Editorial Alaire

Raul Muñoz escribió:


Ya tocan las campanas del cementerio. Todos mastican rosas,
y el párroco da su última bendición. Todos regresan callados,
y con curiosidad miran a través de sus lisas almas cansadas.

Julio González Alonso escribió:

Raul Muñoz escribió:


Ya tocan las campanas del cementerio. Todos mastican rosas,
y el párroco da su última bendición. Todos regresan callados,
y con curiosidad miran a través de sus lisas almas cansadas.

Qué hermoso poema de la ausencia experimentada desde la propia muerte, sentido y trabajado en estupendos versos largos organizados en tercetos. Un placer, Raúl. Salud.

Hallie Hernández Alfaro escribió:Un poemazo, Raúl. Atrapa y emociona. Lo leí apenas lo colgaste y me pareció hermosísimo; ahora lo he vuelto a leer y me parece que gana con cada lectura. Muy bien plasmados los símbolos, la despedida, la emotividad.

Aplausos y enhorabuena, compañero poeta.

Mitsy Grey escribió:Raúl, pentetrante poema que lleva el sello de calidad de tu autoría.
¡Hermoso y vivificante, me ha parecido ya que en sus plausibles imágenes - según
mi modesto entender,- es muy digno... morir de amor... tal la madre, del protagonista y él mismo.

Felicidades... me ha gustado muchísimo tu obra.

Un gran abrazo.

Mitsy

Ventura Ramos López escribió:Todo en este poema Raul está orquestado para lograr una obra de gran valía. Tu lenguaje y tus formas aparecen claras y eso es un placer pues se reconoce tu mundo y por tanto se vislumbra al poeta que eres. La composición en tercetos creo que le confiere una lectura muy acertada pues se procede por entregas a ir desgranando el sentimiento. Hay emoción, y los símbolos llegan, y provocan una estimulante fascinación.
Me ha encantado leerte.
Un fuerte abrazo

Raul Muñoz escribió:Una nube hambrienta de sol bate con violencia sus alas,
azuzando todo el ruido contenido de la noche abandonada,
que se estrella contra mi rostro impasible de granito y cuarzo.

La mirada, el enamorado puñal, atraviesa mis blandos ojos.
Intento, en vano, tocar la primavera dolorosa que se desgrana,
pringando de rosas perfumadas los lisos ventanales de mi alma.

No puedo coger las rosas, ni saborear las redondas granadas,
pero aún huelo su perfume y me enloquece la amargura del chorro,
que tras del tajo mana por el cuello del noble ciervo decapitado.

Desde mi urna de cristal veo la violenta noche de los pájaros.
Palpita en mis venas la sangre rabiosa por volar y estrellarse
en los ventanales de mi alma arrollada por la violencia del amor.

No hay nadie más conmigo, todos pasan y besan mi frente,
lanzando al aire sus oraciones, los pájaros que picotean mi cuerpo,
bañado en la gelatina de un tiempo que con amargura discurre.

¿Dónde está mi madre? Imagino que muy lejos de aquí,
recogiendo campanillas junto a unas aguas transparentes,
lanzando una piedra y pidiendo un tiempo de reposo al agua.

Aquí muero, madre, para que se cumplan todos tus sueños,
como pájaros heridos volaran las espinas que se clavaran
en la impenetrable hondura de los embalsamados deseos.

Allí sueñas con tu príncipe azul. Desfila airosa la pasión,
hirviendo a borbotones frente a las hileras de puñales;
resplandecientes al sol y cegadores a la inocente mirada.

Ya tocan las campanas del cementerio. Todos mastican rosas,
y el párroco da su última bendición. Todos regresan callados,
y con curiosidad miran a través de sus lisas almas cansadas.

El indiferente y orgulloso amor, pasa riendo a carcajadas,
y mordiendo una granada. Los pájaros vuelan a su alrededor,
y esperan alimentarse con las sobras del amor.

Concha Vidal escribió:Raúl, denuevoe sumerjo en este poema que retomo, hace un año de él.
Sigue, como los buenos vinos, vigente y de primera calidad.

Saludos mediterraneos.

Manuel Alonso escribió:Raúl me ha entusiasmado, un fuerte abrazo, amigo.

Carmen López escribió:

Raul Muñoz escribió:Una nube hambrienta de sol bate con violencia sus alas,
azuzando todo el ruido contenido de la noche abandonada,
que se estrella contra mi rostro impasible de granito y cuarzo.

La mirada, el enamorado puñal, atraviesa mis blandos ojos.
Intento, en vano, tocar la primavera dolorosa que se desgrana,
pringando de rosas perfumadas los lisos ventanales de mi alma.

No puedo coger las rosas, ni saborear las redondas granadas,
pero aún huelo su perfume y me enloquece la amargura del chorro,
que tras del tajo mana por el cuello del noble ciervo decapitado.

Desde mi urna de cristal veo la violenta noche de los pájaros.
Palpita en mis venas la sangre rabiosa por volar y estrellarse
en los ventanales de mi alma arrollada por la violencia del amor.

No hay nadie más conmigo, todos pasan y besan mi frente,
lanzando al aire sus oraciones, los pájaros que picotean mi cuerpo,
bañado en la gelatina de un tiempo que con amargura discurre.

¿Dónde está mi madre? Imagino que muy lejos de aquí,
recogiendo campanillas junto a unas aguas transparentes,
lanzando una piedra y pidiendo un tiempo de reposo al agua.

Aquí muero, madre, para que se cumplan todos tus sueños,
como pájaros heridos volaran las espinas que se clavaran
en la impenetrable hondura de los embalsamados deseos.

Allí sueñas con tu príncipe azul. Desfila airosa la pasión,
hirviendo a borbotones frente a las hileras de puñales;
resplandecientes al sol y cegadores a la inocente mirada.

Ya tocan las campanas del cementerio. Todos mastican rosas,
y el párroco da su última bendición. Todos regresan callados,
y con curiosidad miran a través de sus lisas almas cansadas.

El indiferente y orgulloso amor, pasa riendo a carcajadas,
y mordiendo una granada. Los pájaros vuelan a su alrededor,
y esperan alimentarse con las sobras del amor.

Veo la fecha del poema y me pregunto cómo se pudo escapar esta joya...me alegra mucho que se recuperara para poder decirte, que me parece un trabajo estupendo, un gran poema, amigo. Mis felicitaciones a tu talento.

Un abrazo
Carmen