Maquinaria

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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Rafael Teicher
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Maquinaria

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Maquinaria

A Pablo Neruda y a Carl Sagan, faros de mi niñez




Una máquina iluminada y tibia como una rosa

En las manos del ogro, temblando de mundos, una maquinaria iluminada



El panal de un motor que ríe con un rayo atorado en el cuello

Alejandro Dumas enciende un puro en la peluquería y aspira la espuma como oliendo una torta o una enagua

Moriremos lo mismo

¡Moriremos!

La jaula morirá colmada de canutillos, los lunares del rostro de Scarlett Johansson morirán, el vapor de la papa en el plato, morirá

Estamos muriendo

Los bigotes del gato se doblan al viento como cañas de fuego pintado, las uñas crecen en los cofres y se enroscan en copos de tormenta

La muerte va con zapatillas rojas atadas a las pantorrillas con tentáculos

Es mujer la gran perra

Cuando una mujer se seca el pelo con una pistola plateada piensa en las frutillas, en los teléfonos transparentes, en el brillo de las lámparas, piensa en perfumes, en guantes, en cremas púrpuras que saben a palo santo, piensa en agua del cuenco de bambú, piensa en el sudor del pelo, en la manera de saltar de un espejo hasta el siguiente

La mujer es el viento que juega con la falda de la mujer, y aun es menos densa, es la trenza hecha con sombras que huelen a guindas, es el vaso con cogote de cigüeña que arbitra un choque de labios, es un bonete

La mujer no muere nunca, junta

Junta pianos sin muelas en una bolsa de juguete

Junta edificios con helicópteros verdes que caben en un bolsillo

Junta campanas y las encierra en cajas infinitas hasta callarlas

Junta anclas y cámaras partidas, junta goma sangrienta, peines cagados por palomas negras, junta bombas de las que crecen dentro de la lluvia, y junta estrellas rotas

Hace broches chinos con la punta quebrada de la estrella, hace lagartos para el pelo, chismes envueltos, masa de alma, llanto de peces, y hace barro

La muerte sabe entrar en la curva como una azada, sabe plegarse

Es como una anémona que se echa panza arriba sobre un cuero de bisonte, y canta

La muerte mira televisión con las piernas sobre un catre tijera, y engulle globulitos dulces con las manos

Afuera hay antenas que buscan los platos y hay un crepúsculo que atrapa los aviones con su llanto de crema

La lluvia golpea en el pecho del gallo muerto abriendo cuevas ante las linternas que crepitan como sapos

Las cuerdas huelen a lluvia, a jopo peinado con sebo, a sombreros y a clavos derramados

La mujer del tren se para en un dedo sobre el pico de un clarinete

Da vueltas los brazos hacia los planetas para entregarles sus colores mágicos

Bajo los puentes las hadas orinan de pie como varones y se secan el sudor del vientre

Las hadas mueren bajo los puentes, al lado de un leño prendido con un chorro de sombra, y dejan un paquete

Un paquete de gladiolos atados de dos en dos como soldados

Un paquete de luna rascada a la urna del ojo del asesino, un tímpano que espera el frío beso de una virgen



La arena está vacía

La playa se ha hecho con reloj picado

Los muslos se derriten como el nylon cuando caen al mar, se desmadran como la cola del crepúsculo

Encuentras flautas de madera bajo la arena cuando le escapas a la muerte

Encuentras una espada que asciende y un sueño enredado en un trozo de sonido, encuentras cifras que crecen como rúcula en la peluca de las aguas, y encuentras una mano

Los imanes se han mojado y decides encerrarlos en un zapato colorado

Cuando corres las perchas en el perchero y silbas, tu padre colgado de las garras te sonríe como el cuerpo de un títere gris en el medio del armario

¿A qué hieden los caños? ¿Hieden a carne, a exprimido de lluvia, a gota de aceite que recorre la nalga?

Lo cierto es que el armario es una explosión, una aventura en los corales negros del aroma a muerte

De pronto se te ocurre que si consigues extraer del hígado de un pájaro una gota de perfume y humedecer con ella un espejito, vencerás a la muerte

Se te ocurre que los rombos de las cartas son inmortales y que los relámpagos tienen el poder de crear orejas

Los libros de geología no pueden morir, estás seguro

Los pedazos de locomotora que tapa la barba del mundo no pueden volverse de pronto una varilla de humo

No, no mueren

Te preguntas si las hormigas que transportan tomates hasta los pozos negros temen conocerse hasta el punto en que tú temes

¿Por qué no cogen la piel del dedo del amante que cayó en el charco?

Como si supieran algo, así van las hormigas, van marchando

Y tú nada sabes, incluso desbaratas con el bastón la geometría del pelaje de la vida buscando el brillo cerebral de alguna luz adormecida

La muerte teme al aceite y no al revólver, teme las medias enrolladas en el muslo, teme a los limones y no a la herida

Si te matas habrá más luz, mayor definición de contornos, todo estará completo como un trompo inmóvil

Desde que has nacido se te ha estado abriendo un órgano picante en el hueso de la frente, una pelota de tenis más pesada, mojada en sangre de ciervo y titilante

Sabes todas las cosas suavemente, tienes un nido por pensamiento, o que tu pensamiento es nidoso, nidal, anidado

Juntas las palmas ante la albahaca como ante un buda, adoras el cristal

La capa de la maga muerte es como un paracaídas que has despegado de un sauce y que llevas en el traje como un rulo, como una lágrima enfundada en seda

Fumas y comes chocolates mirando las estrellas

Fumas escuchando a los grillos, recordando la chispa azul de la rueda, fumas para no morir mientras no hay brisa, sino a pleno viento, como los gallos

Walt Whitman va en tu cinto dando brincos como una bala o como un barco

Escuchas al carro que atropella una colonia de margaritas, oyes el rugido del horno, el rotar de las almohadas, las canillas que intentan treparse a los espejos

Oyes la turbina



Sueles comparar a Dios con una hélice

Cada boca es un peldaño, cada dibujo es un brote de fuego, cada gen una corrida, y cada máquina es un canto

Iluminado



Rafael Teicher
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