Gracias, Ramón, por estar presente con tu valiosa huellaRamón Carballal escribió:Muy bien reflejada una experiencia tan dura como la que aquí tratas.
Mi felicitación por el poema y un beso.
Besos
Pilar
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Pilar Morte escribió:Dime quién fue,
quién con la mano dulce te llevó al infierno,
quién transformó tu noble alma
en bosques de dolor.
Eras caudal de alegría
y te hicieron arena de destierro.
Imagino tus noches.
Asido a la esperanza, luchas cual gladiador a punto de muerte.
Quieres salir de esta condena, y vivir
vivir otra vez la infancia
para volver a los años en que fue virgen el deseo,
para saber decir no
a ese albañal de muertes.
Alguien te engañó, te mostró los instantes dulces
y no te informó de la ruina de tus castillos.
Eran tan divertidas las alas
que no advertiste, Ícaro, que te acercabas al fuego.
Te has quemado, y contigo
la casa que de niño te vistió de azul
donde hoy sus paredes rezuman un dolor insoportable
entre las llamas del desaliento.
Es muy dura la espera, saber
si vas a soportar la abstinencia de la risa,
a sentir cortado el vuelo a esos cielos.
Pero sé que, si eres fuerte, vivirás
iluminadas primaveras
a pesar de los años muertos de nirvana,
del azogue que titila en tu cuerpo.
Y ahí estarán, con escondidas lágrimas
y el corazón gozoso,
los tuyos, todos
para cobijar tu inseguro andar
con el plato en la mesa y el manjar templado.
Esperándote
como el que ha salido al alba
y regresa en la tarde a los abrazos guardados.
Gracias, Marius, por tus gratificantes palabras que tanto me animan.Marius Gabureanu escribió:Los primeros cuatro versos ya hacen identificar al lector con ese tem
blor suave como de pinos por la mañana, como si la resina de la tristeza formara una vela que ar
de, arde en tu poema, Pilar. Es excelente y te felicito, estimada amiga. Mis abrazos.
Pilar Morte escribió:Dime quién fue,
quién con la mano dulce te encadenó al infierno,
quién transformó tu noble alma
en bosques de dolor.
Eras caudal de alegría
y te hicieron arena de destierro.
Imagino tus noches.
Asido a la esperanza, luchas cual gladiador a punto de muerte.
Quieres salir de esta condena, y vivir
vivir otra vez la infancia
para volver a los años en que fue virgen el deseo,
para saber decir no
a ese albañal de muertes.
Alguien te engañó, te mostró los instantes dulces
y no te informó de la ruina de tus castillos.
Eran tan divertidas las alas
que no advertiste, Ícaro, que te acercabas al fuego.
Te has quemado, y contigo
la casa que de niño te vistió de azul
donde hoy sus paredes rezuman un dolor insoportable
entre las llamas del desaliento.
Es muy dura la espera, saber
si vas a soportar la abstinencia de la risa,
a sentir cortado el vuelo a esos cielos.
Pero sé que, si eres fuerte, vivirás
iluminadas primaveras
a pesar de los años muertos de nirvana,
del azogue que titila en tu cuerpo.
Y ahí estarán, con escondidas lágrimas
y el corazón gozoso,
los tuyos, todos
para cobijar tu inseguro andar
con el plato en la mesa y el manjar templado.
Esperándote
como el que ha salido al alba
y regresa en la tarde a los abrazos guardados.