BLINKING LIGHTS
Publicado: Sab, 17 May 2008 15:06
Yo soy tu olvido.
La actualidad
tumba pedazos enteros de regocijos,
se traga las cifras del día hereje.
Pescados que precipitan sus agallas,
fuera del mar, sobre la orilla
de los que nos contienen
en una transacción automática.
Nos atravesamos
como sondas silentes
en medio del ruido chispeante
de la rueda.
Es así como lo dispuso
el arreglo de los muebles.
De algún modo insípido,
percibimos en el aire
el embellecimiento de la verdad,
y lo llamamos arte.
Salimos de cajas
aplastados en la letra fría.
Un dolor envuelto en celofán dorado,
cae rancio,
un racimo de gente,
a la basura.
Algún sabor queda en las pupilas
de los prejuicios que asaltan
los vidrios.
Desde afuera vemos su figura
asomarse como un fantasma
a mirar el derrumbe,
el nuevo mall que se erige
para guarecernos del espanto.
Yo soy tu olvido.
Aquella mano fría,
que adormecida se movía buscando la circulación de su sangre.
Trenes atestados de pensamientos que se empujan
para llegar al trabajoso escolto de las paredes.
Allí se consuelan los títulos,
se limpian solas las teclas
y se traga todo la aspiradora.
Al cruzar el elevado
la única cosa quizás
que nos lleva a emigrar
en busca de nuevas memorias
es el miedo al pozo
de nuestros propios ojos.
Yo soy tu olvido.
Aquella ternura despeinada
que cruza esquivamente.
En medio de tanta producción
se encuentra
mi vestuario, un figurativo ojal
para abotonar las expectativas.
Yo soy tu olvido.
En las fronteras del vicio,
en las colmenas de gente
se forma un cerro.
Una paupérrima pobreza
hacen pausar tus ojos,
porque yo soy tu olvido.
Long Beach, New York
E. R. Aristy/ El libro del hambre
ERA Copyright © 2001
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La actualidad
tumba pedazos enteros de regocijos,
se traga las cifras del día hereje.
Pescados que precipitan sus agallas,
fuera del mar, sobre la orilla
de los que nos contienen
en una transacción automática.
Nos atravesamos
como sondas silentes
en medio del ruido chispeante
de la rueda.
Es así como lo dispuso
el arreglo de los muebles.
De algún modo insípido,
percibimos en el aire
el embellecimiento de la verdad,
y lo llamamos arte.
Salimos de cajas
aplastados en la letra fría.
Un dolor envuelto en celofán dorado,
cae rancio,
un racimo de gente,
a la basura.
Algún sabor queda en las pupilas
de los prejuicios que asaltan
los vidrios.
Desde afuera vemos su figura
asomarse como un fantasma
a mirar el derrumbe,
el nuevo mall que se erige
para guarecernos del espanto.
Yo soy tu olvido.
Aquella mano fría,
que adormecida se movía buscando la circulación de su sangre.
Trenes atestados de pensamientos que se empujan
para llegar al trabajoso escolto de las paredes.
Allí se consuelan los títulos,
se limpian solas las teclas
y se traga todo la aspiradora.
Al cruzar el elevado
la única cosa quizás
que nos lleva a emigrar
en busca de nuevas memorias
es el miedo al pozo
de nuestros propios ojos.
Yo soy tu olvido.
Aquella ternura despeinada
que cruza esquivamente.
En medio de tanta producción
se encuentra
mi vestuario, un figurativo ojal
para abotonar las expectativas.
Yo soy tu olvido.
En las fronteras del vicio,
en las colmenas de gente
se forma un cerro.
Una paupérrima pobreza
hacen pausar tus ojos,
porque yo soy tu olvido.
Long Beach, New York
E. R. Aristy/ El libro del hambre
ERA Copyright © 2001
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