Amor, gimnasia, religión
Publicado: Vie, 13 Jun 2014 14:14
Puedo hacerlo a plena luz del día,
entre los cántaros inversos,
debajo de los entreverados cauces de cuyo nudo nace la absorta música del tiempo
abandonada al fondo de este día.
Puedo hablar, me dije,
dolía tanto la reflexión; usé
las palabras que la magia ha descartado,
usé los residuos elementales para extender tan poca piel
sobre tan grandes espejismos,
una sola moneda para los párpados de un muerto con tantos ojos como árboles
hay en la palma de la mano,
con tantos ríos,
con tantos poros en la respiración.
Creí en eso apretando las manos hasta escurrirme,
de la sangre de mis oídos bebían los charcos abandonados por la marcha.
Tomaba las mudas caídas y me las probaba esperando tu lengua ensartando una nube,
como aprobación tu saliva empapando mis cabellos,
como condescendiente desprecio una lluvia certera sobre el blanco del ojo,
reja blanca sobre el mundo blanco,
fe,
flexiones, flexiones,
ningún sonido más que el vaho en torno al agujero que tu forma ha dejado en mi nombre.
Puedo seguirte, cada vez que mi frente toca el suelo frío
un ardiente arañazo cruza las plantas de tus pies.
entre los cántaros inversos,
debajo de los entreverados cauces de cuyo nudo nace la absorta música del tiempo
abandonada al fondo de este día.
Puedo hablar, me dije,
dolía tanto la reflexión; usé
las palabras que la magia ha descartado,
usé los residuos elementales para extender tan poca piel
sobre tan grandes espejismos,
una sola moneda para los párpados de un muerto con tantos ojos como árboles
hay en la palma de la mano,
con tantos ríos,
con tantos poros en la respiración.
Creí en eso apretando las manos hasta escurrirme,
de la sangre de mis oídos bebían los charcos abandonados por la marcha.
Tomaba las mudas caídas y me las probaba esperando tu lengua ensartando una nube,
como aprobación tu saliva empapando mis cabellos,
como condescendiente desprecio una lluvia certera sobre el blanco del ojo,
reja blanca sobre el mundo blanco,
fe,
flexiones, flexiones,
ningún sonido más que el vaho en torno al agujero que tu forma ha dejado en mi nombre.
Puedo seguirte, cada vez que mi frente toca el suelo frío
un ardiente arañazo cruza las plantas de tus pies.