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El nivel

Publicado: Jue, 24 Abr 2014 16:15
por Pablo Ibáñez
Cumplidos los cuarenta y cinco años, Luis Ania entendió que, por fin, había condecorado alrededor del cuello de su vida una medalla suficientemente gruesa a la estabilidad. Con un trabajo bien remunerado, una esposa con la que podía conversar sin demasiada agresividad, un caldeado piso en las afueras y una nena muy mona de cuatro añitos, la imagen se tornaba ideal a los ojos de una persona de orden –lo que quiera que sea eso, por lo que el señor Ania siempre se había tenido.

La moda por aquel entonces era el Minimalismo. Salones grandes y austeros, espacios amplios con pocos muebles, detalles metalizados, piedras negras japonesas decorando lavabos pulidos, estores de lino blanco amortiguando una suave música ambiental… Luis decidió que ya era hora de reformar su piso de proletario para adaptarlo a los nuevos tiempos.

Lo primero que hizo fue comprar un pequeño nivel de burbuja de agua.

A continuación se descargó de la red la colección completa de Arquitecture & Morality y comenzó a devorar sus páginas en total autismo. Desde ese momento, dedicó la mayor parte de su tiempo libre a su nueva pasión y, a medida que se atiborraba de conceptos, materiales, texturas, ambientes zen, comenzó a derribar, por sus propios medios, la mayor parte de las estructuras y enseres de la vivienda. Las protestas de su esposa fueron fácilmente sofocadas, sin más que un par de esbozos de aquella seriedad temeraria que caracterizaba al señor Luis Ania cuando tenía claro su objetivo.

Las habitaciones fueron minimizadas en favor de un salón gigantesco; se pintó la casa de blanco liso nuclear (mano de imprimante más tres de pintura), estableciendo una rigurosa prohibición a la niña de tocar las paredes; los baños fueron levantados de cuajo, sacrificando la higiene familiar durante varias semanas; las habitaciones se vistieron con nuevas camas metálicas de dudosa comodidad; la cocina fue colonizada con una isla cuadrangular en el punto medio exacto –había que ponerse un poco de perfil para pasar a la nevera, pero no estaba tan mal−; se desecharon los antiguos cuadros y fotos familiares y fueron sustituidos por grabados abstractos de precios abstractos. No se reparó en gastos.

Todo este lamentable comportamiento hubiera parecido una ventolera temporal sin más del bueno de Luis, si no fuera por la manera como niveló los grabados al colgarlos. Entonces quedó bien claro que el asunto terminaría mal. Marcó y taladró la pared cuidadosamente y usó su pequeño nivel de burbuja de agua para comprobar el resultado. Al principio pareció satisfecho, pero su mujer pronto se dio cuenta de que no lo estaba. Colocaba el nivel sobre todos y cada uno de los marcos de los grabados una y otra vez, en el marco superior y en el inferior, y retocaba ligeramente los grabados en varias direcciones mientras calibraba la horizontalidad perfecta de la burbujita de agua.

Una noche, a la una de la madrugada, la mujer se despertó sorprendida por un extraño ruido que provenía del salón. Su marido no estaba en la cama. Se levantó y, al entrar en el salón, descubrió a Luis puliendo los marcos de los grabados con una lijadora eléctrica.
− Luis, por Dios −gimió asustada− ¿qué ocurre?

El hombre levantó la vista lentamente del banco de trabajo, con aquella mirada seria y determinada, perruna, que clausuraba cualquier diálogo o posibilidad de negociación.

− Los marcos de los grabados no están nivelados– dijo gravemente, y volvió su vista al banco de trabajo sin dar ni aceptar más explicaciones.

Los vecinos comenzaron a protestar cuando aquel laboreo nocturno se hizo habitual, pero el verdadero peligro llegó el dieciséis de agosto. A las seis de la mañana, después de haber estado toda la noche, nivel en ristre, puliendo marcos de puertas y ventanas, granitos de encimeras, baldosines de parqué, esquinas de rodapié, tiradores de cajoneras Carlström, el pie de lámpara anodizado… Después de todo esto, Luis levantó la vista de su banco de trabajo y contempló el desastre con aparente tranquilidad. La luz del amanecer comenzaba a inundar la ventana del salón y revelaba los ángulos de su locura en forma de manchas de rabia pulimentada, rayajos como heridas, desconchones, escombros como almas. Luis Ania resopló un buche de aire profundo y siguió parpadeando bovinamente, manteniendo en todo momento una escalofriante seriedad. Jugueteó unos instantes en el silencio del amanecer con el nivel, oyendo el ritmo pausado y extenso de su respiración, haciendo girar la burbujita de agua de un lado a otro.

Se dirigió, aparato en mano, a la habitación de su hija. La pequeña dormía tranquilamente. Unas líneas rectas perfectas de luz amanecida traspasaban los entrecaños de las persianas y se posaban a lo largo de su cuerpecito estirado y desvalido. Luis se acercó despacio, olió el perfume tierno y encantador de la carne infantil, la respiración sana y acompasada. Con absoluto cuidado y seriedad, acercó el nivel, lo posó encima de la pequeña frente de su hija y evaluó el resultado.

