HERENCIA
Publicado: Dom, 11 May 2014 12:22
A mí no me se importa,- decía uno,
rebosándosele el corazón por boca –
ser ignorante ante alguna gente,
si no sé leer, esa es mi desgracia,
pero dime, cristiano, a ti, ¿de qué te sirve?,
yo camino de pie con mis albarcas
y conozco uno a uno a mis hermanos,
mi firma es una cruz porque es sagrada,
una tribu bien rara son ustedes
que dan comida al jarto de percebes.
A mí no me se importa,-vuelve y dice-,
que lleve el tuerto, el cojo o el sintecho
a mi hija cogida de la mano,
que si esa mano da pan y cebolla,
qué más da del camino ancho o estrecho.
Yo la miro crecer de abajo a arriba
como mismo mira el agradecimiento,
ella sabe leer y sin embargo,
a veces cuando lee la veo llorando,
yo no le digo nada porque entiendo
que está acabando el puzzle con sus ojos,
rompiendo a comprender lo más primero,
componiendo el hatillo del sendero,
y no se pondrá el sol en sus confines,
y el tuerto será el rey de los videntes,
y el postre con las peras de sus olmos,
y en su mesa los panes y los peces,
que ya localizó uno por uno
los músculos que honrados se organizan,
los mismos que mastican los percebes,
la herencia que merece,
su sonrisa.
J. Paz
rebosándosele el corazón por boca –
ser ignorante ante alguna gente,
si no sé leer, esa es mi desgracia,
pero dime, cristiano, a ti, ¿de qué te sirve?,
yo camino de pie con mis albarcas
y conozco uno a uno a mis hermanos,
mi firma es una cruz porque es sagrada,
una tribu bien rara son ustedes
que dan comida al jarto de percebes.
A mí no me se importa,-vuelve y dice-,
que lleve el tuerto, el cojo o el sintecho
a mi hija cogida de la mano,
que si esa mano da pan y cebolla,
qué más da del camino ancho o estrecho.
Yo la miro crecer de abajo a arriba
como mismo mira el agradecimiento,
ella sabe leer y sin embargo,
a veces cuando lee la veo llorando,
yo no le digo nada porque entiendo
que está acabando el puzzle con sus ojos,
rompiendo a comprender lo más primero,
componiendo el hatillo del sendero,
y no se pondrá el sol en sus confines,
y el tuerto será el rey de los videntes,
y el postre con las peras de sus olmos,
y en su mesa los panes y los peces,
que ya localizó uno por uno
los músculos que honrados se organizan,
los mismos que mastican los percebes,
la herencia que merece,
su sonrisa.
J. Paz