El Señor y su miel
Publicado: Lun, 20 Oct 2014 5:54
El Señor y su miel.
Cuan mal me he sentido,
invocando al destino,
sin cavilar los caminos,
mostrándome devastado.
¡Oh señor! ¡dime qué debo hacer!
¿porqué caigo en el desespero?
cansados están mis pies descalzos,
y mis labios resquebrajados,
esperando la dulce miel,
mi alma se va acabando,
ya casi no tengo aliento,
este dolor me está torturando,
me muestro ansioso de conocer,
el amor y sus encantos.
¡Oh amado dios! ¡por favor dime!
¿por qué no he sido merecedor,
de ese bello y maravilloso amor,
del que se ha escrito tanto?
¡Oh hijo mío!
qué bueno me hayas recordado,
aunque sea en el hastío,
aunque sea en el ocaso,
humilde te muestras en tinieblas,
el dolor te ha disminuido,
¿a dónde ha ido tu fe?
si confiabas en tus sentidos,
te recuerdo en primavera,
portentoso y temerario,
recorriendo mil caminos,
sin importar el adversario,
orgulloso bebías vino,
y humillabas al contrario,
¡escucha hijo mío!
algo has tener muy claro,
que la gota vence a la piedra,
no por fuerte sino por paciente,
no implores por estrellas,
no sin antes ser cielo,
no esperes frutos del suelo,
si no los has sembrado,
¿cómo puedes haberte enamorado?
sin haber conocido la compasión,
¿como puedes amar?
¡sin haber dicho un te quiero!
¡Créeme hijo mío!
no me he olvidado de tu voz,
solo que el amor es más complejo,
que un simple algodón,
planta la semilla del perdón,
aprende a no lastimar,
y más temprano que tarde,
te sabré recompensar.
Cuan mal me he sentido,
invocando al destino,
sin cavilar los caminos,
mostrándome devastado.
¡Oh señor! ¡dime qué debo hacer!
¿porqué caigo en el desespero?
cansados están mis pies descalzos,
y mis labios resquebrajados,
esperando la dulce miel,
mi alma se va acabando,
ya casi no tengo aliento,
este dolor me está torturando,
me muestro ansioso de conocer,
el amor y sus encantos.
¡Oh amado dios! ¡por favor dime!
¿por qué no he sido merecedor,
de ese bello y maravilloso amor,
del que se ha escrito tanto?
¡Oh hijo mío!
qué bueno me hayas recordado,
aunque sea en el hastío,
aunque sea en el ocaso,
humilde te muestras en tinieblas,
el dolor te ha disminuido,
¿a dónde ha ido tu fe?
si confiabas en tus sentidos,
te recuerdo en primavera,
portentoso y temerario,
recorriendo mil caminos,
sin importar el adversario,
orgulloso bebías vino,
y humillabas al contrario,
¡escucha hijo mío!
algo has tener muy claro,
que la gota vence a la piedra,
no por fuerte sino por paciente,
no implores por estrellas,
no sin antes ser cielo,
no esperes frutos del suelo,
si no los has sembrado,
¿cómo puedes haberte enamorado?
sin haber conocido la compasión,
¿como puedes amar?
¡sin haber dicho un te quiero!
¡Créeme hijo mío!
no me he olvidado de tu voz,
solo que el amor es más complejo,
que un simple algodón,
planta la semilla del perdón,
aprende a no lastimar,
y más temprano que tarde,
te sabré recompensar.