Publicado: Jue, 24 Abr 2014 18:41
por Hallie Hernández Alfaro
Una delicia de obsesión-compulsión hecha relato, querido amigo.
El final es simbólico, ocurrente y una sorpresa para el ya seducido lector.

Bienvenidísimo seas a Prosa y ojalá éste sea sólo el primero de muchos bocados/gourmet de narrativa firmados por ti.

Abrazos.

Publicado: Dom, 27 Abr 2014 9:43
por Arturo Rodríguez Milliet
Exquisita narrativa que, de manera creciente, nos va introduciendo en la obsesividad del personaje, en ese caos que supone el perfeccionismo imposible, hasta un final aterrador por la elocuencia de lo que el autor se reserva.

Excelente relato que disfrute de principio a fin, mi felicitación junto a un abrazo Pablo.

Publicado: Mar, 29 Abr 2014 11:26
por Pablo Ibáñez
Gracias Hallie, gracias Arturo.

Estoy porobando el relato, a ver si me sacudo un poco de mi sequía lírica y de paso entreno en desarrollo literario.

Un honor vustro paso.

Publicado: Jue, 01 May 2014 23:17
por Carmen López
Fantástico relato, Pablo...es una pena que no se te vea tanto en esta orilla, amigo, porque el relato es verdaderamente aterrador...un recurso inteligente dejar a la imaginación del lector ese final espeluznante, un recurso de escritor muy consumado. Me ha gustado horrores, nunca mejor dicho.

Un abrazo con mi aplauso.

Carmen

Publicado: Mar, 06 May 2014 17:22
por Isabel Moncayo
Vaya Pablo, estás hecho todo un dramaturgo, oye que me ha dado yuyu ese final, ¿ es lo que pretendías? pues conseguido, eres bueno, te lo digo yo, que últimamente he leído y leído y leído sobre varios poetas y te puedo asegurar que eres de esos autores que entre más se lee más apetece.. que lo sepas.

Un besín, dende nosa tierrina.

Publicado: Mar, 06 May 2014 17:47
por Gerardo Mont
La bien trazada obsesión del personaje nos lleva por el escrito hasta ese final de sugerencia abierta y que aporta sorpresa y originalidad al escrito. Felicitaciones Pablo por tu excelente trabajo. Un gran abrazo y sincero.

re: El nivel

Publicado: Vie, 09 May 2014 12:16
por Julio Gonzalez Alonso
Estupendo trabajo. Tu capacidad narrativa es extraordinaria, amigo Pablo. Un verdadero lujo tener la oportunidad de leerte. De paso... ¿por qué el Luis no se pone el nivel en... y luego tira de lijadora?je,je,je... Las conclusiones o moralejas pueden ser varias, pero lo espantoso es llevar la obsesión por la horizontalidad, la verticalidad y lo que sea, a las personas. Aplausos, muchos. Con un abrazo.
Salud.

Publicado: Mié, 24 Dic 2014 14:46
por Hallie Hernández Alfaro
Sube para deleite de todos.

Publicado: Sab, 09 May 2015 12:56
por Hallie Hernández Alfaro
Arriba de nuevo con la belleza.

Publicado: Lun, 11 May 2015 10:51
por Pablo Ibáñez
Gracias amigos por vuestros comentarios.
Gracias Hallie por subir el relato.
Bue, el texto deja mucho que desear, no me digáis que no....

Un abrazo.

Publicado: Lun, 11 May 2015 16:54
por Ventura Morón
Recuerdo amigo que me quede estupefacto cuando leí este relato la primera vez, aunque no siempre tenga tiempo de comentar, intento leer lo máximo que puedo de los compañeros. Es curioso como se había grabado en mi memoria todo el ambiente del texto. Puedo leer en la capa oculta, ciertas alusiones del mundo técnico que ambos compartimos. Y eso me interesa sobremanera. Esa obsesión que aquí se muta en delirio, de las lineas rectas, la pureza del gesto, la brillantez de una nada blanquísima bosquejada con sombras paralelas perfectamente trazadas. Me ha encantado esa imagen de la vivienda llena de arañazos, de serrín quizás, de polvo de rayadura, y la imagen central de la locura insistiendo en su demencia.
Me gusta tu comentario también, punzante y generoso amigo. Yo creo que está leno de elementos interesantes. Me encantó volver a leerlo.
Un abrazo Pablo

Publicado: Dom, 31 May 2015 18:50
por E. R. Aristy
Excelente narrativa Pablo, no te conocia este otro don, quedo maravillada con tu trabajo. ERA

re: El nivel

Publicado: Sab, 13 Jun 2015 14:15
por Óscar Distéfano
Excelente relato que yo considero una perfecta alegoría. Me sentí identificado con el personaje porque, poéticamente, yo soy ese hombre del nivel en mano. Los "desniveles" de mis trabajos me acucian, me hacen trasnochar más de la cuenta, y me impiden considerar nada como concluido.
Paul Valéry acertó: "No hay obras terminadas, sólo obras abandonadas”.


Un aplauso, Pablo, por el tratamiento exquisito del lenguaje.
Un abrazo.

Publicado: Sab, 13 Jun 2015 14:29
por Maria Pilar Gonzalo
Me había perdido este excelente relato que ahora celebro al haberlo encontrado.

Enhorabuena por tu talento.

Abrazos.