FOTOS Y NOTAS DE ALAIRE EN MADRID, 25, 26 Y 27 DE JULIO 2014

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Daniela Miño
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Mensaje sin leer por Daniela Miño »

Me encantó verlos, me alegra en el alma que hayan vivido tan linda experiencia. Abrazos a todos los compañeros.
"Y yo sola con mis voces, y tú tanto estás del otro lado que te confundo conmigo."

A. Pizarnik
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Julio Gonzalez Alonso
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re: FOTOS Y NOTAS DE ALAIRE EN MADRID, 25, 26 Y 27 DE JULIO

Mensaje sin leer por Julio Gonzalez Alonso »

Adjunto la ponencia leída en las jornadas Alaire de Madrid:


Encuentro de Madrid. Café Comercial, 25,26 y 27 de julio de 2014
La poesía en Alaire


El compañero Ramón Ataz decía que la poesía era algo consustancial a la música y que la poesía había nacido para ser recitada. Decía más y se preguntaba, en el afán común de aproximarse a una posible definición de lo que es poesía, qué cosa permanece en ella “constante” sin la existencia de lo cual no existiría.

Centrándose en la poesía lírica, la que él escribió, encuentra que esa constante es el ritmo, puesto al servicio de lo que se quiere transmitir. Y encuentra otras muchas características que la conforman, adornan y dan cuerpo, como la metáfora, la figura literaria por excelencia.

Pero no podemos escapar a la dificultad, nos advierte, de poder determinar el valor de la poesía, que es cómo evaluar de modo objetivo el encarar un hecho tan subjetivo. Esa misma dificultad hace que todo quepa en la poesía en lo que se refiere a corrientes y tendencias, o el modo de encarar el hecho poético: surrealismo, realismo, experimentación... Lo importante, decía, es la necesidad, el requerimiento de lugares comunes de los que partir y de los que alejarse. El alejamiento o distancia del lugar común es la creación poética. Al igual que en la música, el ritmo, los sonidos, los vocablos, las imágenes, pueden evocar y transmitir la emoción sin hablar explícitamente de ella.

Pues bien, con ocasión de leer un pequeño trabajo que me enviaron sobre Horacio y su Epístola a los Pisaros, recordé –además de las opiniones de Ramón Ataz- las de Rainier María Rilke en su imprescindible obra Cartas a un joven poeta, y caí en la cuenta –una vez más- de que es inútil buscar la cuadratura del círculo en la poesía, o lo que Ramón Ataz subrayaba, la imposibilidad de ser objetivo ante un hecho subjetivo.

Pero Horacio, en su Ars Poética, proporcionando también consejos técnicos a los poetas jóvenes, repasa eficazmente los problemas generales de la poesía, así como el ambiente, las ideas y las maneras de vivirla y expresarla en su época que, sorprendentemente, difieren bien poco de los problemas, ideas y maneras de vivirla hoy día.

Ramón Ataz se preocupaba por encontrar la “constante” de la poesía y nos subrayó el “ritmo”. Pues bien, al ritmo como constante básica general, le acompañarán otras circunstancias que se mantienen constantes, aunque pueda no darse alguna de ellas sin que por ello la poesía se resienta de serlo y que encontramos en la obra de Horacio.

Quiero decir que tal vez no tenga demasiado sentido obsesionarse por acabar una definición o poner nombre a la poesía de una época, y resultaría más provechoso recapacitar sobre lo ya descubierto y expresado hasta hoy, con lo cual nos ahorraríamos el trabajo de “tratar los temas sobre los que ya anteriores se prodigaron sin pudor”. Se refiere, naturalmente, a los temas poéticos, tal vez como el amor, que tanto se prodigan; pero he querido, no sé si con acierto, hacerlo extensivo la teoría poética.

Procurar que las obras tengan una unidad en su conjunto, equilibrio y conexión entre las partes; manejar bien los criterios de “opoprtunidad• y “selección”; utilizar un lenguaje con expresiones y voces nuevas para las ideas nuevas y los tiempos actuales; mimar el ritmo, que algunos prefieren llamar musicalidad y otros no; emplear recursos estilísticos más allá de la metáfora y, en fin, hacer todo aquello que hace crecer una obra con original personalidad, es –en suma- todo lo que se puede hacer.

Hay una idea que me parece importante no dejar pasar por alto, como es alcanzar a comprender el valor de la palabra, la capacidad del lenguaje, como modelador de la conducta y de la personalidad. Adueñarse de la palabra es poner voz a la vida, hacernos protagonistas del tiempo que nos ha tocado vivir. Y la poesía es la palabra por excelencia, pues toca directamente a la emoción que nos moverá a actuar, mirar el mundo desde nosotros mismos y no a través de los ojos de los demás, crecer y sentirnos seguros para admitir el error y el fracaso como herramientas de aprendizaje.

Porque, hablar de “evolucionismo” qué es sino hablar de “aprender”. Debemos, nos recordaba Horacio, aprender, leer, escuchar...

El aprendizaje nos habilita para hacer nuestra casa más grande, conquistar nuevos espacios del pensamiento, habitar el alma de las emociones y ser mejores. Aprender es conquistar ámbitos de libertad, pues sólo desde la confianza en uno mismo, arriesgando y esforzándose, conseguimos la lucidez de los juicios propios y liberarnos de la esclavitud de la aceptación de normas y presiones externas.

Aprender es crecer y se crece “evolucionando”, adquiriendo conocimiento, experimentando, y utilizando lo antiguo para construir lo nuevo.

No hay nada más seguro que lo establecido, pero nada más pobre para el ser humano. La religión nos libera mediante la fe del menester de tener que pensar, creyendo e interiorizando los dogmas, y nos exonera del trabajo y la aventura de aprender. Pero someter el pensamiento es renunciar a ser libres. Naturalmente que la libertad conlleva el riesgo de equivocarse. La religión es algo seguro que nos libra de la culpa. Si hay error en lo que hago, yo soy culpable, sino la instancia que dicta la norma. Es por eso que las iglesias (me refiero a todos los credos) evolucionan tan poco. Todavía hace relativamente pocos años, en nuestra cultura cristiana y católica, se reconocía el error del juicio contra Galileo (Juan Pablo II, 31 de octubre de 1992).

La poesía no se acomoda a esta situación, ni siquiera la poesía escrita por religiosos como el Arzipreste de Hita, Lope de Vega o la mística de Juan de la Cruz y Teresa de Ávila.

Creo, y voy terminando, que otra “constante” de la poesía es la de “servir al conocimiento” y que no es casual que originalmente se hallara vinculada a la Filosofía. Díría, y digo, que el río grande de la vida es “evolución” a través del “aprendizaje” que dura hasta entregar sus aguas al mar, que es el morir, parafraseando a Jorge Manrique. Lo demás no es poesía, sino solamente aguas estancadas.

Julio González Alonso

Madrid, 25 y 26 de julio de 2014
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