Editorial Alaire

S.Castelar escribió:Un poema , Ramón, que es una sucesión de aciertos, me gusta mucho la forma que tienes de dar altura a los conceptos cotidianos, la forma de diluir en el lenguaje poético términos muy asociados al lenguaje común pero que generan en el conjunto del texto no sólo un acercamiento del lector si no un fundirse en el mismo por la propia familiaridad que trasmite, sin lugar a dudas una poesía cercana a la vez que sugerente.
Tu texto me recordó mucho a Benjamín Prado, por la pasmosa forma de hacer cotidiano lo imposible, lo impensable fuera de las aristas del poema. Todo un logro, te felicito de corazón, poeta.

Un abrazo

Sara

Raúl Castillo escribió:Que barbaro! Quedo absorto...la hilacion y el ritmo, perfectos, atrapantes, alucinantes. Sin desperdicio de vocablo y con tu sello de originales y deslumbrantes metaforas. Cuando sea grande quiero escribir asi. Jejeje! Mi admiracion y respeto POETA.

Ana Clavero escribió:No recuerdo quién, te dijo en una ocasión en un comentario, que tenía que leer todo lo que habías publicado porque tenía la sensación de estarse perdiendo cosas muy buenas. Yo tengo la suerte desde hace cerca de dos años, creo, de no haberme perdido nada de lo que has publicado y, ya te recuerdo crecido de cuando te conocí, pero lo de ahora es ya tamaño jugador NBA.

Llevo bastante tiempo aquí registrada, pero no he participado apenas y no me sé muy bien las normas, por eso desconozco que es esa estrella roja que adorna tu poema, pero después de leerlo lo que menos me extrañaría es que fuera un premio y si es así sólo puedo decir que es totalmente merecido.

Otro abrazo, galleguiño.

carmen iglesia escribió:Bárbaro poema, Ramón... hermoso hasta la médula.

Un abrazo,

Carmen

Concha Vidal escribió: ↑Jue, 14 Mar 2024 19:47 ¡ Qué buena es la hemeroteca¡¡¡
Abrazos mediterráneos.

Ramón Carballal escribió: ↑Sab, 17 May 2008 10:39 Sin alas,
llegaste aquí sin alas,
con la gloria del humo bajándote los párpados
y el vientre alerta, ejercitándose, averiguando
cual es la luz que no mata,
qué espejo miente,
qué aire es negro,
qué invierno se enciende entre flores de mostaza.

Yo recuerdo aquella noche,
las alcayatas eran un reverso de hojas indescifrables,
tu garganta iba rozando el alba
con la humedad anónima del deseo
(a qué hora llamaron las aves del desierto,
a qué púrpura entregué esta carne que la luna ignora),
como los desesperados así llega la memoria a su lecho,
allí los ojos se hacen piedra,
y en su océano de hiedras enlutadas
arden las estatuas de un tiempo sin melodías,
yo te quise enseñar mis cenizas,
yo fundí la precisión de los trenes,
solo yo medí las ruinas que apuntaban al verde.
De la juventud nacen dudosas arañas,
macilentos ruiseñores de ahogada servidumbre,
pintorescos museos de axilas poderosas,
la juventud es el sueño perfecto de una máquina
que busca entre cebollas
el alma de un río milenario.

Yo recupero el miedo
que es palabra vaciándose en la palabra,
el tacto de un primate en su primigenia luz diurna
y es también la duda metafísica que tiembla en los calcetines
antes del asalto o del regreso.
Por ti violé las agujas de un reloj
y puse labios entre las curvas del sueño,
no fue fácil dormir entre tus venas
porque el amor cose misterios
y añade números de plata
a los teléfonos ciegos
para así doblar las esquinas en marejada.

Alejandro Costa escribió: ↑Vie, 15 Mar 2024 19:54 Impresionante demostración de buena poesía y excelentes metáforas.

Muy tuyo, Ramón.

Siempre has sido un poeta espectacular, ahora, incluso, mejor. Como el buen vino.

Gracias por el rescate.

Un fuerte abrazo.

Salud, paz y felicidad.

E. R. Aristy escribió: ↑Dom, 17 Mar 2024 21:42

Ramón Carballal escribió: ↑Sab, 17 May 2008 10:39 Sin alas,
llegaste aquí sin alas,
con la gloria del humo bajándote los párpados
y el vientre alerta, ejercitándose, averiguando
cual es la luz que no mata,
qué espejo miente,
qué aire es negro,
qué invierno se enciende entre flores de mostaza.

Yo recuerdo aquella noche,
las alcayatas eran un reverso de hojas indescifrables,
tu garganta iba rozando el alba
con la humedad anónima del deseo
(a qué hora llamaron las aves del desierto,
a qué púrpura entregué esta carne que la luna ignora),
como los desesperados así llega la memoria a su lecho,
allí los ojos se hacen piedra,
y en su océano de hiedras enlutadas
arden las estatuas de un tiempo sin melodías,
yo te quise enseñar mis cenizas,
yo fundí la precisión de los trenes,
solo yo medí las ruinas que apuntaban al verde.
De la juventud nacen dudosas arañas,
macilentos ruiseñores de ahogada servidumbre,
pintorescos museos de axilas poderosas,
la juventud es el sueño perfecto de una máquina
que busca entre cebollas
el alma de un río milenario.

Yo recupero el miedo
que es palabra vaciándose en la palabra,
el tacto de un primate en su primigenia luz diurna
y es también la duda metafísica que tiembla en los calcetines
antes del asalto o del regreso.
Por ti violé las agujas de un reloj
y puse labios entre las curvas del sueño,
no fue fácil dormir entre tus venas
porque el amor cose misterios
y añade números de plata
a los teléfonos ciegos
para así doblar las esquinas en marejada.

El cuerpo y esencia de tu obra, Ramón Carballal, significa esplendor y belleza. No hay un poema mejor que el otro. Cada uno es insuperable! Abrazos.