Gracias, Rosa, por tu paso y generosos comentarios.Rosa Marzal escribió:El rojo impregna las retinas de belleza y sensualidad en estos versos magníficos. Te felicito. Un abrazo, amigo Ferreiro.
Biquiños.
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Gracias Mitsy por este entrañable saludo en el encuentro de nuestras dos poéticas.Mitsy Grey escribió:Poeta Ferreiro, encantada de conocerle y agradecida por su paso por mis letras,
devuelvo gentileza y me encuentro en su poema, Brillante, de una sensualidad
sutil, maquillada tras el rubro de muy esbeltas metáforas que nos aportan
variopintas y versátiles facetas de las imágenes propuestas.
Encantador lenguaje, pulido y certero y una displicencia aromática
del verso, que reporta la rigurosidad de su lírica maestra.
En suma, que me ha encantado y espero con intención que nos sigamos leyendo
recíprocamente.
Un abrazo y GRACIAS por su amabilidad poética.
Mitsy
Gracias Yosvani, por la intensidad de tu lectura. Es todo un honor.Yosvani Oliva Iglesias escribió:Lo he leido ya tres veces y no me queda mas que quitarme el sombrero ante su uso de las imagenes.
J. J. M. Ferreiro escribió:Ella siempre mostraba
los coágulos nevados de su sexo,
el recelo nervioso en el que sumergíamos
nuestros melocotones más brillantes.
Cuando su piel rosada lo recubría todo,
entrábamos en éxtasis;
sentíamos, volviendo hacia atrás,
siempre marchitos,
los mismos sentimientos.
También mostraba sus brazos desnudos
con una exuberancia de perfumes
que la encumbraban más allá de las cortinas,
excitando los lienzos
de la pared, las mesas, la habitación entera
y el inapelable arrebato de su humedad.
La bocanada femenina
afloraba por las ventanas
y se impregnaba en las esquinas de las calles,
en los portales de las casas,
en el rocío de los árboles,
en los propios cimientos de la tarde.
Entonces golpeábamos en los amores propios,
los más impropios
de los amores,
mientras unas garras pacíficas
destrozaban nuestra razón.
Al final se encendía una lámpara roja
que lo envolvía todo
en un humo sanguinolento.
Rafael Zambrano Vargas escribió:J. J. M. Ferreiro escribió:Ella siempre mostraba
los coágulos nevados de su sexo,
el recelo nervioso en el que sumergíamos
nuestros melocotones más brillantes.
Cuando su piel rosada lo recubría todo,
entrábamos en éxtasis;
sentíamos, volviendo hacia atrás,
siempre marchitos,
los mismos sentimientos.
También mostraba sus brazos desnudos
con una exuberancia de perfumes
que la encumbraban más allá de las cortinas,
excitando los lienzos
de la pared, las mesas, la habitación entera
y el inapelable arrebato de su humedad.
La bocanada femenina
afloraba por las ventanas
y se impregnaba en las esquinas de las calles,
en los portales de las casas,
en el rocío de los árboles,
en los propios cimientos de la tarde.
Entonces golpeábamos en los amores propios,
los más impropios
de los amores,
mientras unas garras pacíficas
destrozaban nuestra razón.
Al final se encendía una lámpara roja
que lo envolvía todo
en un humo sanguinolento.
J. J. M. Ferreiro escribió:Ella siempre mostraba
los coágulos nevados de su sexo,
el recelo nervioso en el que sumergíamos
nuestros melocotones más brillantes.
Cuando su piel rosada lo recubría todo,
entrábamos en éxtasis;
sentíamos, volviendo hacia atrás,
siempre marchitos,
los mismos sentimientos.
También mostraba sus brazos desnudos
con una exuberancia de perfumes
que la encumbraban más allá de las cortinas,
excitando los lienzos
de la pared, las mesas, la habitación entera
y el inapelable arrebato de su humedad.
La bocanada femenina afloraba por las ventanas
y se impregnaba en las esquinas de las calles,
en los portales de las casas,
en el rocío de los árboles,
en los propios cimientos de la tarde.
Entonces golpeábamos en los amores propios,
los más impropios
de los amores,
mientras unas garras pacíficas
destrozaban nuestra razón.
Al final se encendía una lámpara roja
que lo envolvía todo
en un humo sanguinolento.