Memorias de una anodina vida
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
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Memorias de una anodina vida
I
Un día cualquiera nací. Mi madre por quinceava vez fuedejada encinta como se dice eufemísticamente. Esta situación, no fue ningunanovedad. La única novedad fue la guerra civil que estalló en ese año. No es quefuera una lucha sangrienta de largo tiempo, fue una escaramuza de unos cuantosdías, pequeña, insustancial, como son todas las cosas en una patria donde nadasucede.
Los días de mi infancia, tampoco tienen ningunaparticularidad. Hijo de campesinos no aburguesados, pero sí, con algunacomodidad como resultado de mucho esfuerzo y sacrificio, más que todo de mimadre que siempre fue la “mula de carga”.
La única importancia que pueden tener los años de infancia, fue la conciencia de perder a unmiembro familiar a la corta edad de cinco años. Conciencia muy endeble,prematura. Mi hermana, el último miembro de la familia, murió a los días denacida como producto de un corazón débil. La otra cosa es que tuve que soportara dos hermanas en su doble función de hermanas y de maestras, por dicha que nofui demasiado terrible.
Nací en una casa, porque en esa época, las campesinas noconocían hospitales a la hora de parir sus hijos. Era una situación corriente,muy usual para no buscar el auxilio de hospitales. También por un asuntoeconómico, la situación no era para gastar en cosas no indispensables. En todo caso, al decir de mi hermana, minacimiento tuvo lugar en el cuarto de atrás, donde mamá se asiló para tan noblelabor. Algunos de mis hermanos nacieron en el interior de un excusado de hueco,donde mi madre fue sorprendida por las circunstancias.
En los días de escuela, con el aprendizaje de la lecturaempecé a tener afición por ésta, y consecuentemente a tener muchos amigosimaginarios.
Nunca fui buen estudiante en sentido corriente del término.Realizaba mis tareas con el espíritu de terminarlas cuánto antes para irme ajugar bola o a leer alguna tira cómica o algún libro encontrado al azar en micasa. Me fascinaban las revistas de Roy Rogers, de Supermán y principalmenteTarzán de los Monos. Aun así, nunca tuve problemas para ganar los grados y nose crea que tenía algún privilegio de parte de mis hermanas-maestras.
Mi casa estaba enclavada en medio de un cafetal, pequeñahacienda comprada con el sudor y el trabajo de mis padres y posteriormente dealgunos de mis hermanos, porque valga decir no a todos les encanta el olor dela tierra. Recuerdo que la finca tenía canales por donde circulaba el aguadesviada del río que atravesaba la finca e iba a desembocar al río Jorco. Esaagua era destinada al riego de las hortalizas que sembraba mi mamá con la ayudade Abilio Ureña, pariente por línea paterna. El agua era cristalina, pues nohabía llegado el crimen actual de envenenar la naturaleza.
La vida en la finca era una vida natural, selvática.Recuerdo que los juegos de nosotros eran aparte de los tradicionales del trompoy chumicos, rayuela y policías y ladrones; lo era imitar a Tarzán en susaventuras en los árboles. Muchas veces, alguno de nosotros recibió un costalazoal no calcular bien sus saltos e ir a parar al suelo. Otra cosa que recuerdo yno me agrada, ahora, era la costumbre de perseguir a las ardillas hastamatarlas. Más de una de vez , nos encontró mi padre, encuerados y preparando enun fogón improvisado a la orilla del ría , la carne de una desventurada ardillaque habíamos cazado. En esa época no tenía conciencia del significado de lacreación.
Otro de los placeres que teníamos era resbalar desde lo altodel potrero que tenía la finca allende del río. Para eso usábamos tablas demadera debidamente enceradas a punta de candelas y a las que se les ponía enuna de la puntas una tabla rectangular que se clavaba sobre la otra. Más de unavez , por el uso, esta tablilla cedía o se rompía, rompiendo a su vez la piernadel infeliz chofer. También se corría el peligro de ir a parar al río, con todoy tabla
Con todo y todo era una vida placentera y feliz.Disfrutábamos molestando a unos jóvenes ya casi hombres que pasaban frente alportón de la finca, rumbo a su casa que quedaba como a media hora de camino. Adichos jóvenes les decíamos los pirulos, no sé porque. Ahora me doy cuentaleyendo a Juan Rulfo, que en México, les decían pirulas a las mujeres de vidaalegre.
Las disputas las solucionábamos a pedradas y debo decir quesiempre fui medio mal encarado, incluso con mi familia.
Recuerdo la vez que en solo día sembré dos pedradas a mihermana y a mi hermano con una diferencia de media hora, tiempo que ocupó miotra hermana que suplantaba a mi mamá ese día ausente, para darme una soberanatunda a punta de faja. Después de la primera osadía, lancé una pedrada a mihermano por que no quiso llevarme a la pulpería donde se dirigió acompañado deun amigo a comprar y fumar cigarrillos. Para entonces yo tenía alrededor dediez años.
