Desciendo en el momento de mi descanso
Publicado: Mar, 09 Dic 2014 22:14
Desciendo en el momento de mi descanso,
tras el hastío de una larga jornada,
hasta estos rosales de espinos.
"Entre el cuidado jardín y mi persona
no existe tanta diferencia", pienso.
Los colores que se desprenden,
las hojas expuestas al sol de la tarde,
para los sentidos de atentos solitarios
que se extasían con su visión de sí.
Gozosa fragancia la del polen diminuto
que viaja por la ciudad hasta las casas,
que lle de esplendor los pechos,
dilatados al recibirlo, muriendo allí.
Lo tersos pétalos rojos y blancos
se exhiben en encomiable retrato
de los gozos que existen en la vida,
rojos son los besos, rojo es el rubor,
roja la sangre que se desgarra
al tratar de apoderarse de la belleza,
demasiado efímera y perecedera
como para desear atesorarla.
Por eso Dios nos creó en finitud
y nos procuró un relevo que vivificara,
que nos asistiera en nuestro declive,
que sucediera nuestra herencia y obra.
Pero incluso los hijos traen espinas,
aún acompañados de la gloria divina.
En el sueño los traemos
y para su sueño existimos.
Pero yo soy esclavo de estas rosas.
En este punto me encuentro,
un callejón con una sola entrada,
consagrado a legajos que me ocupen
-como picotean las palomas en el parque-
que llenen mi plato de verdura fresca
y legumbre, y me permitan, de cuando
en cuando, un capricho el domingo,
algún libro de poemas que me haga
reconciliarme en paz conmigo y la creación,
de la mano los dos, como amantes,
suerte de orden para quien la desee.
* * *
tras el hastío de una larga jornada,
hasta estos rosales de espinos.
"Entre el cuidado jardín y mi persona
no existe tanta diferencia", pienso.
Los colores que se desprenden,
las hojas expuestas al sol de la tarde,
para los sentidos de atentos solitarios
que se extasían con su visión de sí.
Gozosa fragancia la del polen diminuto
que viaja por la ciudad hasta las casas,
que lle de esplendor los pechos,
dilatados al recibirlo, muriendo allí.
Lo tersos pétalos rojos y blancos
se exhiben en encomiable retrato
de los gozos que existen en la vida,
rojos son los besos, rojo es el rubor,
roja la sangre que se desgarra
al tratar de apoderarse de la belleza,
demasiado efímera y perecedera
como para desear atesorarla.
Por eso Dios nos creó en finitud
y nos procuró un relevo que vivificara,
que nos asistiera en nuestro declive,
que sucediera nuestra herencia y obra.
Pero incluso los hijos traen espinas,
aún acompañados de la gloria divina.
En el sueño los traemos
y para su sueño existimos.
Pero yo soy esclavo de estas rosas.
En este punto me encuentro,
un callejón con una sola entrada,
consagrado a legajos que me ocupen
-como picotean las palomas en el parque-
que llenen mi plato de verdura fresca
y legumbre, y me permitan, de cuando
en cuando, un capricho el domingo,
algún libro de poemas que me haga
reconciliarme en paz conmigo y la creación,
de la mano los dos, como amantes,
suerte de orden para quien la desee.
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