba diferente, más límpido,
más veraz, como ese sol propincuo que caracolea en el limo de los estanques
a la llegada del ocaso y espolea nenúfares en mis ojos ver-de-mar,
o las gaviotas que cantan al unísono como rubicundos tulipanes de Delft,
o la alborada que bisela gotas de rocío en el regazo de las hayas.
Cuando te necesitaba no tenía que silbarte, pues tu voz de lluvia
galopaba vagarosa desde la playa de San Lorenzo a mi Torre de Tubinga
con el muecín de las olas, y yo naufragaba en tu galerna de besos
como un recoleto Hiperión. Juntos escribimos la historia de dos ciudades,
dos ciudades con el mismo nombre, permutadas, siamesas,
extrañamente umbilicales: Tokyo y Kyoto; las sílabas de tu nombre
están contenidas en el mío, aunque no sean palíndromo. ¿Fue por eso,
tal vez, que dijiste que habías nacido para mí, aun cuando nadie te esperaba?
Pero yo sí te esperaba, sólo que aún no lo sabía.
Al anochecer, todas las estrellas de todas las galaxias brillan en tu frente
coriolana, y el fuego de Prometeo arde en mi boca dehiscente,
chisporroteando promesas de amor. Tú me soplabas y yo me dejaba mecer
por tu viento racheado de nostalgia, frágil como un cálamo.
¿Me dirás ahora que aún crees en las rosas cíngaras y en los males de ojo?
La música me ha enseñado que no hay muerte más atroz que tu silencio,
pues has de saber que este grito estrangulado que arpa la cadencia
del verso crece, como el musgo, en la gangrena de la soledad.
Cada vez que pienso en ti oigo a Debussy tocar el piano en un claro de luna,
los arpegios se ensortijan en fractales mientras acaricio tus cabellos de lino,
las nubes sestean como un fauno en una clave de sol, y nosotros,
atemperados, nibelungos, nos anillamos como esos lunes que no proyectan
sueños sobre la almohada porque yacen enterrados en una cárcava de amor.
Qué no daría yo por saberte feliz, como cuando te leí Llamas de Eróstrato
y tú pensaste en la lubricidad de los percebes. Pero ya no me enoja
que me llames grandilocuente. No pretendo ocultarlo. Es lo que soy.
Dios te hizo carne y Tú le diste poesía;
Dios te dio el Verbo y Tú predicaste su palabra en mi desierto.
Era otro tiempo, un tiempo en el que la música de Mozart era de un rosa palo,
los espejo-s-adulaban tu sencilla pose, pose de poetisa de Pompeya
–sin bucles ni redecilla en el pelo, pero con estilo
que busca con glauca mirada a Erato en el monte Helicón,
y en el cielo wagneriano, cerca de la comisura de tus labios,
esplendía un flavo lunar, tan pequeño y coqueto como aquella falda
de plátanos con la que Joséphine Baker bailaba el charlestón
en las noches impresionistas del Folies Bergère.



Me llevó de este mundo. Se abrió ante mi una historia de amor sublime. Y la escuché en su música y en el recuerdo de otras piezas. Se recreó la vida en sus anchas con danza, buenos libros, colores y sabores que crecían en el huerto de su amor. Y lloré de alegría por todo ese caudal de intensas y gratas vivencias. La dedicatoria es que nos dice que toda esta maravilla es una realidad. Te felicito, Poy. ERA

Gracias, ERA. Agradezco tu positiva valoración y, sobre todo, la originalidad del comentario. No dices mal, en este poema hay múltiples referencias, no ya sólo a mi propia biografía, sino también a piezas musicales, literarias y pictóricas que me han acompañado a lo largo de mi vida.

Saludos.
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Mensaje sin leer por Óscar Bartolomé Poy »

Ramón Carballal escribió:Es un poema muy emotivo. Tuve la suerte de conocer la poesía de Sara y lamenté, aún sin conocerla, su perdida por su juventud y su talento. Me alegra tu vuelta y más si es con este brillante homenaje a una persona que dejó huella. Un abrazo.

Así es. Como bien dices, Sara dejó una huella indeleble, y no sólo en mí, sino en todos aquellos que la conocieron, aunque sólo fuera a través de su poesía. Tú eres un buen ejemplo de ello.

Yo también celebro reencontrarme con tus versos. Un abrazo, Ramón.
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Re: Adagio para cuerdas

Mensaje sin leer por Óscar Bartolomé Poy »

Marisa Peral escribió:
Óscar Bartolomé Poy escribió:
Óscar, a mí como a muchos de los compañeros me ha pasado que la sorpresa ha inundado el corazón
La dedicatoria ya nos advierte que esto no es sólo poesía y sobrecoge el testimonio que este amor tan inmenso.
A pesar de que en un primer momento me quedé sin palabras, vuelvo a leer y una y otra vez veo que hay un gran poeta que vuelve y nos transmite, casi nos dibuja sus sentimientos.
Me alegro de este regreso -yo no estaba cuando ocurrio esto- y espero seguir leyéndote.
Un verdadero placer.

Dices bien, María. Esto no es sólo poesía. La poesía es sólo la música, el acompañamiento a un sentimiento tan elevado y excelso que es imposible transcribirlo a ningún lenguaje conocido. La poesía es lo que más se le aproxima.

El placer de conocerte es mío.
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Raul Muñoz
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re: Adagio para cuerdas

Mensaje sin leer por Raul Muñoz »

Suave y delicado como una sonata de Beethoven. Me encantó, Óscar, este poema lleno de música y emoción del alma.

Un abrazo.
Tu profecía, poeta.
-Mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra.

-¿Mas el arte?..
-Es puro juego,
que es igual a pura vida,
que es igual a puro fuego.
Veréis el ascua encendida.

Antonio Machado ( Proverbios y cantares ).

https://transitando-la-palabra.webnode.es/
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