La ciénaga
Publicado: Jue, 07 Ago 2014 22:16
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Todo eran ya las balsas. Sin rumbo que alisara la cordura, pululaban mudas, desprovistas de convincentes nudos en sus mohínas garras. Acaso las nubes, reflejo de un reguero de moscas moribundas, plegadas sus alas en anarquía de sus sombras, un doble espejo que devolviera una imagen mutada tras la derrota.
Todo era flotar. Mecer las sienes desnutridas que almacenaban algas, goteando en continuo hacia los esquivos párpados, hinchados por un salitre abandonado.
Bajo las balsas yacían recelosas las botellas. Infladas, sostenían la débil cáscara desprovista de aderezo, peregrinas sin reliquia guarecidas entre escamas.
Unos minutos bastaban. Sobre la cubierta, los tubos lamían el aire, parásitos implacables afilando sus trompas. Bajo el bozal, se desvelaban los escuetos collares, anudados tras la nuca, dando sus vueltas al cuello como atributo a la incertidumbre, a la perplejidad que aun brillaba cuando la succión comenzaba. Bien sujetos a sus corbatas, los tubos accedían a los recuerdos, vaciaban de audacia las despobladas miradas, arrancaban a coletazos las memorias deformadas, e hinchaban a espasmos las coloridas botellas, que exhibían petulantes sus turgentes vientres, perdición y rescate.
Todo era flotar hacia un horizonte a la deriva.
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Todo eran ya las balsas. Sin rumbo que alisara la cordura, pululaban mudas, desprovistas de convincentes nudos en sus mohínas garras. Acaso las nubes, reflejo de un reguero de moscas moribundas, plegadas sus alas en anarquía de sus sombras, un doble espejo que devolviera una imagen mutada tras la derrota.
Todo era flotar. Mecer las sienes desnutridas que almacenaban algas, goteando en continuo hacia los esquivos párpados, hinchados por un salitre abandonado.
Bajo las balsas yacían recelosas las botellas. Infladas, sostenían la débil cáscara desprovista de aderezo, peregrinas sin reliquia guarecidas entre escamas.
Unos minutos bastaban. Sobre la cubierta, los tubos lamían el aire, parásitos implacables afilando sus trompas. Bajo el bozal, se desvelaban los escuetos collares, anudados tras la nuca, dando sus vueltas al cuello como atributo a la incertidumbre, a la perplejidad que aun brillaba cuando la succión comenzaba. Bien sujetos a sus corbatas, los tubos accedían a los recuerdos, vaciaban de audacia las despobladas miradas, arrancaban a coletazos las memorias deformadas, e hinchaban a espasmos las coloridas botellas, que exhibían petulantes sus turgentes vientres, perdición y rescate.
Todo era flotar hacia un horizonte a la deriva.
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