Linterna Mágica
Publicado: Mié, 17 Dic 2014 6:20
Linterna mágica
Liv Ullmann a Ingrid Bergman -Leonardo no parecía él. Estaba agrandado de alguna manera. Tocaba mal el violín pero era hermoso.
Te fuiste a dormir. Tuve que ayudar a Leo en la escalera. Se detuvo en la puerta de tu habitación, volteó hacia mí y dijo: “¿No es increíble? Hay una mariposa golpeando contra la ventana”.
De Sonata de otoño, Ingmar Bergman.
Lo había logrado:
sola en el cine
en esa escuela de las noches,
sola como
los que están solos
sola como
los que se van contra todo
y no retoman.
Es lindo, sí
es cálido
dejar de ser un numerito
inundado de lámparas
y convertirse en
una sombra anónima
que salta, se rie, va y viene
sobre un asiento gastado.
Al fin en la salita
esperando verte, Liv.
Dejame absorber
esta ilusión entre tus ojos,
somos vos yo
esta obsesión.
Sí, la herida es el único
corazón posible a los quince años
cuando el capullo
de la crisálida
se desarma hilo por hilo
pero vos me rompés
las redes blancas
de a puños de sombra celeste.
Besame la frente
pasá el frío y el espesor
de tus labios a mis mejillas
empezá todo mi cuerpo de nuevo
aceptá mi flor cerrada
mi flor pobre.
El origen es un secreto
que se olvida
quizá por suerte.
Vos todavía estás ahí,
atada al cordón umbilical.
Pero no hay mamá,
no tenés mamá.
Tu cara pálida
late la más pura orfandad,
estás amarrada por el cordón
a un cuerpo de porcelana
a un cuerpo hueco.
¿Y el hijo dónde está?
La que no tuvo madre
tampoco puede ser una,
desde el primer segundo
rompiste el círculo,
estuviste afuera de este mundo.
¡Pero, ay, Liv, qué importa!
si de cada gesto oscuro
que sale de tu cuerpo
y te rompe las costillas
nacen las manchas de absoluto
que me rebalsan los ojos.
Sin madre sin hijos,
cuándo te darás cuenta
de que ser mujer
no es ser mujer
de que igual
existís de otra manera
siempre de otra manera.
Cuándo te darás cuenta
de que sos algo así como
una armonía rota
con tu mirar aduraznado
y tu voz atravesada
por cada vidrio
que te cruzaste
por el aire.
En los momentos
del dolor que te retuerce
yo también
me hago bolita
me beso la punta de los pies
y busco el final de la raíz
que hace crecer
a la lágrima azul.
Estás lista para saltar
al abismo, vamos
tirá del cordón que te ata
a la memoria gris
salí dada vuelta
sacá del vacío
esa piedra negra y verde
que viste en el útero
y tallaste con tu mano
como único recuerdo
para no olvidar nada, no
pero salí de una vez.
Ni a imitar
ni a cubrir faltas,
ahora sí
una mariposa golpea
contra la ventana,
es tu mariposa
de lomo blanco
nuestra mariposa
agarrándote de la piedra
negra y verde.
Abrí las cortinas,
susurrale al cielo
hacé que baje entero
a la casa atormentada
mirá tu reflejo en cualquier nube
movete a través de él
y Liv, sí,
llevame con vos
a donde no vayas
a donde hagas todo otra vez.
Llevame al lugar que nazca
de la apertura de tu boca
si total esta tierra
nunca te gustó,
susurrame en tu lengua
decime un secreto
para que no lo olvide,
revelame cada suspiro
del misterio
que lleva puestos
tu verde y tu negro.
Liv Ullmann a Ingrid Bergman -Leonardo no parecía él. Estaba agrandado de alguna manera. Tocaba mal el violín pero era hermoso.
Te fuiste a dormir. Tuve que ayudar a Leo en la escalera. Se detuvo en la puerta de tu habitación, volteó hacia mí y dijo: “¿No es increíble? Hay una mariposa golpeando contra la ventana”.
De Sonata de otoño, Ingmar Bergman.
Lo había logrado:
sola en el cine
en esa escuela de las noches,
sola como
los que están solos
sola como
los que se van contra todo
y no retoman.
Es lindo, sí
es cálido
dejar de ser un numerito
inundado de lámparas
y convertirse en
una sombra anónima
que salta, se rie, va y viene
sobre un asiento gastado.
Al fin en la salita
esperando verte, Liv.
Dejame absorber
esta ilusión entre tus ojos,
somos vos yo
esta obsesión.
Sí, la herida es el único
corazón posible a los quince años
cuando el capullo
de la crisálida
se desarma hilo por hilo
pero vos me rompés
las redes blancas
de a puños de sombra celeste.
Besame la frente
pasá el frío y el espesor
de tus labios a mis mejillas
empezá todo mi cuerpo de nuevo
aceptá mi flor cerrada
mi flor pobre.
El origen es un secreto
que se olvida
quizá por suerte.
Vos todavía estás ahí,
atada al cordón umbilical.
Pero no hay mamá,
no tenés mamá.
Tu cara pálida
late la más pura orfandad,
estás amarrada por el cordón
a un cuerpo de porcelana
a un cuerpo hueco.
¿Y el hijo dónde está?
La que no tuvo madre
tampoco puede ser una,
desde el primer segundo
rompiste el círculo,
estuviste afuera de este mundo.
¡Pero, ay, Liv, qué importa!
si de cada gesto oscuro
que sale de tu cuerpo
y te rompe las costillas
nacen las manchas de absoluto
que me rebalsan los ojos.
Sin madre sin hijos,
cuándo te darás cuenta
de que ser mujer
no es ser mujer
de que igual
existís de otra manera
siempre de otra manera.
Cuándo te darás cuenta
de que sos algo así como
una armonía rota
con tu mirar aduraznado
y tu voz atravesada
por cada vidrio
que te cruzaste
por el aire.
En los momentos
del dolor que te retuerce
yo también
me hago bolita
me beso la punta de los pies
y busco el final de la raíz
que hace crecer
a la lágrima azul.
Estás lista para saltar
al abismo, vamos
tirá del cordón que te ata
a la memoria gris
salí dada vuelta
sacá del vacío
esa piedra negra y verde
que viste en el útero
y tallaste con tu mano
como único recuerdo
para no olvidar nada, no
pero salí de una vez.
Ni a imitar
ni a cubrir faltas,
ahora sí
una mariposa golpea
contra la ventana,
es tu mariposa
de lomo blanco
nuestra mariposa
agarrándote de la piedra
negra y verde.
Abrí las cortinas,
susurrale al cielo
hacé que baje entero
a la casa atormentada
mirá tu reflejo en cualquier nube
movete a través de él
y Liv, sí,
llevame con vos
a donde no vayas
a donde hagas todo otra vez.
Llevame al lugar que nazca
de la apertura de tu boca
si total esta tierra
nunca te gustó,
susurrame en tu lengua
decime un secreto
para que no lo olvide,
revelame cada suspiro
del misterio
que lleva puestos
tu verde y tu negro.