
Es este absurdo,
la pendiente obstinada entre la dama y la cortesana.
Tosca enamorada, La Traviata
seducida entre nombres cincelados por huracanes del corazón.
Son los haberes encontrados de lo que nunca sucedió
pero tienen impreso un flamante sello de recibido.
Es el rendirse exhausta como la doncella frágil y doliente
como esa Bohemia, esa Rusalka y la Madama Butterfly,
puntuales siempre en sus delirios, tan rotas, tan habituales ellas,
las de la emoción blanda, inmaculada, decepcionada.
Dormimos todos en el refugio
cuando han salido de viaje los últimos ronroneos
que alumbraron con música las entrañas de la noche.
Cautivas, llenas de celos, descosida la sangre ríen
al tiempo que Mozart con Puccini
desayuna pan caliente y notas tiernas.
Yo soy Mario Cavaradossi, Sarastro y Don Giovanni.
Soy Rodolfo, el poeta, Alfredo seducido y Rigoletto el bufón.
Y tengo incrustado en el ánima
el tiempo de ayer y de aquí, el de ahora y después
todos completos y reunidos, fusionados en mi voz y tu armonía,
tiempos de paz y contienda, de concordia y ofensiva
para no abismar las eras en tiempos rotos pero compasivos,
imprudentemente sensatos.
¡Ay evocación, ay añoranza de fraseo impecable y puro!
¡Qué tiempos aquéllos!, los viejos tiempos.