Editorial Alaire

ROBERTO LÓPEZ escribió:

Carmen López escribió:
Qué bonito poema, envuelto en la música nocturna de Coltrane. Me he abandonado a su dulce melancolía.
Un abrazo.

Marius Gabureanu escribió:Carmen, es un poema magnifico que en la primera parte forma un espléndido cóctel de imagenes melancolicas, y el lector se deja contagiar por la profunda reflexión sobre el destino humano reflejado en la relación de pareja. Hay mucho que decir sobre tu poesía, desafortuadamente estoy muy mal en eso de dejar buenos comentarios asi como se merecen la mayoría de los poemas donde dejo huella, entonces, desde la timidez de aquel que ha perdido la lengua, recibe un abrazo sincero.

Concha Vidal escribió:Carmeta, la maestra en metáforas, tienes el don de saberlas, destaco:

"...esos pájaros que deciden suicidarse
y se olvidan -premeditadamente-de volar "

porque me ha fascinado lo de olvidarse de volar, es como olvidar el respiro.
Petons, Carmeta.

LUIS MARIÑO escribió:Me parece una auténtica joyita de poema, del primer verso al último, de una belleza y una sensibilidad exquisitas.
Estoy convencido que eres una grandísima poeta, Carmen, y lo digo totalmente de verdad.
Mis aplausos compañera y un fuerte abrazo.

J. Paz escribió:Cuánta sensibilidad y belleza de principio a fin. Es precioso, Carmen.
Un abrazo y feliz verano,

Judit

Carmen López escribió: ↑Sab, 31 May 2014 11:13 Ya sabes que nos reconoció
el color impenitente del frío,
conocíamos -sobradamente-
la escenografía de una noche sin sueños,
éramos -por siempre-, los huérfanos de la noche,
en la niebla de los calendarios
fuimos una especie desprotegida,
insumisa, en desorden,
algo que el reflujo del tiempo
no podía contener en su retina,
como una especie nueva sin catálogo,
bella, pero, excesiva,
esa nota de un jazz de Coltrane
que queda - alguna vez- suspendida,
esas mariposas que no aprendieron a libar,
esos pájaros que deciden suicidarse
y se olvidan -premeditadamente-de volar.
Hubo, -también-, cosas hermosas
que nos reían en la piel
y en las manos nos dejaban su sonrisa,
un gesto cálido en mitad de tanto invierno,
la carta abandonada por un suicida.
No aprendí nunca a predecir el futuro,
como aquel pez que se escurre de las manos,
así fuimos en la nada,
como si nunca hubiésemos sido antes.