Editorial Alaire

“En el rincón izquierdo
desde Laramie, Wyoming
licenciado en Que te follen por la universidad de Cambridge
con noventa y un kilos de peso y calzón amarillo,
invicto en ciento veintidós combates de ciento veintidós combates y campeón mundial del peso hijo de puta:
¡Phillys Thomas Caraperro!”
Entonces el público se levantó y aplaudió enloquecidamente el sudor que caía por los enormes pectorales de Caraperro,
aplaudían su master en Tengo la polla más grande que tú
poseídos por un ente maléfico que los sumía un trance irreversible de gritos y babas:
“¡Mátalo Phillys, reviéntale la cabeza con tu golpe martillo, eres el mejor, no lo olvides...!”
Tenían los ojos rojos como ratas.
“...que llore, que llore mucho.”
Los ojos como ratas y sangre en las uñas.
En la fila quinta, Mafalda, le metía la mano a Betty Boop por debajo de las bragas.
“Y a mi derecha
desde Abisinia...”
Silencio en las gradas.
“...el hombre guisante.”
Después del silencio hubo una masa como mocos
mucho más espesa incluso que el silencio ártico
algo vivo
que palpitaba y se movía.
“Me parece haber visto un lindo gatito”
-¡GOINNNNNNG...!
Dio comienzo el combate y
desde algún lugar del infierno
una banda de Thrash metal dinamitó el lugar
escupiendo metralla a la gente.
Cincuenta mil vatios
una onda expansiva del tamaño de
Barcelona.
Sin mediar palabra Caraperro
le metió un puñetazo al hombre guisante en la boca
y le partió todos los dientes.
“Uno, dos, tres, cuatro, cinco...”
Sonriendo, el hombre guisante se puso de rodillas
y antes de que pudiera levantarse
Phillys Thomas Morrison Caraperro
le hundió en las costillas sus manos como herramientas
y le arrancó el aire en los pulmones.
“Uno, dos, tres, cuatro...”
Sonriendo, el hombre guisante se agarró a las cuerdas
chorreando sangre por la frente y los pezones.
“¡Que llore Caraperro, MUERTE, MUERTE...!”
Al pie del ring, en primera fila
tras sus gafas de plástico negro
Franco Battiato hacía apuntes sobre la condición del ser humano
en una minúscula libreta de cuadritos.
Un golpe, otro, la vida al carajo
las rodillas rotas
“uno, dos, tres, cuatro, cinco...”
El hombre guisante trepó por la pierna del árbitro buscando oxígeno.
Más golpes en el hígado.
“Uno, dos, tres...”
Es bonito el cielo de Manhattan,
debió pensar el hombre guisante tumbado boca arriba sobre el cuadrilátero.
Sonreía.
Sonreía y se levantaba una y otra vez.
Con la fuerza extrema de una retroexcavadora Massey Ferguson
el gigante de Wyoming
le aplastó la cabeza con una de sus botas fabricada en piel española.
Sin duda, “Debe ser bonito el cielo de Manhattan”
es lo que pensaría cualquiera antes de morir.
“Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis...”
Aplaudían y gritaban y se meaban encima.
“...siete, ocho...”
Montados sobre avestruces vestidos de Elizabeth I de Inglaterra
cuarenta y cinco miembros de la Orden de San Telmo se disponían a celebrar la derrota del hombre guisante
tocando la trompeta y bebiendo vodka Stolichnaya cuando...
“...nueve...”
Nueve, el número de la suerte del hombre guisante.
De pie sobre la lona
ante los atónitos ojos de miles de personas
el hombre guisante
movió un dedo,
y el mundo comenzó a desintegrarse.
Primero se desvaneció la risa de los arzobispos y los videos de porno casero
parte del patio de butacas cedió tragándose a las rubias platino, los inversores de bolsa y los floreros,
y en la calle los árboles y los Cadillac se desprendieron de la tierra para vagar por toda la eternidad en el espacio
Cada puta molécula del mundo, simplemente
desapareció
mientras los dientes blanquísimos
del hombre guisante,
brillaban como una Supernova.

.


Este trabajo no merece pasar sin comentarios.
Es una temática dura, pero ciertamente interesante y magnificamente desarrollado.
También hay que hablar de todo esto .

Mis saludos.


.

Como siempre das en le centro de la sensibilidad, con tu forma tan poco común de hacer poesía los ojos ven un poquito más allá de las palabras.
Yo no sé si es un poema, pero a mí me llega la extensión del mensaje que no tiene por qué adaptarse a las formas.
Un placer Billy/Manuel

Sara

¡Qué manera de escribir! Impresionante.

Acojonante la increíble historia del hombre guisante. Thanos en estado puro.

Como dice Víctor, no merece pasar sin comentarios.
Excelente! Además de los dientes del hombre guisante es el poema el que brilla como una supernova!.

Un saludo.

Genial.