Editorial Alaire

Fui hasta la casa abandonada
que se pudre cerca del río,
sentandome en la silla húmeda
que descansa en el portal
de piso amaderado y quedé
observando el poder de las aguas.
Cuando la tarde agonizaba,
escuché un suspiro, me di vuelta
y la puerta principal estaba abierta
de par en par.
Un olor antiguo brotó del interior,
olor a olvido, a mugre.
Una criatura deforme y delgada
en extremo salió a la luz arrastrandose,
dando alaridos que me hicieron temblar.
No corrí, quedé gélido, expectante,
el ser siguió reptando rumbo al río.
Nunca más regresé a la casa que se pudre.

Así es, amigo Ernesto: todo pasa.

Nosotros también.

Un poema para pensar. Lo he disfrutado y ahí lo suelto para que vuele.

Un abrazo

Alfonso Espinosa

Ernesto, me ha entusiasmado el poema, viste salir al tiempo, de la casa que se pudre, eres un afortunado, amigo, un placer y un abrazo.

Impresionante la manera de mostrar el miedo, el tiempo, el poder de nuestros fantasmas.

Felicitaciones y aplausos, Ernesto.

Bueno yo le he hecho dos lecturas, la primera desde la prosa definiéndolo como un relato corto, correcto, sobrio, aseptico... en definitaiva bien, bueno.
En el segundo he ido a buscar la alegoría poética a lo que sigo considerando poesía en prosa, y ahí he querido ver un viaje a la parte oscura propiciada por un momento intimo e intimista... si los demonios salieron y se fueron... lo interpreo como una catarsis. Un abrazo

Me gusta, Ernesto, la atmósfera de miedo y misterio que envuelve el poema. También el final abierto a la imaginación del lector. ¿Es o no preciso volver a la casa abandonada, que ya se pudre? Ahí que cada cual decida.

Un abrazo, amigo.

[quote="Ernesto Ravelo"]


Instantánea de un momento de ensimismamiento donde se mueven los fantasmas que encarnan nuestras proyecciones, nuestras propias sombras.
Saludos.

Es poderoso el poema. Es como un fotograma antiguo, como una película descubierta en un cajón, que sale a la luz, en este tiempo, hoy, cuando nadie creería en lo que cuenta, cuando no se cree en la magia, y hasta el miedo tiene un contexto puramente terrenal. Es asombroso lo que consigues con pocos elementos. Un placer leerte, Ernesto. Abrazos.