Otro de los placeres era ir a robar mangos a la finca deJosé Eusebio Soto. Los árboles de mango eran usados como sombra en lossembrados de café y cuando era la cosecha se ponían amarillos o medio rojos ensu madurez. Eran una delicia. Lo único malo es que José Eusebio era un señorque no aguantaba nada y cuando llegaba a la finca y encontraba intrusos haciauso de un cuchillo de doce pulgadas. Cuando eso sucedía, el único camino eralanzarse del árbol y correr como alma que lleva el diablo.
Nuestra casa y la finca era para mi familia el único tesoromaterial; sirvió de punto de encuentro de las primeras actividades sociales quesucedieron. Cuando obtener el título de bachiller en el colegio era importantepara la familia y para el miembro familiar, la casa era el lugar para la fiestaen su honor. Lo mismo que los matrimonios familiares; la casa era el lugar de celebración.
La finca también era el sustento de la familia, por lo menosen los inicios de la gran familia. Era tarea de nosotros los hijos, recolectarla cosecha del café, la cual debía de alcanzar para la compra de uniformes,vestidos y obviamente la comida. La recolección del café, tenía su importanciacomo ocasión de reunión social y para las primeras aventuras amorosas.
La comida era compraba mediante el uso de la libreta, germenen potencia de la tarjeta de crédito actual. Con la libreta se hacía milmilagros para garantizar la alimentación de familia y también servía para lasocurrencias de los más fogosos de la familia, que compraban a escondías de mimadre que era la que tenía que llevar el orden. Recuerdo la vez que el pulperomandó a mi madre un recado escrito en un papel donde consignada la suma gastadapor dos mis hermanos en salchichón y queso por la suma de 13,55 colones. Losinfractores que precisamente eran los portadores del mensaje, leyeron como 1355colones de deuda. Dos días duraron para aparecer por mi casa.
La vida escolar era muy divertida. Sin las presiones de lacompetencia actual, las materias que se aprendían, se aprendían bien. Diría queen ese entonces no se sufría del pedagoísmo que después arruinó la enseñanza,comenzando con la primaria. Las maestras eran vistas con respeto y admiración ycuando llegaba el inspector docente en visita a la escuela, era todo unacontecimiento.
Siempre sentí predilección por las humanidades y las letras.Recién comenzaba a leer, cuando mi afición por la lectura me ganó. Desdeentonces es el mayor “vicio” de mi vida.
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Re: Memorias de una anodina vida
jorge muñoz escribió:Memorias de una anodina vida
I
Un día cualquiera nací. Mi madre por quinceava vez fue dejada encinta como se dice eufemísticamente. Esta situación, no fue ninguna novedad. La única novedad fue la guerra civil que estalló en ese año. No es que fuera una lucha sangrienta de largo tiempo, fue una escaramuza de unos cuantos días, pequeña, insustancial, como son todas las cosas en una patria donde nada sucede.
Los días de mi infancia, tampoco tienen ninguna particularidad. Hijo de campesinos no aburguesados, pero sí, con alguna comodidad como resultado de mucho esfuerzo y sacrificio, más que todo de mi madre que siempre fue la “mula de carga”.
La única importancia que pueden tener los años de infancia, fue la conciencia de perder a un miembro familiar a la corta edad de cinco años. Conciencia muy endeble, prematura. Mi hermana, el último miembro de la familia, murió a los días de nacida como producto de un corazón débil. La otra cosa es que tuve que soportar a dos hermanas en su doble función de hermanas y de maestras, por dicha que no fui demasiado terrible.
Nací en una casa, porque en esa época, las campesinas no conocían hospitales a la hora de parir sus hijos. Era una situación corriente, muy usual para no buscar el auxilio de hospitales. También por un asunto económico, la situación no era para gastar en cosas no indispensables. En todo caso, al decir de mi hermana, mi nacimiento tuvo lugar en el cuarto de atrás, donde mamá se asiló para tan noble labor. Algunos de mis hermanos nacieron en el interior de un excusado de hueco, donde mi madre fue sorprendida por las circunstancias.
En los días de escuela, con el aprendizaje de la lectura empecé a tener afición por ésta, y consecuentemente a tener muchos amigos imaginarios.
Nunca fui buen estudiante en sentido corriente del término. Realizaba mis tareas con el espíritu de terminarlas cuánto antes para irme a jugar bola o a leer alguna tira cómica o algún libro encontrado al azar en mi casa. Me fascinaban las revistas de Roy Rogers, de Superman y principalmenteTarzán de los Monos. Aun así, nunca tuve problemas para ganar los grados y no se crea que tenía algún privilegio de parte de mis hermanas-maestras.
Mi casa estaba enclavada en medio de un cafetal, pequeña hacienda comprada con el sudor y el trabajo de mis padres y posteriormente de algunos de mis hermanos, porque valga decir no a todos les encanta el olor de la tierra. Recuerdo que la finca tenía canales por donde circulaba el agua desviada del río que atravesaba la finca e iba a desembocar al río Jorco. Esa agua era destinada al riego de las hortalizas que sembraba mi mamá con la ayuda de Abilio Ureña, pariente por línea paterna. El agua era cristalina, pues nohabía llegado el crimen actual de envenenar la naturaleza.
