Los visitantes.
Publicado: Vie, 16 May 2008 14:17
Ya te digo, madre, si no fuera porque Dios
marcó el adoquinado camino con los helechos ,
forrados de musgos latentes y visiones de alcantarillas,
yo me hubiera perdido sin llegar a mi destino.
Por mi casa ha pasado gente que viene de lejos,
arrastran mochilas con cosas desesperadas dentro.
Algunos se atreven a leerme las manos
y el claro de los ojos para decirme lo que yo ya sabía.
Otros vienen con canciones de claro de luna,
pero ninguno menciona las rosas desgarradas
a sangre fría de mis costillas, y todavía,
ninguno habla del parto de mis hijas.
Ya te digo, madre, que no saben pintar el dolor
de los naufragios, ni de los amores dormidos.
Vendrán con su mantra de lejanos sitios,
pero hasta ahora no me han dado la lotería,
ni me han hablado de las visiones de los ángeles
degollados en el último libro de libros,
ese que tú sabes, y temes, no el de Quevedo,
ese te gusta, ni Cervantes con sus figuras legendarias,
el otro, que te pesa tanto como la plancha de mármol
que aguantará el olor de tu cuerpo.
Esos viajeros con ojos desmesurados, que han visto un muerto
y se creen expertos en asuntos de la vida.
Yo les brindo un vaso de vino y unas galletas,
palabras de alivio y un oído de paciencia de tortuga de Galápagos.
marcó el adoquinado camino con los helechos ,
forrados de musgos latentes y visiones de alcantarillas,
yo me hubiera perdido sin llegar a mi destino.
Por mi casa ha pasado gente que viene de lejos,
arrastran mochilas con cosas desesperadas dentro.
Algunos se atreven a leerme las manos
y el claro de los ojos para decirme lo que yo ya sabía.
Otros vienen con canciones de claro de luna,
pero ninguno menciona las rosas desgarradas
a sangre fría de mis costillas, y todavía,
ninguno habla del parto de mis hijas.
Ya te digo, madre, que no saben pintar el dolor
de los naufragios, ni de los amores dormidos.
Vendrán con su mantra de lejanos sitios,
pero hasta ahora no me han dado la lotería,
ni me han hablado de las visiones de los ángeles
degollados en el último libro de libros,
ese que tú sabes, y temes, no el de Quevedo,
ese te gusta, ni Cervantes con sus figuras legendarias,
el otro, que te pesa tanto como la plancha de mármol
que aguantará el olor de tu cuerpo.
Esos viajeros con ojos desmesurados, que han visto un muerto
y se creen expertos en asuntos de la vida.
Yo les brindo un vaso de vino y unas galletas,
palabras de alivio y un oído de paciencia de tortuga de Galápagos.