El poeta Vicente Fernández-Cortés prologa mi libro
Publicado: Vie, 14 Mar 2014 10:28
"Desde aquella Strelitzia"
A manera de prólogo
Conocí yo a Carlos Justino Caballero como quien se presenta a sí mismo con la credencial más verosímil, de la mejor manera humanamente posible: desde dentro.
En un mundo sometido a los sobresaltos que procura el desencanto escasean fundamentos sólidos en que asentar valores sustantivos.
Y es que la verdadera amistad no se afirma en términos de mera aproximación mutua sino en esa generosa entrega que solo los que saben transmitir ofrecen sin esperar nada a cambio.
Así es Carlos, un hombre íntegro y cabal. Y esta condición indiscutible invade una obra poética que se me antoja providencial por cuanto propicia y predispone el alma a un clima de sosiego y esperanza como mejor remedio contra el desaliento.
De casta le viene al galgo pues no en vano por sus venas corre la misma sangre del gran poeta cordobés Jorge Vocos Lescano al que le une, además de lazos familiares, un profundo e inexpugnable amor por sus raíces. Disfruten si no de su entrañable poema Recuerdo de un invierno o Mis nostalgias añosas.
O de la cuidada orfebrería terminológica para exaltar su confesada vocación:
Estaba el dolor dentro del alma
etéreo, impalpable, pero cierto.
Pasaba al pecho y ya era carne,
podías tocarlo con los dedos.
Y de allí saltaba al verbo
buscando escapar en poesía./
¿Existe modo más conmovedor de dolerse en Poesía?
Médico de profesión supo conciliar el bisturí con la pluma de la mano de su hermana Marta Elena, Profesora y Licenciada en Letras Clásicas, a quien debe su feliz encuentro con las Musas. Poeta por sus cuatro costados, Marta Elena Caballero no solo le contagió el veneno del verso como expresión estética sino también como caja de resonancia, como correa de transmisión del avatar humano. Me consta su gratitud infinita.
Su lírica, siempre sutil y siempre sugerente transporta al lector a universos interiores insospechados cuando no a la reflexión más inquietante y oportuna.
No deja de resultar sorprendente en estos tiempos en que casi todas las esferas del pensamiento parecen moverse en torno al relativismo más feroz aparezcan hombres de letras que desde el campo de la Poesía se expresen desde convicciones profundas.
Hombre de principios inquebrantables, Carlos Justino Caballero es un ejemplo claro de poeta entregado a su causa.
Su obra pivota en torno a una visión humanista del mundo que le ha tocado vivir y al que sirve con una sensibilidad fuera de toda sospecha.
Profesa una poesía limpia y descontaminada, una poesía destinada a abordar el corazón del ser humano mediante instrumentos líricos, en ocasiones, muy próximos al misticismo clásico. Una poesía, en fin, que no puede dejar a nadie indiferente pues alcanza la fibra sensible del lector más imperturbable.
Un mundo nuevo de voces, de registros y de sentimientos al aire se abre en estas páginas y emplazan al lector a una aventura literaria fascinante y variopinta, pues de todo ello hay en este libro que "el querido y desocupado lector" tendrá a estas horas en sus manos.
Pasen ustedes página.
Pasen y lean.
Vicente Fernández-Cortés
A manera de prólogo
Conocí yo a Carlos Justino Caballero como quien se presenta a sí mismo con la credencial más verosímil, de la mejor manera humanamente posible: desde dentro.
En un mundo sometido a los sobresaltos que procura el desencanto escasean fundamentos sólidos en que asentar valores sustantivos.
Y es que la verdadera amistad no se afirma en términos de mera aproximación mutua sino en esa generosa entrega que solo los que saben transmitir ofrecen sin esperar nada a cambio.
Así es Carlos, un hombre íntegro y cabal. Y esta condición indiscutible invade una obra poética que se me antoja providencial por cuanto propicia y predispone el alma a un clima de sosiego y esperanza como mejor remedio contra el desaliento.
De casta le viene al galgo pues no en vano por sus venas corre la misma sangre del gran poeta cordobés Jorge Vocos Lescano al que le une, además de lazos familiares, un profundo e inexpugnable amor por sus raíces. Disfruten si no de su entrañable poema Recuerdo de un invierno o Mis nostalgias añosas.
O de la cuidada orfebrería terminológica para exaltar su confesada vocación:
Estaba el dolor dentro del alma
etéreo, impalpable, pero cierto.
Pasaba al pecho y ya era carne,
podías tocarlo con los dedos.
Y de allí saltaba al verbo
buscando escapar en poesía./
¿Existe modo más conmovedor de dolerse en Poesía?
Médico de profesión supo conciliar el bisturí con la pluma de la mano de su hermana Marta Elena, Profesora y Licenciada en Letras Clásicas, a quien debe su feliz encuentro con las Musas. Poeta por sus cuatro costados, Marta Elena Caballero no solo le contagió el veneno del verso como expresión estética sino también como caja de resonancia, como correa de transmisión del avatar humano. Me consta su gratitud infinita.
Su lírica, siempre sutil y siempre sugerente transporta al lector a universos interiores insospechados cuando no a la reflexión más inquietante y oportuna.
No deja de resultar sorprendente en estos tiempos en que casi todas las esferas del pensamiento parecen moverse en torno al relativismo más feroz aparezcan hombres de letras que desde el campo de la Poesía se expresen desde convicciones profundas.
Hombre de principios inquebrantables, Carlos Justino Caballero es un ejemplo claro de poeta entregado a su causa.
Su obra pivota en torno a una visión humanista del mundo que le ha tocado vivir y al que sirve con una sensibilidad fuera de toda sospecha.
Profesa una poesía limpia y descontaminada, una poesía destinada a abordar el corazón del ser humano mediante instrumentos líricos, en ocasiones, muy próximos al misticismo clásico. Una poesía, en fin, que no puede dejar a nadie indiferente pues alcanza la fibra sensible del lector más imperturbable.
Un mundo nuevo de voces, de registros y de sentimientos al aire se abre en estas páginas y emplazan al lector a una aventura literaria fascinante y variopinta, pues de todo ello hay en este libro que "el querido y desocupado lector" tendrá a estas horas en sus manos.
Pasen ustedes página.
Pasen y lean.
Vicente Fernández-Cortés