Gritos a media noche ( a Miguel Hernández )
Publicado: Vie, 28 Nov 2014 6:53
¿Quién llama a estas horas?
Ya pasó el tiempo de las flores.
Acaso, ¿nadie vio la mosca besando su boca?
Igual de negra me parece la mujer, que mira un crucifijo de madera.
Me da pena verla, pelando la cebolla, y esperando a su marido.
¿Será ella la que llama a mi puerta?
No, no puedo continuar doblegado al frío del acero,
que se pega a las cacerolas, al manojo de llaves, y a las pistolas.
Quien llama es la tormenta, buscando unas manos desnudas,
y una noche hecha de cartílagos. Sí, es ella, la negra furia de los insectos,
derramándose sobre los campos sembrados de luto y pena.
A estas alturas, habrán sido violadas y desfloradas todas las primaveras,
no quedará rastro de la fragilidad de otros tiempos. Pero, el grito...
¿qué fue del grito del hombre desnudo, sin galardones, que nos dejó su poesía?
Temo por mí, y por ellos, cuando imagino la mano que se levanta con gesto altivo
para derribar una puerta, obligar a callar, y anudar la soga al cuello.
Para bien o para mal, lo cierto es que espero alguna respuesta.
Sin embargo, ya todo es silencio, a la media noche callaron los muertos.
Ya no escucharé los gritos del hombre que murió entre barrotes,
cuando lo que más quería era abrazar a su mujer y su hijo.
Tan vasta e infinita, como una injusta condena, fue la nobleza del hombre
que siempre buscó la primavera, por mucho que gritaran las fieras.
Ya pasó el tiempo de las flores.
Acaso, ¿nadie vio la mosca besando su boca?
Igual de negra me parece la mujer, que mira un crucifijo de madera.
Me da pena verla, pelando la cebolla, y esperando a su marido.
¿Será ella la que llama a mi puerta?
No, no puedo continuar doblegado al frío del acero,
que se pega a las cacerolas, al manojo de llaves, y a las pistolas.
Quien llama es la tormenta, buscando unas manos desnudas,
y una noche hecha de cartílagos. Sí, es ella, la negra furia de los insectos,
derramándose sobre los campos sembrados de luto y pena.
A estas alturas, habrán sido violadas y desfloradas todas las primaveras,
no quedará rastro de la fragilidad de otros tiempos. Pero, el grito...
¿qué fue del grito del hombre desnudo, sin galardones, que nos dejó su poesía?
Temo por mí, y por ellos, cuando imagino la mano que se levanta con gesto altivo
para derribar una puerta, obligar a callar, y anudar la soga al cuello.
Para bien o para mal, lo cierto es que espero alguna respuesta.
Sin embargo, ya todo es silencio, a la media noche callaron los muertos.
Ya no escucharé los gritos del hombre que murió entre barrotes,
cuando lo que más quería era abrazar a su mujer y su hijo.
Tan vasta e infinita, como una injusta condena, fue la nobleza del hombre
que siempre buscó la primavera, por mucho que gritaran las fieras.