La vida en la finca era una vida natural, selvática. Recuerdo que los juegos de nosotros eran aparte de los tradicionales del trompo y chumicos, rayuela y policías y ladrones; lo era imitar a Tarzán en sus aventuras en los árboles. Muchas veces, alguno de nosotros recibió un costalazo al no calcular bien sus saltos e ir a parar al suelo. Otra cosa que recuerdo y no me agrada, ahora, era la costumbre de perseguir a las ardillas hasta matarlas. Más de una de vez , nos encontró mi padre, encuerados y preparando en un fogón improvisado a la orilla del ría , la carne de una desventurada ardillaque habíamos cazado. En esa época no tenía conciencia del significado de la creación.
Otro de los placeres que teníamos era resbalar desde lo alto del potrero que tenía la finca allende del río. Para eso usábamos tablas de madera debidamente enceradas a punta de candelas y a las que se les ponía en una de la puntas una tabla rectangular que se clavaba sobre la otra. Más de una vez , por el uso, esta tablilla cedía o se rompía, rompiendo a su vez la pierna del infeliz chofer. También se corría el peligro de ir a parar al río, con todo y tabla.
Con todo y todo era una vida placentera y feliz .Disfrutábamos molestando a unos jóvenes ya casi hombres que pasaban frente al portón de la finca, rumbo a su casa que quedaba como a media hora de camino. A dichos jóvenes les decíamos los pirulos, no sé porque. Ahora me doy cuenta leyendo a Juan Rulfo, que en México, les decían pirulas a las mujeres de vida alegre.
Las disputas las solucionábamos a pedradas y debo decir que siempre fui medio mal encarado, incluso con mi familia.
Recuerdo la vez que en solo día sembré dos pedradas a mi hermana y a mi hermano con una diferencia de media hora, tiempo que ocupó mi otra hermana que suplantaba a mi mamá ese día ausente, para darme una soberana tunda a punta de faja. Después de la primera osadía, lancé una pedrada a mi hermano por que no quiso llevarme a la pulpería donde se dirigió acompañado de un amigo a comprar y fumar cigarrillos. Para entonces yo tenía alrededor de diez años.
Otro de los placeres era ir a robar mangos a la finca de José Eusebio Soto. Los árboles de mango eran usados como sombra en los sembrados de café y cuando era la cosecha se ponían amarillos o medio rojos ensu madurez. Eran una delicia. Lo único malo es que José Eusebio era un señor que no aguantaba nada y cuando llegaba a la finca y encontraba intrusos hacia uso de un cuchillo de doce pulgadas. Cuando eso sucedía, el único camino era lanzarse del árbol y correr como alma que lleva el diablo.
Nuestra casa y la finca era para mi familia el único tesoro material; sirvió de punto de encuentro de las primeras actividades sociales que sucedieron. Cuando obtener el título de bachiller en el colegio era importante para la familia y para el miembro familiar, la casa era el lugar para la fiesta en su honor. Lo mismo que los matrimonios familiares; la casa era el lugar de celebración.
La finca también era el sustento de la familia, por lo menos en los inicios de la gran familia. Era tarea de nosotros los hijos, recolectarla cosecha del café, la cual debía de alcanzar para la compra de uniformes, vestidos y obviamente la comida. La recolección del café, tenía su importancia como ocasión de reunión social y para las primeras aventuras amorosas.
La comida era compraba mediante el uso de la libreta, germen en potencia de la tarjeta de crédito actual. Con la libreta se hacía mil milagros para garantizar la alimentación de familia y también servía para las ocurrencias de los más fogosos de la familia, que compraban a escondías de mi madre que era la que tenía que llevar el orden. Recuerdo la vez que el pulpero mandó a mi madre un recado escrito en un papel donde consignada la suma gastada por dos mis hermanos en salchichón y queso por la suma de 13,55 colones. Los infractores que precisamente eran los portadores del mensaje, leyeron como 1355 colones de deuda. Dos días duraron para aparecer por mi casa.
La vida escolar era muy divertida. Sin las presiones de la competencia actual, las materias que se aprendían, se aprendían bien. Diría que en ese entonces no se sufría del pedagoísmo que después arruinó la enseñanza, comenzando con la primaria. Las maestras eran vistas con respeto y admiración y cuando llegaba el inspector docente en visita a la escuela, era todo un acontecimiento.
Siempre sentí predilección por las humanidades y las letras. Recién comenzaba a leer, cuando mi afición por la lectura me ganó. Desde entonces es el mayor “vicio” de mi vida.
Jorge, qué hemoso y entrañable relato. El autor escribe sereno y amoroso; nos traslada al escenario con naturalidad y respeto.
Al citarte para responder he separado muchas palabras, seguramente por algún errorcillo de edición, aparecían juntas.
Saludos cordiales y gracias por compartir.
No fueron, los ojos, hechos para durar, los corazones explotan si se les demanda en exceso, se forman andenes translúcidos en el borde de cuanto ama por ese océano con que Amor nos lleva en su inagotable exhaución....
Raum und zeit, Julio Bonal
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