EL OCTAVO PECADO
Publicado: Vie, 23 May 2014 13:15
Mirarte,
ser la parte perdida de tu memoria,
el peregrino a la gloria del altar inacabado,
el sagrado santuario de tu gula oculta,
el octavo pecado de tu templada gruta,
la ruta que conduzca al arrebato.
Mirarte,
ser tocado por el arte de vivir
en la penumbra hostil de tu regazo,
en el abrazo sutil y malicioso,
ansioso, vulgar, maleducado,
ser el vado humedal de tu cintura
mientras la duda quiera y tu lengua me busque,
mientras te escuche gritar
y las frutas de tu valle me prefieran.
Mirarte,
ser el iluso telón de tu cuerpo inconcluso,
la última copa de tu bar de lluvia y rosa,
apurar la furia terminal de tus senos de gloria,
el vendaval recorrido de tus piernas de miel
y esos labios que me saben de memoria.
Mirarte
en el levante arrabal de mi palabra errante,
en el poniente distante que te siente inalcanzable,
y, sin embargo,
parte y juez de esta historia que no fue
porque aún existo,
porque he visto como miras mi palabra
y el deseo te reclama y el infierno nos convoca,
porque tu pecho me escribe y tu gemido me llama,
porque somos pecado sin condena
y no hay vena que no nos necesite
y sentir es la verdad que nos provoca.
Mirarte,
llorar los descensos de tu ropa,
abrir la boca y recibirte,
y dejar que el tiempo dicte las palabras…
y los silencios.
ser la parte perdida de tu memoria,
el peregrino a la gloria del altar inacabado,
el sagrado santuario de tu gula oculta,
el octavo pecado de tu templada gruta,
la ruta que conduzca al arrebato.
Mirarte,
ser tocado por el arte de vivir
en la penumbra hostil de tu regazo,
en el abrazo sutil y malicioso,
ansioso, vulgar, maleducado,
ser el vado humedal de tu cintura
mientras la duda quiera y tu lengua me busque,
mientras te escuche gritar
y las frutas de tu valle me prefieran.
Mirarte,
ser el iluso telón de tu cuerpo inconcluso,
la última copa de tu bar de lluvia y rosa,
apurar la furia terminal de tus senos de gloria,
el vendaval recorrido de tus piernas de miel
y esos labios que me saben de memoria.
Mirarte
en el levante arrabal de mi palabra errante,
en el poniente distante que te siente inalcanzable,
y, sin embargo,
parte y juez de esta historia que no fue
porque aún existo,
porque he visto como miras mi palabra
y el deseo te reclama y el infierno nos convoca,
porque tu pecho me escribe y tu gemido me llama,
porque somos pecado sin condena
y no hay vena que no nos necesite
y sentir es la verdad que nos provoca.
Mirarte,
llorar los descensos de tu ropa,
abrir la boca y recibirte,
y dejar que el tiempo dicte las palabras…
y los silencios.