El encuentro
Publicado: Mié, 08 Oct 2014 1:43
Erase una vez una chica de pueblo llamada Liliet
que quiso buscar a su padre desconocido.
Una madrugada invadida de astros, escapó
y se fue lejos en un tren desvencijado
hasta la enorme ciudad.
Caminó y caminó por calles desconocidas, preguntando
por Manuel el sastre, era la única identidad
que conocía de su padre, pero no lo halló y esa
noche durmió en una solitaria esquina.
Al amanecer vagó por los negocios de la urbe,
hambrienta, desorientada y con las ganas
de encontrar al hombre que la había engendrado.
Al mediodía entró a una sastrería de un suburbio
lejano y el sastre le resultó familiar.
-Tiene que ser él, tiene que ser él, me lo dice
el corazón.
Dio varios pasos, se detuvo.
-Cómo se llama usted, señor?
El hombre, alto, barbudo y de pelo ensortijado, le respondió.
-Mi nombre es Manuel.
-No me conoce, pero quiero que sepa que soy su hija
Liliet, usted me abandonó cuando yo no había nacido
y vengo a pedirle una explicación, si la montaña
no vino a mi yo vine a la montaña y deseo
por favor que me abrace y luego me cuente su razón.
Manuel la abrazó y bajando la cabeza lloró desconsolado.
-La verdad es que te abandoné por cobarde, evitando
mi responsabilidad, huí lejos de ti y de tu madre con
el proposito de no verlas jamás.
Liliet lo miró intensamente.
-Y ahora que me ha conocido que piensa hacer?
El sastre la besó en la frente.
-Recuperar a tu lado el tiempo perdido si es que
me perdonas.
La chica le regaló una sonrisa.
-Claro que sí.
Y tomados de la mano se perdieron entre la gente
presurosa de la gran ciudad.
que quiso buscar a su padre desconocido.
Una madrugada invadida de astros, escapó
y se fue lejos en un tren desvencijado
hasta la enorme ciudad.
Caminó y caminó por calles desconocidas, preguntando
por Manuel el sastre, era la única identidad
que conocía de su padre, pero no lo halló y esa
noche durmió en una solitaria esquina.
Al amanecer vagó por los negocios de la urbe,
hambrienta, desorientada y con las ganas
de encontrar al hombre que la había engendrado.
Al mediodía entró a una sastrería de un suburbio
lejano y el sastre le resultó familiar.
-Tiene que ser él, tiene que ser él, me lo dice
el corazón.
Dio varios pasos, se detuvo.
-Cómo se llama usted, señor?
El hombre, alto, barbudo y de pelo ensortijado, le respondió.
-Mi nombre es Manuel.
-No me conoce, pero quiero que sepa que soy su hija
Liliet, usted me abandonó cuando yo no había nacido
y vengo a pedirle una explicación, si la montaña
no vino a mi yo vine a la montaña y deseo
por favor que me abrace y luego me cuente su razón.
Manuel la abrazó y bajando la cabeza lloró desconsolado.
-La verdad es que te abandoné por cobarde, evitando
mi responsabilidad, huí lejos de ti y de tu madre con
el proposito de no verlas jamás.
Liliet lo miró intensamente.
-Y ahora que me ha conocido que piensa hacer?
El sastre la besó en la frente.
-Recuperar a tu lado el tiempo perdido si es que
me perdonas.
La chica le regaló una sonrisa.
-Claro que sí.
Y tomados de la mano se perdieron entre la gente
presurosa de la gran ciudad.