Conocí su vida
Publicado: Mié, 28 Ene 2015 16:58
Abandonó la tierra que la tuvo vertical,
o doblada en juegos de entrañas vírgenes.
Quería escalar y beber de la cumbre blanca.
Vestida de fe comenzó el ascenso,
espesura entre las primeras piedras
que arqueaban los pies al tacto
con un latido vivificador
dejando aroma de tomillo
mientras la maduraba el tiempo.
Ya la primera herida fueron flores de aliaga
(a las que acariciaba el amarillo),
esas albas deshechas en silencio,
y ese manantial torrente
que la hundía al limo de sus ríos.
La primera caída que no soñaba,
el primer miedo a despeñarse
y desandar lo andado le hicieron mirar atrás.
Fugaces astros ante el saludo
que lloraban derrotas.
Pero se perseguía,
su vientre adoraba el nido del sueño
(que arrastraba a sus ojos sangre del alma)
Saber del mundo la expandía en un sentimiento nuevo.
Un día siente que se cansa, (es duro respirar con la mochila llena).
Ya sabe que el sol quema,
que la tormenta le lanza guijarros a su piel desprevenida
y que hay oscuridad ante las lágrimas,
pero tiene fe
en la alborada y sus semillas,
presiente que las aves cantaron para ella,
y los colores estrenaron su rostro.
Amó los aromas, la visión honda de los pueblos,
los frutos compartidos,
el aire en sus mejillas…
Un día el cuerpo y el espacio le dicen
que no vibran con su tiempo,
y que para el regreso le sobra la mochila
donde guarda los fósiles de sus años.
Sabe que no murió el gesto
al abrazarse al universo,
y da gracias a ese canto que el eco restituye
a los que desean oírle.
Ahora, sentada y con mirar sereno, solo habla de amor.
o doblada en juegos de entrañas vírgenes.
Quería escalar y beber de la cumbre blanca.
Vestida de fe comenzó el ascenso,
espesura entre las primeras piedras
que arqueaban los pies al tacto
con un latido vivificador
dejando aroma de tomillo
mientras la maduraba el tiempo.
Ya la primera herida fueron flores de aliaga
(a las que acariciaba el amarillo),
esas albas deshechas en silencio,
y ese manantial torrente
que la hundía al limo de sus ríos.
La primera caída que no soñaba,
el primer miedo a despeñarse
y desandar lo andado le hicieron mirar atrás.
Fugaces astros ante el saludo
que lloraban derrotas.
Pero se perseguía,
su vientre adoraba el nido del sueño
(que arrastraba a sus ojos sangre del alma)
Saber del mundo la expandía en un sentimiento nuevo.
Un día siente que se cansa, (es duro respirar con la mochila llena).
Ya sabe que el sol quema,
que la tormenta le lanza guijarros a su piel desprevenida
y que hay oscuridad ante las lágrimas,
pero tiene fe
en la alborada y sus semillas,
presiente que las aves cantaron para ella,
y los colores estrenaron su rostro.
Amó los aromas, la visión honda de los pueblos,
los frutos compartidos,
el aire en sus mejillas…
Un día el cuerpo y el espacio le dicen
que no vibran con su tiempo,
y que para el regreso le sobra la mochila
donde guarda los fósiles de sus años.
Sabe que no murió el gesto
al abrazarse al universo,
y da gracias a ese canto que el eco restituye
a los que desean oírle.
Ahora, sentada y con mirar sereno, solo habla de amor.