Tu nombre era tus ojos rubios
y las frondosas marcas de dolor de asilos,
prisiones de las que yo entendía su inhospitable frío,
escuálidos bultos donde debían estar tus alas,
y te amé por esa hambre de abrazos
que la soledad mordía.
Fallaron tus manos,
y en vez de una caricia a mi cuello de orquídea,
tus dedos degollaron cada fragmento de luz,
cada acertijo,
cada pistilo de tus ojos rubios
se hundió en las frondosas marcas del dolor,
con frío, entre escuálidos bultos
cayeron mis alas,
junto a tu nombre,
holograma de orquídeas
de tantas formas
en tantas veces
cada fragmento del hambre de tus brazos-
de tantas formas moría.
E. R. Aristy