Editorial Alaire

Somos flores del mundo oliendo a testosterona,
los perros han dejado su estela en la tierra:
Hay mil millones de insectos por cada ser humano.

Puedo amarte y quedarme sin vida,
correr hacia ti con un puño en el corazón
y otro puño en la boca, y mordiendo,
y abrir los ojos hasta llorar sangre.

Salir todos los viernes a las ocho
y escupir por las cañas de todas las terrazas,
confundirme con los guiris que amo.

Y cuando el lunes despierto a las doce,
con la imagen de mi amiga desnuda
y empalmado ¿Qué quieren que haga?
¿Barrer la habitación?
¿Enfrentarme a la vida?
De momento voy a bajar
a comprar un filete.

Somos pequeñas criaturas con las uñas largas,
hemos embotellado el agua y
encedemos velas cuando algo nos asusta.

Ignacio García,
Bienvenido, amigo

muy buena poesía... te felicito



Un abrazo fuerte

Gracias Ricardo

Ignacio.

Tiene el poeta el latido presto para decir con la boca o con la pluma la voz que le compete. Por tu verso y su forma estás en la edad concreta en que las cosas o son amor o no son nada. Y ni la testosterona ni los perros podrán borrarte la huella de la picadura de esos millones de insectos que como ser humano te pertenecen. Algunos de los cuales han quedado esparcidos por las esquinas de tu poema, siquiera en las cañas escupidas de todas las terrazas de un viernes entre guiris, aunque les ames.

Tiene tu voz la fuerza de la iconoclastia y la rebeldía. Ya templaran cañas. Ahora disfruta de tus viernes, madruga más los lunes, y recuerda una buena ducha fría para evitar ese empalme de amor y de versos. Y no lo dudes, enfréntate a la vida -siempre- después de haber barrido, luego baja a comprar ese filete de falda o de babilla. La mujer es la carne, el poeta su motivo.

Los perros en la calle, igual que los poetas, seguirán dejando su estela. La testosterona es vicio pasajero.

Un abrazo.

Santiago Redondo Vega

Muchas gracias Santiago, leo con atención tus palabras.