La nostalgia nos muerde como un perro.
Publicado: Sab, 17 May 2008 15:30
La nostalgia nos muerde como un perro.
A Suzanne Ivonne, Karla Irina y Karina Aimée, mis hijas.
Mis niñas, yo que he visto a la maga en su negro corcel
correr por las anchas estepas hacia al abismo.
Las hadas, con sus alitas de gelatina transparente,
salir del oscuro follaje amazónico, minas esmeraldinas,
arco iris que explotan en millones de flores.
La eterna sinfonía del infinito mar-cielo.
Yo que he visto el genio palpable en la tinta,
y ahora en los píxeles digitales de la nueva era.
El amor se tritura en el azul-gris de la nostalgia.
Yo que las he tocado intensamente, saciadamente,
evocativas memorias recurrentes, el genio…
¿Qué podría deciros, mis niñas?
El amor os dará las alegrías merecidas
y también las angustias que oprimen el corazón
para hacerlo renacer como un nuevo día.
La sabiduría añeja que consume el augusto paseo
del tiempo, enemigo del hombre, imperdonable.
Salgan, mis niñas, a recoger sus palabras,
los artículos indispensables, los adjetivos innumerables,
a conjugar sus verbos y doblegar los sujetos.
Salgan a tirar pétalos en versos, sus colores vibrantes,
a buscar sus poesías por el aire fresco de la mañana.
A recoger el poema ahogado que llega con las olas.
El piano está callado y el violín no llora.
Es como que ha llegado la hora, el momento
de dejar de ser uno mismo.
La nostalgia nos muerde como un perro.
O tal vez, es la hora mágica de veros
expandir vuestras alas, de desempaquetar
los armiños de vuestros ojos,
de llevar al usurero la inocencia irreprochable.
Yo creo que sí. El alto roble ha echado sus raíces
a lo más profundo de su vida. Ha crecido
y sus ramas lentamente pierden su brillo,
cada hoja que cae en sus otoños fríos,
cada retoño en sus primaveras de esperanza…
A Suzanne Ivonne, Karla Irina y Karina Aimée, mis hijas.
Mis niñas, yo que he visto a la maga en su negro corcel
correr por las anchas estepas hacia al abismo.
Las hadas, con sus alitas de gelatina transparente,
salir del oscuro follaje amazónico, minas esmeraldinas,
arco iris que explotan en millones de flores.
La eterna sinfonía del infinito mar-cielo.
Yo que he visto el genio palpable en la tinta,
y ahora en los píxeles digitales de la nueva era.
El amor se tritura en el azul-gris de la nostalgia.
Yo que las he tocado intensamente, saciadamente,
evocativas memorias recurrentes, el genio…
¿Qué podría deciros, mis niñas?
El amor os dará las alegrías merecidas
y también las angustias que oprimen el corazón
para hacerlo renacer como un nuevo día.
La sabiduría añeja que consume el augusto paseo
del tiempo, enemigo del hombre, imperdonable.
Salgan, mis niñas, a recoger sus palabras,
los artículos indispensables, los adjetivos innumerables,
a conjugar sus verbos y doblegar los sujetos.
Salgan a tirar pétalos en versos, sus colores vibrantes,
a buscar sus poesías por el aire fresco de la mañana.
A recoger el poema ahogado que llega con las olas.
El piano está callado y el violín no llora.
Es como que ha llegado la hora, el momento
de dejar de ser uno mismo.
La nostalgia nos muerde como un perro.
O tal vez, es la hora mágica de veros
expandir vuestras alas, de desempaquetar
los armiños de vuestros ojos,
de llevar al usurero la inocencia irreprochable.
Yo creo que sí. El alto roble ha echado sus raíces
a lo más profundo de su vida. Ha crecido
y sus ramas lentamente pierden su brillo,
cada hoja que cae en sus otoños fríos,
cada retoño en sus primaveras de esperanza…