Graznar
Publicado: Vie, 28 Mar 2014 15:56
Marrón como base,
como cara oblicua arrancándose.
Marrón revelado de un golpe.
Larga desadherencia.
Pardo pálpito del marrón brotándose
más profundamente,
con más profusión en su zozobra hasta que llega el negro
de cristal, con una tiza en la esquina que lo saca del marco
y cae al agua para que alguien dibuje algo,
una transformación parecida, algas
en movimiento, algas invasoras, volutas de amor petrificadas
por el amor cobarde en una fuente. Qué cobarde el amor
que vive en una fuente y no en el pardo
marrón del río con una lengua negra en medio de la frente,
y no en la pardeza amarilla de una meada seca
como una lágrima aplastada por el sexo contra la tela
de una ropa más interior que el alma.
Una tiza para envolver la bolsa de la caída
en la boca terrosa en la que el grito se sienta
para tragar sin una criba que llevarse al oído.
Y esa materia que no transcurre,
el rumor atrapado dentro del lenguaje,
con sus pequeños diamantes agolpándose
contra la noche y contra el día,
¿en qué recipiente he de transportarla?.
No cabe en la línea de agua. El río va en la mudez,
pasa ante mí y no sé dónde hundirle el sonido
que abandonó en mi cuerpo como una madre que deja caer de entre sus piernas
al hijo mientras camina y camina.
Quiero hacerle entender su nombre buscando a mi alrededor
una similitud no emparentada con su cuerpo.
Hay aves que cantan y suenan como una cisterna.
Ángeles torpes, guías perdidos que tosen
sacudiéndose pedazos de cielo. Cuervos pescadores
que me enseñan a hablar sin padecerlo.
como cara oblicua arrancándose.
Marrón revelado de un golpe.
Larga desadherencia.
Pardo pálpito del marrón brotándose
más profundamente,
con más profusión en su zozobra hasta que llega el negro
de cristal, con una tiza en la esquina que lo saca del marco
y cae al agua para que alguien dibuje algo,
una transformación parecida, algas
en movimiento, algas invasoras, volutas de amor petrificadas
por el amor cobarde en una fuente. Qué cobarde el amor
que vive en una fuente y no en el pardo
marrón del río con una lengua negra en medio de la frente,
y no en la pardeza amarilla de una meada seca
como una lágrima aplastada por el sexo contra la tela
de una ropa más interior que el alma.
Una tiza para envolver la bolsa de la caída
en la boca terrosa en la que el grito se sienta
para tragar sin una criba que llevarse al oído.
Y esa materia que no transcurre,
el rumor atrapado dentro del lenguaje,
con sus pequeños diamantes agolpándose
contra la noche y contra el día,
¿en qué recipiente he de transportarla?.
No cabe en la línea de agua. El río va en la mudez,
pasa ante mí y no sé dónde hundirle el sonido
que abandonó en mi cuerpo como una madre que deja caer de entre sus piernas
al hijo mientras camina y camina.
Quiero hacerle entender su nombre buscando a mi alrededor
una similitud no emparentada con su cuerpo.
Hay aves que cantan y suenan como una cisterna.
Ángeles torpes, guías perdidos que tosen
sacudiéndose pedazos de cielo. Cuervos pescadores
que me enseñan a hablar sin padecerlo.