Editorial Alaire

1

En las mañanas de invierno no me llames;
estaré esperándote
aunque me encuentres dormido,
no será tu risa loca la que conmigo acabe,
ni será el salvaje ritmo de mi corazón dolido.

Cobarde, me llevarás a tu aposento, cobarde,
eres la musa y la destrucción que va conmigo,
cuando mi ilusión en el fuego arde.

2

Hoy estás frío, y me recuerdas aquella boca
que quedó entre mis labios y el olvido;
me miró aquella niña tan hermosa,
mis ojos desde entonces están heridos.

Hoy estás frío como los ángeles de piedra,
pero arde tu recuerdo en mi memoria,
cantando una canción de primavera
que me trajo el mar en una caracola.

Ya ha llovido y bastante, desde aquel año que escribiste éstas dos glosas entre el amor y la muerte.
Me gustó el juego que hacias por entonces, con esas rimas asonantadas.
Un placer la lectura.
Saludos.

Ya empezaba a carburar algo en esto de escribir. Estos dos poemas, había un tercero, poco más que insoportable que no he podido destruirlo aunque lo deseara.

Era un muchacho feliz, pero estaba acompañando a mi cuñada en un hospital, le habían extirpado las amígdalas, y me puso muy triste eso de sentir sus dolores y el ambiente tan frío hospitalario. No podía dejar de pensar en Julio, un amigo que había fallecido en un accidente de moto. Sólo me permitiré cambiar tres versos de estos dos poemas, lo haré cuando se me ocurran.

Gracias, Quinteño, me caes genial. Te lo mereces.

Un abrazo.

Hermoso e interesante trabajo de Enrique.

... de cómo ya, en el 77, estimado F. Enrique, - atendiendo alos conceptos - habías entreverado y catalogado el sufrimiento como sino de vida y cómo, de otra parte, - y eso se encuentra a todo lo largo de tu lindo libro "Poema de la duda" - siemnpre aparece un resquicio, por muy pequeño que sea, por el que se tiende a la luz y a la liberación; dos fuerzas contrapuestas, cual Eros y Tánatos, pero que el poeta domeña en sus versos con elegancia, solvencia y autoridad y así las plasma; el poema de hoy abría dichas puertas aquí comentadas; felicitaciones, pues, amigo. Orión

F. Enrique escribió:1

En las mañanas de invierno no me llames;
estaré esperándote aunque me encuentres dormido,
no será tu risa loca la que conmigo acabe,
ni será el salvaje ritmo de mi corazón dolido.

Cobarde, me llevarás a tu aposento, cobarde,
eres la musa y la destrucción que va conmigo,
cuando mi ilusión en el fuego arde.

2

Hoy estás frío, y me recuerdas aquella boca
que quedó entre mis labios y el olvido;
me miró aquella niña tan hermosa,
mis ojos desde entonces están heridos.

Hoy estás frío como los ángeles de piedra,
pero arde tu recuerdo en mi memoria,
cantando una canción de primavera
que me llevó hasta el mar en una ola.

Maravilloso poema, Enrique! Un abrazo, ERA