Editorial Alaire

Ramón Carballal escribió:Es inútil no navegar mientras camino. Coloridas
losas, como delfines alegres, me llevan hacia
la incógnita de las plazas, el sueño intacto
del rubor desordena allí la incomodidad
de los relojes, el mármol ya no es altivez
sino palabra rumorosa, secreto compartido
entre pájaros sin nombre y rejas de rebuscada
anatomía. Esta ciudad ama los recuerdos
y se exhibe con sus herrumbres cansadas
bajo un sol tranquilo en un frío mediodía
exhausto donde silban las viejas canciones
su melancólica herida, donde los tejados
se abren a la luz como una flor desvirgada
por el lento vahído de un mar rítmico, insolente,
neutro. Hay demasiados ojos sin paz tras
las cortinas rotas, los niños juegan a ser
héroes, con sus troncos desnudos y sus labios
azules ríen cuando pasan los tranvías con
su extraño quejido de hembras ausentes.
La tarde es un cálido eco, su quietud me invita
a la añoranza, a la fragilidad, a la locura.

Julio González Alonso escribió:Bueb recorrido por las imágenes de una estampa de ciudad en donde anidan las emociones y los recuerdos. Enhorabuena.
Salud.

MMartinezGo escribió:"Hay demasiados ojos sin paz tras
las cortinas rotas, los niños juegan a ser
héroes, con sus troncos desnudos y sus labios
azules ríen cuando pasan los tranvías con
su extraño quejido de hembras ausentes"

Preciosa descripción la que nos dejas Ramón.
Un gusto leerte.
Un cordial saludo.

Ramón Carballal escribió:Es inútil no navegar mientras camino. Coloridas
losas, como delfines alegres, me llevan hacia
la incógnita de las plazas, el sueño intacto
del rubor desordena allí la incomodidad
de los relojes, el mármol ya no es altivez
sino palabra rumorosa, secreto compartido
entre pájaros sin nombre y rejas de rebuscada
anatomía. Esta ciudad ama los recuerdos
y se exhibe con sus herrumbres cansadas
bajo un sol tranquilo en un frío mediodía
exhausto donde silban las viejas canciones
su melancólica herida, donde los tejados
se abren a la luz como una flor desvirgada
por el lento vahído de un mar rítmico, insolente,
neutro. Hay demasiados ojos sin paz tras
las cortinas rotas, los niños juegan a ser
héroes, con sus troncos desnudos y sus labios
azules ríen cuando pasan los tranvías con
su extraño quejido de hembras ausentes.
La tarde es un cálido eco, su quietud me invita
a la añoranza, a la fragilidad, a la locura.

Virginia Nas escribió:

Ramón Carballal escribió:Es inútil no navegar mientras camino. Coloridas
losas, como delfines alegres, me llevan hacia
la incógnita de las plazas, el sueño intacto
del rubor desordena allí la incomodidad
de los relojes, el mármol ya no es altivez
sino palabra rumorosa, secreto compartido
entre pájaros sin nombre y rejas de rebuscada
anatomía. Esta ciudad ama los recuerdos
y se exhibe con sus herrumbres cansadas
bajo un sol tranquilo en un frío mediodía
exhausto donde silban las viejas canciones
su melancólica herida, donde los tejados
se abren a la luz como una flor desvirgada
por el lento vahído de un mar rítmico, insolente,
neutro. Hay demasiados ojos sin paz tras
las cortinas rotas, los niños juegan a ser
héroes, con sus troncos desnudos y sus labios
azules ríen cuando pasan los tranvías con
su extraño quejido de hembras ausentes.
La tarde es un cálido eco, su quietud me invita
a la añoranza, a la fragilidad, a la locura.

Más que una estampa, has pincelado, lo etéreo, lo impalpable... perceptible solo por los sentimientos , que no por los sentidos

Pilar Morte escribió:Escribes con la plasticidad de un cuadro y es gratificante asomarse a tu ventana. Muy hermoso
decir
Besos
Pilar

Hallie Hernández Alfaro escribió:

Ramón Carballal escribió:Es inútil no navegar mientras camino. Coloridas
losas, como delfines alegres, me llevan hacia
la incógnita de las plazas, el sueño intacto
del rubor desordena allí la incomodidad
de los relojes, el mármol ya no es altivez
sino palabra rumorosa, secreto compartido
entre pájaros sin nombre y rejas de rebuscada
anatomía. Esta ciudad ama los recuerdos
y se exhibe con sus herrumbres cansadas
bajo un sol tranquilo en un frío mediodía
exhausto donde silban las viejas canciones
su melancólica herida, donde los tejados
se abren a la luz como una flor desvirgada
por el lento vahído de un mar rítmico, insolente,
neutro. Hay demasiados ojos sin paz tras
las cortinas rotas, los niños juegan a ser
héroes, con sus troncos desnudos y sus labios
azules ríen cuando pasan los tranvías con
su extraño quejido de hembras ausentes.
La tarde es un cálido eco, su quietud me invita
a la añoranza, a la fragilidad, a la locura.

Dios, qué hermosura. El final es maravilloso (y todo el poema nos lleva en brazos hasta su propio lugar).

Gracias por Estampa, querido poeta.

Abrazos y felicidad.

ROBERTO LÓPEZ escribió:

Ramón Carballal escribió:

Escribes con la mirada encantada por las maravillas que la ciudad despierta en tu imaginativa creatividad. Belleza traspasada por la calidez de la tarde.
Salud.