Ruido
Publicado: Lun, 21 Jul 2014 11:56
¡Vale de ruido!
Y las risas rebotan en sabanas mojadas de soledad
donde yace una mujer fría y blanca como la leche.
Su mirada como agujas de alfiler se clava en las pupilas
y su lengua saborea la dulce tristeza que cuelga de los oídos.
¡Ya está bien!
Sobre la mesa un cuchillo ausente y un alma en vilo
que mira parir a un niño de madera que no llora.
-¿Por qué no llora? -susurra el cuchillo al alma desesperada,
que al ver dos nardos clavados en los senos de madera
se lanzó al vacío de una mirada hueca y roída por cucarachas.
¡Ya está bien de ruido!
¿Qué fue del niño?
Con intenciones manchadas de sangre y vergüenza,
lanzó la fría soledad su fruto al olvido de la tierra
curtida en desamor, quedando la mujer postrada
en posición de oración y hundiendo sus cabellos
en el fértil amor sepultado.
Arañando su tumba, removiendo lo insondable del lamento,
gritó la mujer su noche afilada en la piedra quemada
por un triste y furioso sol:
-¡Ay, qué fue de mi niño, qué fue de mi amor!
-¡Ya vale de ruido, no lo soporto más! -gritó un hombre
con traje de niño, que vio hundirse dos soles en sabanas de leche.
Y las abejas siguen entrando y saliendo de las orejas lastimadas,
jugando a la alquimia y portando compactos bloques
de oro líquidos, dorados como el sol y dulces como la miel.
¡Vale ya de tanto ruido!
Solo hay ruido, mucho ruido y pocas palabras de amor
Y las risas rebotan en sabanas mojadas de soledad
donde yace una mujer fría y blanca como la leche.
Su mirada como agujas de alfiler se clava en las pupilas
y su lengua saborea la dulce tristeza que cuelga de los oídos.
¡Ya está bien!
Sobre la mesa un cuchillo ausente y un alma en vilo
que mira parir a un niño de madera que no llora.
-¿Por qué no llora? -susurra el cuchillo al alma desesperada,
que al ver dos nardos clavados en los senos de madera
se lanzó al vacío de una mirada hueca y roída por cucarachas.
¡Ya está bien de ruido!
¿Qué fue del niño?
Con intenciones manchadas de sangre y vergüenza,
lanzó la fría soledad su fruto al olvido de la tierra
curtida en desamor, quedando la mujer postrada
en posición de oración y hundiendo sus cabellos
en el fértil amor sepultado.
Arañando su tumba, removiendo lo insondable del lamento,
gritó la mujer su noche afilada en la piedra quemada
por un triste y furioso sol:
-¡Ay, qué fue de mi niño, qué fue de mi amor!
-¡Ya vale de ruido, no lo soporto más! -gritó un hombre
con traje de niño, que vio hundirse dos soles en sabanas de leche.
Y las abejas siguen entrando y saliendo de las orejas lastimadas,
jugando a la alquimia y portando compactos bloques
de oro líquidos, dorados como el sol y dulces como la miel.
¡Vale ya de tanto ruido!
Solo hay ruido, mucho ruido y pocas palabras de amor