La palmada en el culo
Publicado: Jue, 07 Ago 2014 2:26
Era una pequeña chincheta, pero también un interruptor
cuando la acerqué a mi frente y la empujé con el pulgar
para notar mi cráneo concentrado en la oscuridad
encendiéndose sin ninguna cadencia, como el botón
que desfigura el tiempo. Parece extraño que una
pequeña punción pueda generar ese sonido dentro de uno mismo;
un crujido, una coma, una piedra gomosa farfullando un cénit.
Ya tenía mi pequeña costra bivalva, y la uña,
a pesar de su mermada curva conservada en carne como algo
que se niega a nacer, tratando de hacer palanca en la vastedad
de un imperio reducido a hueso. Yo observaba la desarticulación
de las paredes, ya no protegido por el lenguaje;
conservado en sangre taponada por el nuevo rey,
me sentía como un cuerpo fláccido colgado del embrión flotante
que alza su cabeza blanda entre el viento rojo,
oteando fieramente.
Antes de que pudiera encontrar su casa,
tú me la sacaste y yo te pregunté si lo habías hecho con los dientes.
Me dijiste que sí, de otro modo era imposible, otra
cosa no cabía, y que mientras lo hacías
le dabas vueltas a la cabeza con la lengua, sin saber por qué,
por puro instinto, dijiste.
Yo me reí y tú me abofeteaste.
cuando la acerqué a mi frente y la empujé con el pulgar
para notar mi cráneo concentrado en la oscuridad
encendiéndose sin ninguna cadencia, como el botón
que desfigura el tiempo. Parece extraño que una
pequeña punción pueda generar ese sonido dentro de uno mismo;
un crujido, una coma, una piedra gomosa farfullando un cénit.
Ya tenía mi pequeña costra bivalva, y la uña,
a pesar de su mermada curva conservada en carne como algo
que se niega a nacer, tratando de hacer palanca en la vastedad
de un imperio reducido a hueso. Yo observaba la desarticulación
de las paredes, ya no protegido por el lenguaje;
conservado en sangre taponada por el nuevo rey,
me sentía como un cuerpo fláccido colgado del embrión flotante
que alza su cabeza blanda entre el viento rojo,
oteando fieramente.
Antes de que pudiera encontrar su casa,
tú me la sacaste y yo te pregunté si lo habías hecho con los dientes.
Me dijiste que sí, de otro modo era imposible, otra
cosa no cabía, y que mientras lo hacías
le dabas vueltas a la cabeza con la lengua, sin saber por qué,
por puro instinto, dijiste.
Yo me reí y tú me abofeteaste.